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AYUNO Y ORACIÓN EN TIEMPOS DESESPERADOS

por Dr. C. L. Cagan

Un sermón escrito en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
Viernes por la Noche, 31 de Agosto del 2018

“Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos” (Jonás 3:4, 5).


Nínive era una ciudad malvada. Ellos habían atacado al pueblo de Israel. Dios iba a juzgarlos. Él envió al profeta Jonás a predicar contra ellos. Jonás vino a Nínive y clamó: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida”. Serían destruidos en cuarenta días. Jonás no les ofreció misericordia. Él no les habló del Dios de Israel. Él no les dijo qué hacer. Él solo dijo que Nínive sería destruida.

¿Qué hizo la gente? Ayunaron – todos ellos, cientos de miles de personas, el rey y todos los demás. Nuestro texto dice: “Los hombres de Nínive...proclamaron ayuno... desde el mayor hasta el menor de ellos” (Jonás 3:5).

¿Cómo sabían ayunar? Estas personas no eran salvas. Ellos no conocían al Dios de Israel. Ellos no sabían la Biblia. Ellos adoraban dioses falsos. Estaban profundamente en pecado. Estaban “ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12). Pero ellos ayunaron. Todos ayunaron. Y Dios escuchó su ayuno y libró a la ciudad.

Aunque no conocían a Dios, el ayuno les llegó casi naturalmente. No sabían qué más hacer. Sabían que habían hecho mal. Sabían que Dios los juzgaría. Entonces se humillaron y ayunaron. Dios los escuchó. Él no juzgó la ciudad.

¿Puede la gente perdida ayunar y obtener respuestas de Dios? ¡Absolutamente! Los Ninivitas estaban perdidos. Ellos no tenían esperanza. Ellos no conocían a Dios. Todo lo que tenían era pecado y juicio. Pero ellos ayunaron. Y Dios los escuchó.

¿Cuándo necesitas especialmente ayuno y oración? Cuando estás no tienes esperanza. Cuando nada de lo que hagas funciona. Cuando la situación parece desesperada. Cuando has intentado todo y has fallado. Cuando estás desesperado. Cuando tu fe es débil. Cuando no sabes qué hacer. ¡Ayuna y ora!

Esther era la reina de Persia. Ella era Judía, pero su esposo, el rey, no lo sabía. El rey ordenó que todos los Judíos en su imperio fueran asesinados. No había esperanza. En unas pocas semanas todos los Judíos morirían. No había salida. No había nada que Esther pudiera hacer. Había una ley que decía que cualquiera que fuera a ver al rey sin que se lo pidieran sería asesinado. Aunque Esther era reina, se le prohibía ir al rey. Fue inútil. ¿Qué podría hacer esta joven? Ella le dijo a su tío Mardoqueo:

“Ve y reúne a todos los judíos…y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca” (Ester 4:15, 16).

Ella dijo: “Yo ayunaré, y todos ustedes también ayunen”. Ella ayunó y ellos ayunaron. Y Dios los escuchó. Ella fue a ver al rey. Él no la castigó. En cambio, la escuchó. El rey cambió su decisión. El pueblo Judío vivió. ¡Dios respondió el ayuno!

El pueblo de Israel estaba cautivo en Babilonia a causa de su pecado. Allí, el profeta Daniel estaba profundamente triste por su pecado y su juicio. Daniel dijo:

“Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 9:3).

Daniel hablaba en serio acerca de llegar a Dios. Él oró. Él ayunó. Y Dios escuchó su ayuno. Dios llevó al pueblo de Israel a su tierra.

Cuando los Judíos volvieron a Israel, la gente estaba en un estado terrible. El profeta Nehemías se enteró de eso. Alguien le dijo:

“[Las personas] están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego” (Nehemías 1:3).

La gente estaba en apuros. Estaban en problemas. El muro de Jerusalén fue derribado. Las puertas fueron quemadas a fuego. Parecía desesperado. ¿Qué hizo Nehemías? Nehemías dijo:

“Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos” (Nehemías 1:4).

Y Dios le respondió. Cuando Nehemías fue a Jerusalén, Dios estaba con él. La pared fue construida. La ciudad fue reparada. Las cosas se arreglaron en Israel. ¡Dios escuchó su ayuno!

Te dije acerca de la gente de Nínive. Te dije sobre Esther, Daniel, y Nehemías. Y ahora te hablaré a ti – sobre ti. ¿Qué estamos tratando de hacer en nuestra iglesia? ¿Cuál es nuestro objetivo? Estamos tratando de construir una iglesia Bautista en la ciudad central de Los Ángeles. Puedes decir: “¿Qué hay de difícil en eso? ¿Por qué no solo hacerlo? No es tan difícil”. ¡Oh, pero lo es!

Vivimos en Los Ángeles, una ciudad que está controlada por Satanás y sus demonios. De aquí, las películas sucias, la pornografía y la música sucia salen a arruinar todo el mundo. Esta es una ciudad de pecado, pecado, pecado. El nombre de “Los Ángeles” significa eso, “los ángeles”. Pero esta no es la ciudad de ángeles – es la ciudad de demonios. La ciudad de los ángeles caídos – la ciudad donde los demonios gobiernan, donde su fuerte control impide que las personas escuchen el Evangelio de Jesús y sean salvas. Satanás, el “dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos” (II Corintios 4:4). No reciben el Evangelio porque no pueden recibir el Evangelio. Están atrapados en el “lazo del diablo…cautivos a voluntad de él” (II Timoteo 2:26).

Los jóvenes de hoy están tan cegados por los demonios que no tienen interés en el Evangelio. Casi nunca piensan en Dios. Algunos de ustedes no piensan en Él en absoluto. Los jóvenes pasan horas todos los días jugando videojuegos demoníacos – atrapados en las garras del Diablo. Las jovencitas pasan horas todos los días jugando en las redes sociales, perdiendo el tiempo, sin pensar en Dios, ni en su pecado, ni en Jesús – atrapadas en las garras del Diablo. La gente no tiene tiempo para la iglesia. Son empujados y agarrados por los demonios para hacer esto o aquello – cualquier cosa mientras no escuchen el Evangelio de Jesús – cualquier cosa mientras no se acerquen a Jesús. ¡Satanás ha segado sus mentes!

Estamos tratando de tener una iglesia aquí. ¡Eso es imposible! Esto es Los Ángeles. Aquí rige la depravación total del hombre y el poder de Satanás. Nadie quiere a Dios. Sus mentes son “enemistad contra Dios” (Romanos 8:7). Ellos son los “hijos de la desobediencia” (Efesios 2:2). El Diablo trabaja en ellos. No quieren entrar en la iglesia y convertirse en discípulos.

Podemos trabajar. Podemos hacer todo tipo de cosas. Pero eso no construirá una iglesia aquí en la fortaleza de Satanás. Nuestra batalla es espiritual, no física. La Biblia dice:

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).

Los demonios no son físicos. Son espíritus. No son “de sangre y carne”. No pueden ser derrotados por el esfuerzo humano. Ellos seguirán gobernando sobre la gente. Solo Dios puede vencerlos. Es por eso que ayunamos y oramos.

Estamos tratando de tener una iglesia aquí – de verdaderos Cristianos. La gente necesita ser convertida. Jesús dijo: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). “Nacer de nuevo” se puede traducir como “nacer de arriba”. Podemos trabajar. Podemos hacer todo tipo de cosas. Pero no podemos hacer que nadie nazca desde arriba. No podemos liberar almas del Diablo. No podemos liberar a las personas que son cautivas por él. No podemos mover a nadie del poder de las tinieblas al reino de Jesús (véase Colosenses 1:13). Estamos tratando de tener una iglesia aquí. ¡Pero no podemos hacerlo! Nuestro trabajo no puede hacerlo. Solo Dios puede hacerlo. Es por eso que ayunamos y oramos.

La oración real no es una obra humana. Humanamente, no hace nada. La oración está dirigida a Dios. La oración es “voltearse a Dios”. “Oh Dios, no puedo hacer esto. Solo usted puede hacerlo. Le pido, le ruego en el nombre de Jesús, respóndame, por la Sangre de Jesús”. El ayuno no es una obra humana. Humanamente, no hace nada. Tienes hambre. Pero tener hambre no hace nada. El ayuno está dirigido a Dios. El ayuno es “volverse a Dios”. Cuando no tienes obra que ofrecer – cuando tu trabajo está vacío – vuélvete a Dios. Ayuna y ora.

Especialmente en tiempos desesperados, ayuna y ora. Si no sabes qué hacer – o si lo que hiciste no funciona – ayuna y ora. Si las cosas no tienen remedio – ayuna y ora. Si no hay nada que puedas hacer – ayuna y ora. El ayuno y la oración no son “cosas”. El ayuno y la oración son espirituales, no físicos. La batalla es espiritual, no física. No puedes ganarla. Solo Dios puede ganarla. Ayuna y ora. El ayuno y la oración son “voltearse a Dios”. No tienes nada que ofrecer. No tienes nada más que desesperación y fracaso. La Biblia dice: “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios” (Filipenses 4:6). Trae tu necesidad a Dios en ayuno y oración. Trae tu fracaso a Dios con ayuno y oración. Trae tus peticiones a Dios en ayuno y oración. Él puede hacer lo que tú no puedes.

Tal vez no creas que puedes orar bien. Quizás no puedas orar bien. Parece que no puedes obtener respuestas a tus oraciones. Pero puedes ayunar. Cualquiera puede hacer eso. La gente perdida de Nínive ayunó. Jonás no les dijo que lo hicieran. Simplemente lo hicieron. Era lo natural y correcto de hacer. Y Dios los escuchó. Algunos de ustedes están perdidos. No eres convertido. ¿Puedes ayunar? ¿Puede Dios oírte? ¡No estás más perdido que la gente de Nínive! Sí, puedes ayunar. Tú puedes orar. Y Dios puede oírte como los escuchó a ellos.

Quiero decirte algo especial sobre el ayuno. El ayuno no es una oración de palabras que le dices a Dios. Esa es oración. El ayuno es mucho más simple. El ayuno es primitivo. Algunas personas dirían que el ayuno es “primordial”. El ayuno es básico. Va más profundo que las palabras.

El ayuno es “voltearse a Dios”. Cuando ayunas, diriges el ayuno a Dios – sin palabras. Llamo al ayuno la oración sin palabras. Sin palabras, ofreces el ayuno a Dios. Es como si dijeras: “Dios, no puedo hacer nada. Ni siquiera puedo decir algo. Pero aquí está mi ayuno. Aquí está mi hambre. Es todo lo que tengo. Aquí estoy. Aquí está. Eso es todo”. El ayuno es la oración sin palabras. Y Dios puede oír y responder el ayuno sin palabras, del mismo modo que Él puede oír y responder a la oración con palabras. El ayuno es una oración sin palabras. El ayuno en sí es una oración. Ofrece el ayuno a Dios. Sí, ora en palabras. Pero el ayuno es una oración. Si, ora. Y deja que el ayuno sea tu oración, también.

Una y otra vez, Dios escuchó a las personas que ayunaban y oraban. Él también puede oírte. No eres peor que la gente de Nínive. Dios los escuchó, y Él también puede escucharte a ti. Quien quiera que seas, ayuna y ora. Amén.


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(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“I Must Tell Jesus” (por Elisha A. Hoffman, 1839-1929).