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LO BÁSICO DE LA ORACIÓN – PARTE I

por el Sr. John Samuel Cagan

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Noche del Día del Señor, 3 de Septiembre del 2017

“¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, Y llenaría mi boca de argumentos” (Job 23:3-4).


Has escuchado muchos sermones sobre la oración. Tu mente puede estar esperando lo que vas a oír ahora y por lo tanto comienza a vagar. La oración es una parte de lo básico del Cristianismo. Lo básico no es espectacular ni emocionante. Lo básico es aburrido. Puedes sentir que lo básico no necesita ser reconsiderado una y otra vez. Sientes que tienes una idea bastante fuerte de lo que es la oración y que sabes cómo orar, y no necesitas pensar continuamente en ello una y otra vez.

¿Sabes lo que hacen los mejores soldados del mundo? ¿Sabes lo que hacen los soldados más capacitados de las Fuerzas Especiales? Durante todo el día, una y otra vez, día tras día, los mejores y más expertos soldados de las Fuerzas Especiales practican lo básico. Pero puedes preguntarte, esos soldados son ya expertos, ¿por qué necesitan practicar lo básico? Esos soldados toman sus operaciones muy en serio y esos soldados saben que en el campo de batalla, lo básico mantiene a los soldados vivos. Eres un soldado. Estás en un campo de batalla. La Biblia dice:

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).

Debes recordar que eres un soldado en un campo de batalla y los riesgos son reales. El campo de batalla es peligroso. Tienes un adversario en el Diablo que es más fuerte que tú. Tienes todo un ejército de demonios contra ti. Estás profundamente detrás de las líneas enemigas viviendo en una ciudad que está profundamente en pecado y perdida en la gran apostasía. Eres un soldado de Jesús. El tema de la oración es uno de los fundamentos de la fe Cristiana. La oración es algo que los niños aprenden a hacer. La oración es básica. Pero en este campo de batalla de la vida, es lo básico lo que te mantendrá vivo. Por lo tanto, considera cuidadosamente lo siguiente.

El año pasado hablé sobre la oración. Hablé de la oración organizada y ordenada. Pero muy pocas personas parecen recordarlo o aplicarlo a su vida de oración. Por lo tanto estoy volviendo al tema, y presentándolo de una manera diferente. Mi tema es la oración seria. No estoy hablando de orar por tu comida, o una oración rápida que envías a Dios. Esas son buenas cosas que hacer y debes hacerlas, pero eso no es de lo que estoy hablando aquí. Estoy hablando de una oración seria. Estoy hablando de oración cuando algo está en riesgo. Estoy hablando de la oración que está intercediendo por alguien. Estoy hablando de la oración que está luchando por algo. Estoy hablando de la oración que está suplicando a Dios. Estoy hablando de la batalla de la oración. Quiero hablar de dos elementos importantes de oración seria, organizada y apasionada.

“¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, Y llenaría mí boca de argumentos” (Job 23:3-4).

I. Primero, el corazón que se preocupa.

Job dijo: “Expondría mi causa delante de él” (Job 23:4).

Ten en cuenta que Job tiene una causa. Job está hablando de algo que realmente le importa. Job no está hablando de la oración que se hace a medias. Job no está hablando de la oración que se hace con una mente distraída y ocupada. Job está hablando de una causa. Si conoces la historia de Job, en este momento, él está hablando de hacer un caso para toda su vida. A Job le importa lo que va a orar. Job dijo: “Expondría mi causa delante de él” (Job 23:4). Esto es esencial. Oración que no viene de un corazón que se preocupa es sólo un discurso hecho hacia el cielo. Algunas de las oraciones más poderosas jamás hechas no fueron hechas con elocuencia, sino apasionadamente.

Evan Roberts oró para que Dios lo doblara. Su oración no era elocuente, sino apasionada. Su corazón se preocupaba. Su corazón era sincero. Evan Roberts tenía una causa. Sabes lo que es orar con el corazón pesado. Tú sabes lo que es tener el mundo entero oscuro y sentarte en esa oscuridad con un corazón lleno y un solo pensamiento de oración, “Dios, ayúdeme”. Eso es orar con un corazón que se preocupa. Es una oración seria. Esa es la oración con algo en riesgo. Esa es la oración de intercesión. Esa es la oración que te mantiene vivo. El Salmista oró: “Señor, delante de ti están todos mis deseos, Y mi suspiro no te es oculto” (Salmo 38:9). Dios escucha las oraciones del corazón.

Pero, ¿cómo convencerás a tu corazón que se preocupe por lo que estás orando? Debes pensar sobre lo que vas a orar. Piensa en lo que realmente quieres. Concéntrate en eso. Debe ser importante para ti. Cuando alguien le dio a John R. Rice una petición de oración, nunca aceptó orar por ella. En cambio, le decía a la persona que le pediría a Dios que le diera una carga para orar por ella. De lo contrario, él no querría realmente esa petición y su oración no sería una oración real. ¿Qué quieres realmente? Date cuenta por qué lo quieres. Trata de entender por qué no ha sucedido. Piensa en por qué está fuera de tu poder. Si no te apasiona, y sabes que la pasión es algo que debes tener, por lo tanto debes pedirle a Dios pasión.

Es fácil caer en la trampa de orar descuidadamente por cosas que sabes que son importantes. Estas oraciones son complacientes. En el campo de batalla, la complacencia hace que los soldados mueran. Debes recordar constantemente lo que está en juego. Recuerda lo que está en riesgo

.

Las oraciones complacientes tienden a ser desorganizadas y sin respuesta. Las oraciones complacientes tienden a ser a medias. Si te acercas a algo sin entusiasmo, probablemente no estarás preparado. Tu corazón debe estar resuelto en la oración. Tu enfoque debe estar en la situación. Necesitas algo. Necesitas algo desesperadamente. Pero no puedes alcanzarlo. Está fuera de tu poder. Está fuera de tu control. Y así estás a punto de acercarte al Dios del Universo en el nombre de Jesús. Te acercarás a Dios con el intento de convencerlo. Convencer a Dios que Él debe proveer de acuerdo a tus necesidades. Esa es una situación seria. Eso no debe ser abordado sin pensarlo cuidadosamente. Piensa en lo que estás orando.

A medida que consideras las consecuencias por tu oración no respondida, cierta parte en tu corazón comenzará a endurecerse. Las brasas de tu corazón deben comenzar a moverse hasta que estén en llamas por lo que estás pidiendo a Dios. Tu corazón debe preocuparse. Ahora que tienes un corazón que se preocupa, ahora que tienes una causa, ahora puedes obedecer lo que la Biblia te dice que hagas con tus preocupaciones,

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).

“¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, Y llenaría mí boca de argumentos” (Job 23:3-4).

II. Segundo, el corazón que se preocupa, se prepara para la oración.

La primera preparación para la oración es tener un corazón que se preocupa por lo que estás pidiendo. Pero un corazón que se preocupa se preparará tanto como sea posible. Si fueras a un tribunal para hablar con el juez, pensarías en lo que ibas a decir. Considerarías cuidadosamente lo que ibas a pedir. Podrías pensar en cómo ibas a convencer al juez de darte lo que querías. También diría que tu participación y preparación para esa conversación aumentarían proporcionalmente a la seriedad de tu petición. Si tuvieras que pedirle algo a tu jefe en el trabajo, pensarías en lo que ibas a decir y cómo lo ibas a decir. Harías todo esto, porque tu corazón se preocupa un poco por lo que vas a pedir, y por lo tanto, te preparas. Has lo mismo con Dios en la oración. No te acerques a Dios con pensamientos poco preparados. No te acerques a Dios con ideas incompletas. Aplícate a ti mismo.

Prepárate prestando atención a la situación que te rodea. Jesús nos dijo que velemos y oremos. Mientras prestas atención a los acontecimientos pasados y la situación que te rodea, tu oración será más preparada. Tomemos, por ejemplo, orando por la presencia del Espíritu Santo en los servicios. Es fácil conseguir complacencia, y orar habitualmente por la presencia del Espíritu Santo, sabiendo que es importante, y sin embargo, de alguna manera ser indiferente. Pero si recuerdas por qué la presencia del Espíritu Santo es importante, tu corazón estará preparado para orar. Lleva tu corazón al lugar de la preocupación. Camina por el perímetro de tu situación. Pregúntate, ¿qué pasaría si el Espíritu Santo de Dios no está aquí en los servicios? ¿Qué ha pasado en el pasado cuando fue así? ¿Podría haber un ataque demoníaco? ¿Sería impotente el sermón? ¿El servicio sería bueno? ¿Qué pasará con las almas de las personas que te importan si el Espíritu Santo está ausente?

Considera los múltiples aspectos de la situación. Presta atención a lo que está sucediendo. Considera cómo tu situación o la situación de otra persona te afecta no sólo a ti, sino a la gente que te rodea. ¿Cómo la situación afecta la gloria de Dios? ¿Cómo la situación afecta el ministerio de Dios y el progreso de Su reino? Hay muchos lados diferentes de cada situación. Un solo evento o petición no comienza o termina con sólo tu experiencia. Esta petición es importante. Es importante para ti. También puede ser importante para tu familia, tu iglesia, o tu amigo, o tal vez para Dios. Debes saber lo que está sucediendo a tu alrededor para orar adecuadamente por ello. Prepárate para orar observando y prestando atención.

Prepárate para la oración organizando tu oración. Algunas personas piensan que la oración es repetir el mismo conjunto de peticiones una y otra vez. Algunas personas pueden pensar que la oración es decir las mismas cosas cada vez que oran. Si vas a través de las oraciones sin pensar en ellas, estás haciendo “vanas repeticiones”. Jesús dijo: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7). Si vas a través de una lista de oraciones rutinariamente sin pensar, cada vez que oras – en casa o en la iglesia – está orando en vanas repeticiones.

Si alguien ora por lo mismo cada vez, no ha pensado sobre su oración. No ha tomado un momento para invertirse en su petición a Dios. Algunas personas piensan que la oración es decir palabras religiosas. Pero las elecciones de palabras no toman el lugar de un argumento sincero. Si quisiera pedir prestado un poco de dinero de ti, no confiaría solamente en palabras grandes para hacer mi argumento fuerte. No te convencería si de repente cambio mi vocabulario, pero el contenido de lo que dije no tiene sentido. Las palabras religiosas no sustituyen un pensamiento solido.

Ir a lo loco de una cosa a otra sugiere que no te has preparado para orar. Si una petición es importante para ti, entonces no tiene sentido que pases rápidamente a la siguiente petición y luego a la siguiente petición sin primero argumentar plenamente tu caso. Algunas personas oran en palabras muy generales: “Querido Dios, bendiga la iglesia, salve a los perdidos, bendígame a mí y a mi familia”. Pero eso no toma mucha preparación. Eso es evidencia de falta de sinceridad. Eso no es oración apasionada de un corazón que se preocupa. Por lo tanto, debido a tu falta de pasión, no estás listo para orar en serio, y debes prepararte para la oración volviendo a la etapa de preparar tu corazón para orar.

Prepárate para la oración sabiendo qué tipo de oraciones Dios contesta. Para hacer esto, es absolutamente necesario que sepas lo que la Biblia dice. Por lo tanto, debes leer tu Biblia cuidadosamente. Por lo tanto, debes escuchar los sermones cuidadosamente. En el tribunal de justicia, los abogados hacen sus argumentos apelando a la ley que se aplica a su caso. Para ello, deben estudiar la ley con mucho cuidado. Un abogado que no se preparó para su caso estudiando la ley y los casos que se aplican a lo que están discutiendo no podía esperar convencer al juez de nada.

También tienes algo a que pedir. Tienes la revelación divina de la Palabra de Dios. No te estás preparando para orar si descuidas tu Biblia y no escuchas los sermones. La Biblia y los sermones te están dando municiones para usar en la batalla de la oración. Si no le das a la Biblia y los sermones tu atención, por definición no estás preparado para orar seriamente. Tomemos por ejemplo el caso de Abraham.

Abraham oró para que Dios no destruyera a Sodoma. Él dijo:

“¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:23-25).

Abraham apeló a la justicia de Dios. Él estaba diciendo: “¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad” “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” De hecho, continuó orando hasta que Dios acordó no destruir la ciudad si había 10 personas justas allí. Nota que Abraham fue persistente. Abraham tuvo el valor de pedir razón a pesar de la ira. Abraham tuvo la fe para pedir misericordia a pesar del pecado. Abraham tenía suficiente confianza en los atributos de Dios para participar en semejante argumento. Abraham no fue irrespetuoso. Abraham tenía tanto respeto por Dios que podía apelar a la calidad del carácter de Dios. Pero el requisito previo, la información necesaria para hacer este argumento, era que Abraham necesitaba conocer el carácter de Dios. Abraham tenía que tener una idea de quién era Dios. Si Abraham no sabía quién era Dios, si Abraham no creía que Dios era justo, hubiera sido sabio permanecer en silencio. Pero, Abraham sabía que Dios era justo. Abraham sabía quién era Dios. Por lo tanto, Abraham discutió y razonó con Dios. Debes saber quién es Dios escuchando los sermones cuidadosamente y leyendo la Biblia constantemente.

La oración seria requiere un cuidadoso pensamiento y preparación. Prepara tu corazón para que se preocupe. Separa lo que realmente quieres de Dios. Piensa cuidadosamente para estar seguro de que debes depender de Dios para esta petición. Al estar convencido de que necesitas a Dios para satisfacer esta necesidad, dirige tus pensamientos a por qué debe suceder. Prepárate velando y orando. ¿Por qué es importante la petición? ¿Por qué es importante que tu petición sea concedida en este momento? Permite que ese pensamiento construya una urgencia y carga dentro de ti. Debes tener una causa. Debes tener un corazón que se preocupa. El deseo de tener tu petición es fundamental para la oración seria. Una oración seria no resulta de un corazón que no es entregado. Aborda la petición desde múltiples perspectivas. Evita las oraciones que dependen del volumen o de la recitación innecesaria. No repitas tus oraciones sin pensar. Evite las oraciones que son demasiado generales. Se específico en la oración. Construye tus oraciones refiriéndote a lo que Dios ha hecho en la Biblia. Construye tus oraciones refiriéndote a lo que Dios ha hecho en tu vida. Prepárate para la oración leyendo la Biblia y escuchando los sermones. Estás practicando lo básico, y en el campo de batalla de la vida Cristiana, es lo básico lo que te mantendrá vivo.

“¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, Y llenaría mí boca de argumentos” (Job 23:3-4).


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(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamín Kincaid Griffith:
“I Am Praying For You” (Samuel O. Cluff, 1837-1910).


EL BOSQUEJO DE

LO BÁSICO DE LA ORACIÓN – PARTE I

por el Sr. John Samuel Cagan

“¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. Expondría mi causa delante de él, Y llenaría mi boca de argumentos” (Job 23:3-4).

(Efesios 6:12)

I.    Primero, el corazón que se preocupa, Salmo 38:6; Filipenses 4:6.

II.   Segundo, el corazón que se preocupa, se prepara para la oración,
Mateo 6:7; Génesis 18:23-25.