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ANANÍAS EL GANADOR DE ALMAS

(Con material adaptado de un sermón por el Dr. W. B. Riley)

por el Dr. Christopher L. Cagan

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, 8 de septiembre 2019


Por favor, volteen al libro de Hechos, capítulo 9, versículos 10 a 18. Está en la página 1117 de la Biblia del estudio de Scofield. Escucha mientras lo leo.

“Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (Hechos 9:10-18; pág. 1117 Scofield).

Ananías llevó a Saulo de Tarso a Jesús. Más después la Biblia habla de “Saulo, que también es Pablo” (Hechos 13:9; pág1123). A Saulo se le dio el nombre romano de Pablo. Se convirtió en el Apóstol Pablo, que predicó el Evangelio a través del imperio romano y escribió un tercio del Nuevo Testamento. Pablo fue el más grande Cristiano que jamás haya existido. ¡Y Ananías era el hombre que Dios uso para llevar a Pablo a Jesús!

No te equivoques, fue cuando Pablo se convirtió. No fue convertido en el camino de Damasco, sólo despertó e iluminó. La Biblia dice:

“Mas yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.” (Hechos 9:3-6; pág1117).

Jesús habló con Saulo. Saulo lo llamó “Señor”. Le dijo a Saulo que era Jesús, y Saulo lo perseguía, porque Saulo era enemigo de Jesús y había metido a hombres y mujeres Cristianos en prisión (Hechos 8:3; pág. 1115). Saulo vio que se había equivocado terriblemente.

Saulo se despertó. Saulo fue iluminado. Jesús le mostró a Saulo que Él, Jesús, era el verdadero Mesías. Saulo se despertó a su pecado de rechazar a Jesús y, temblando, llamó a Jesús “Señor” y le preguntó qué hacer. Jesús le dijo que fuera a la ciudad de Damasco. Saulo fue golpeado con ceguedad. Durante tres días oró y ayunó, sin comer ni beber agua.

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Pero Saulo aún no era convertido. Él sabía que Jesús era el Señor. Sabía que había estado en el lado equivocado. Sabía que era un pecador. Pero puedes saber esas cosas y no ser salvo. Saulo fue iluminado tal como Pedro antes. Jesús preguntó a sus discípulos,

“¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:15-17; pág. 981).

Pedro vio que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios. Pero no se convirtió hasta la noche de Pascua cuando Jesús respiró sobre él y Pedro recibió el Espíritu Santo (Juan 20:22; pág. 1100). La Biblia dice: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9; pág. 1176). Fue entonces cuando Pedro recibió el Espíritu Santo. Fue entonces cuando Pedro se convirtió. Antes de eso, Pedro sólo había sido iluminado.

Fue lo mismo con Saulo. Él fue iluminado en el camino de Damasco. Jesús le mostró a Saulo que Él, Jesús, era el Señor. Jesús le mostró a Saulo que era un pecador. Pero no fue convertido hasta tres días después, cuando fue lleno del Espíritu Santo (Hechos 9:17; pág. 1117). ¡Entonces era un hombre salvo, al igual que Pedro!

Era Ananías quien Dios uso para guiar a Pablo a Jesús. Hoy quiero sacar a relucir dos puntos sobre Ananías, y aplicarlos a ti a medida que intentas ganar un alma.

I. Primero, Ananías conocía a Jesús.

La Biblia nos dice: “Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor” (Hechos 9:10; pág. 1117). Tenía una relación viva con Jesús, porque Jesús lo llamó por su nombre, “Ananías”, y Ananías respondió: “Heme aquí, Señor”.

¡Qué maravilloso que Jesús te conozca por tu nombre! Tú puedes decir, “¿Pero no conoce a todo el mundo?” Sí, lo hace, porque es Dios Hijo. Pero estoy hablando de algo más profundo que eso. Había una relación entre Ananías y Jesús. Comentando sobre este versículo, el Dr. W. B. Riley dijo: “Hay muchos hombres que no conocen a Dios; no hay hombres desconocidos para Dios” (“Ananías – The Skillful Soul-Winner”, en Seven New Testament Soul-Winners, 1939). Si no has confiado en Jesús, Él sabe de ti, pero tú no lo conoces.

Si has confiado en Jesús, El te conoce y lo sigues. La Biblia dice que Jesús, el Buen Pastor, “a sus ovejas llama por nombre” (Juan 10:3; pág. 1085). Una vez más, Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27; pág. 1086). Si has confiado en Jesús, eres una de sus ovejas. Jesús, el Pastor, te llama por tu nombre. Te conoce, y tú lo sigues.

Ananías respondió a Jesús: “Heme aquí, Señor” (Hechos 9:10). Jesús le dijo: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora” (Hechos 9:11). Ananías siguió a Jesús y fue a donde Jesús le dijo. Allí encontró a Saulo y lo llevó a la salvación.

Alguien puede preguntar: “¿Puedo tener una visión como Ananías?” Sí, son posibles. Pero Dios nunca contradecirá su propia palabra, la Biblia. El Apóstol Pedro oyó la voz de Dios cuando estaba en el Monte de la Transfiguración (II Pedro 1:17, 18). Sin embargo, Pedro dijo: “Tenemos también la palabra profética más segura” (II Pedro 1:19), hablando de la Biblia. Confía en la Biblia, no en un sentimiento, ni en una visión o en una “palabra del Señor”. Los sentimientos, los sueños y las visiones pueden engañarte, pero nunca a la Biblia. ¡Mantente cerca de la Palabra de Dios, y deja que la Biblia te guíe!

Ananías era Cristiano. Jesús lo usó para ganar al Apóstol Pablo. Ahora déjame hablar de tu obra por ganar almas. Espero que trates de traer a una persona a la iglesia. Espero que trabajen con él y se queden con él hasta que se conviertan, y mucho después, porque un Cristiano todavía va a necesitar ayuda. Puedes hacerlo mejor si tú mismo eres salvo. Si no eres, puedes hacer algunas cosas. Las personas con Chan el apóstata pueden escribir un nombre y un número de teléfono. Pueden llevar a una persona a una reunión. ¡Pero no pueden traer a una persona a Jesús si no conocen a Jesús ellos mismos!

Para ganar un alma, no sólo debes ser Cristiano. Debes ser sabio. La Biblia dice: “El que gana almas es sabio” (Proverbios 11:30; pág. 652). El versículo también se puede traducir: “El que es sabio gana almas”. Ganar almas requiere sabiduría. Eso proviene de una relación más profunda con Dios a través de Jesús. Estas son algunas cosas que puedes hacer. Aprende todo lo que puedas. Escucha los sermones. Léelos y piensa en ellos. Lee la Biblia y piénsalo. Hable a menudo con los pastores. Hable con ellos acerca de la persona que está trayendo. Ve a obrar por Jesús. Haz todo lo que puedas para traer a una persona. ¡Eso te ayudará a crecer! Procura para “crece[r] en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (II Pedro 3:18; pág. 1276). Crecer a través de la experiencia, crecer a través de la Palabra de Dios, crecer a través de la oración, crecer a través de la obediencia, crecer a través del sufrimiento, crecer a través de las palabras de sus pastores. ¡Que Dios te ayude a hacerlo!

II. Segundo, Ananías obedeció a Jesús.

Jesús le dijo a Ananías: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo” (Hechos 9:11). Esa fue una tarea difícil, porque Saulo había sido un enemigo de Jesús. Ananías respondió a Jesús:

“Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre” (Hechos 9:13, 14; pág. 1117).

Ananías sabía que Saulo fue a Damasco para arrestar a los Cristianos y “traerlos atados a Jerusalén” (Hechos 9:2; pág. 1117). ¡Y aquí estaba el hombre! Ananías debe haber pensado, “¿Por qué él? ¿Por qué quieres que vaya con él, de todas las personas?” Ananías podría haber pensado que Saulo lo arrestaría a él. Como dijo el Dr. Riley, “Saulo era el hombre que Ananías no quería conocer” (ib.).

Sí, fue una tarea difícil. Ananías no quería conocer a Saulo. Pero como también dijo el Dr. Riley: “Ananías era el hombre que Saulo quería ver...Fue la guía del Espíritu la que los unió.” Dios escogió a Saulo para ser salvo. Aunque había sido un enemigo, Saulo era uno de los elegidos de Dios. Dios escogió a Saulo para la salvación. Y Dios escogió a Ananías para llevar a Saulo a la salvación. El ganador del alma es elegido y llamado tanto como el pecador elegido. El Dr. Riley dijo: “El mismo Dios que convenció a Saulo encargó a Ananías. A veces me pregunto si alguna vez hay un condenado sin otro comisionado al mismo tiempo. ¡Dudo seriamente si Dios alguna vez trae a un hombre bajo condena por el pecado sin decir a algunos de los santos, Ve a ese hombre!” (ib.).

Ahora déjame hablar contigo. Tú, el ganador del alma, son elegidos por Dios, al igual que Ananías. Si la persona es elegida, Dios te elige instrumento humano para salvar a esa persona. Tu obra ganadora es una tremenda responsabilidad eterna. No es sólo charlar con una persona y escribir un nombre. Es mucho más. Ruego que tomen en serio su obra ganadora del alma, porque es una misión de Dios. Piensen en ello de esa manera, “Estoy en una misión de Dios. Dios me ha enviado a ir a esta persona y traerlo”. Tómese su tiempo con la persona que está tratando de traer. Ora por él. Conózcalo. Cuida de él. No lo “proceses” entregando un nombre y dejando que el sistema se ocupe de él, porque no puede. Sólo las personas, con la ayuda de Dios, pueden hacer eso. Tú puedes pensar, “Pero ¿y si él no es elegido?” No sé quién es el elegido. Sólo se nos dice que “prediquemos el Evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15; pág. 1028). Es asunto suyo tender la mano, “Acaso ellos escuchen” (Ezequiel 2:5; pág. 808), en si confían o no en Jesús. Esa es tu sagrada comisión, dada por Jesús mismo. Y recompensará a todos los que le obedezcan.

Jesús le dijo a Ananías que fuera a Saulo: “porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15; pág. 1117). Ananías obedeció a su Señor. La Biblia dice:

“Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (Hechos 9:17, 18; pág. 1117).

Ananías fue a Saulo. El hombre se convirtió y se convirtió en el Apóstol Pablo, el Cristiano más grande que jamás haya vivido.

Ananías no se apartó de una tarea difícil. Se arriesgó. Fue a Saulo. Ahora déjame hablar contigo. Seamos sinceros, ganar un alma es una tarea difícil. Escribir un nombre no es difícil. La gente de Chan lo hace. Pero ganar un alma es todo un proyecto. Es una tarea difícil. Por eso la mayoría de la gente no lo hace.

Ganar un alma gasta tiempo. No basta con escribir un nombre y seguir adelante. Tienes que reunirte con la persona. Tienes que hablar con él y conocerlo. Tienes que llevarlo a la iglesia. Tienes que sentarte con él y hacerte amigo de él. Tienes que hablar con los pastores sobre él. Tienes que orar, amar y quedarte con él hasta que se convierta, y luego durante años después de que se convierta, porque los nuevos Cristianos necesitan ayuda. Todo esto lleva tiempo. Todo esto requiere trabajo. Por eso la mayoría de la gente no lo hace. ¿Lo harás? ¡Te desafío a hacerlo!

Ganar un alma es difícil por otra razón, porque la mayoría te rechazará. Pero si tomas la asignación de ganar almas, estarás siguiendo a Jesús. La Biblia dice: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (I Pedro 2:21; pág. 1269). Jesús murió por todos, sabiendo que la mayoría lo rechazaría. La Biblia dice: “Y él es la propiciación [pago] por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (I Juan 2:2; pág. 1278). Espero que sigas los pasos de Jesús, como lo hizo Ananías. Espero que te determines a ganar un alma. Si eres rechazado, ve a otro. ¡Si no lo hace, quédate con él hasta que puedas ir a otro!

Si tratas de ganar un alma, hay paz y alegría en eso, incluso antes de que el alma sea ganada. Y cuando veas un alma – una persona real, no un nombre, viene a la iglesia, confía en Jesús y vive como discípulo, tu corazón se regocijará con “con gozo inefable y glorioso” (I Pedro 1:8; pág. 1268). Muy pocos Cristianos ganan un alma. Pero si ganas aun uno, tu recompensa será grande cuando Jesús venga a establecer su reino. La recompensa será mayor de lo que os pueden imaginar, porque la Biblia dice: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (I Corintios 2:9; pág. 1170). ¡Que Dios te ayude a ganar un alma!

Algunos de ustedes no han confiado en Jesús. Jesús murió por ti. Derramó su Sangre para lavar tu pecado. Lo hizo para ganar tu alma. Si confías en Jesús, tu pecado es perdonado y eres salvo. Si deseas hablar con nosotros acerca de confiar en Jesús, por favor, venga al frente de la sala ahora. Amén.


EL BOSQUEJO DE

ANANÍAS EL GANADOR DE ALMAS

por el Dr. Christopher L. Cagan

“Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (Hechos 9:10-18; pág. 1117 Scofield).

(Hechos 13:9; 9:3-6; 8:3; Mateo 16:15-17;
Juan 20:22; Romanos 8:9; Hechos 9:17)

I.    Primero, Ananías conoció a Jesús, Hechos 9:10; Juan 10:3, 27; Hechos 9:11;
II Pedro 1:17, 18, 19; Proverbios 11:30; II Pedro 3:18.

II.   Segundo, Ananías obedeció a Jesús, Hechos 9:11, 13, 14, 2; Marcos 16:15;
Ezequiel 2:5; Hechos 9:15, 17, 18; I Pedro 2:21; I Juan 2:2; I Pedro 1:8;
I Corintios 2:9.