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ORANDO POR AVIVAMIENTO

Un sermón escrito por Dr. R. L. Hymers, Jr.
y predicado por Dr. C. L. Cagan
en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
Sábado por la Noche, 29 de Abril del 2017


Por favor voltea a Hechos 1:8. Está en la página 1104 de la Biblia Anotada de Scofield. Por favor pónganse de pie mientras lo leo. Estas son las palabras que Jesús le dio a los primeros Cristianos:

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

Pueden sentarse.

Algunos predicadores dicen que esto se refiere sólo al derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés. Dicen que no podemos esperar que el Espíritu Santo descienda como lo hizo esa vez. Pero están equivocados. Las últimas siete palabras de nuestro texto dicen: “y hasta lo último de la tierra”. Ya que aquellos primeros Cristianos no fueron hasta la “último” de la tierra, Jesús estaba hablando a todos los Cristianos, por todos los tiempos. Él les dijo a ellos, y a nosotros, “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. Escucha lo que Pedro dijo un poco más tarde, en Hechos 2:39.

“Porque para vosotros es la promesa [del Espíritu Santo], y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39)

.

La promesa es para todos los Cristianos, de todos los tiempos – ¡para nosotros!

Así que esos Cristianos volvieron a Jerusalén, y fueron al aposento alto para orar. ¿Por qué oraron? Ellos oraron por el poder del Espíritu Santo que Jesús les había prometido: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1:8). Esa promesa no terminó en Pentecostés. Iain H. Murray dijo:

Mientras Pentecostés instituyó una nueva era, la obra de Jesús en otorgar el Espíritu no terminó allí… (traducción de Iain H. Murray, Pentecost Today? The Biblical Understanding of Revival, The Banner of Truth Trust, 1998, p. 21).

Pero hemos visto sólo un poco de eso desde el gran avivamiento de 1859. La razón principal es el hecho de que la mayoría de los evangélicos no creen que las conversiones sean milagros. Piensan que las conversiones no son más que decisiones humanas. Ellos piensan que todo lo que tienes que hacer es conseguir que una persona perdida diga las palabras de la tal llamada “oración del pecador”. ¡Sólo di esas palabras y eres salvo!

Este es un retorno a la antigua herejía del Pelagianismo – que el hombre es capaz de lograr su propia salvación – en este caso, ¡diciendo unas cuantas palabras! O por venir “al frente” en un servicio Cristiano – ¡o levantando la mano! Esto es Pelagianismo crudo – esa antigua herejía, que enseña que una persona perdida puede salvarse a sí misma por alguna acción, o por decir las palabras de una oración. Yo lo llamo “oración mágica”. En realidad, es “magia” en lugar de Cristianismo. En la magia tú dices ciertas palabras, o hace ciertas acciones, y esas palabras o acciones producen un resultado sobrenatural. ¡Es magia!

Pero cada verdadera conversión es un milagro. Escucha a Marcos 10:26.

“Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible…” (Marcos 10:26, 27).

Ellos preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” Jesús respondió: “Para los hombres es imposible”. ¡El hombre en un estado de pecado no puede hacer nada para ser salvo o para ayudarse a sí mismo a ser salvo! Pero entonces Jesús dijo, “mas para Dios no; porque todas las cosas son posibles para Dios”. ¡La salvación de una persona es un milagro de Dios! Y Paul Cook dijo correctamente: “Las características del avivamiento no son diferentes a las características de cualquier trabajo normal del Espíritu Santo, excepto en términos de intensidad y cantidad” (traducción de Fire From Heaven, EP Books, 2009, p. 117).

Cuando una persona es convertida es un milagro de Dios. Cuando muchas personas son convertidas en un corto período de tiempo, es un milagro de Dios. La única diferencia es “en términos de intensidad y cantidad”. Cuando oramos por avivamiento, estamos orando para que el Espíritu Santo obre en los corazones de muchas personas a la vez.

¿Qué hace el Espíritu Santo en la conversión? Primero, “cuando él venga, convencerá (convicción)...de pecado” (Juan 16:8). Paul Cook dijo: “La gente no es naturalmente convencida de su pecado; por naturaleza se auto-justifica. Se requiere un trabajo específico del Espíritu. Y cuando el Espíritu obra, el pecado se vuelve detestable [horrible, repugnante], lo que lleva a una persona a odiarlo y abandonarlo”. Como una joven dijo: “Yo estaba hastiada de mí misma”. Si tú no tienes algo de convicción de pecado así, no tendrás una conversión verdadera. Así que debemos orar para que el Espíritu Santo dé convicción de pecado a los que no son salvos.

La segunda cosa que el Espíritu Santo hace en una conversión es que le revela Jesús a la persona que está bajo convicción de pecado. Jesús dijo: “Tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14). Una persona perdida nunca conocerá a Jesús personalmente a menos que el Espíritu Santo lo dé a conocer. Pero si no tienes convicción de pecado, el Espíritu Santo no hará a Jesús real para ti en salvación.

Así que, cuando estamos orando para que el Espíritu Santo descienda con poder, estamos pidiendo principalmente a Dios que envíe el Espíritu para (1) convencer a la persona perdida de su terrible naturaleza pecaminosa, y (2) que el Espíritu Santo revele Jesús a esa persona, para que puedan conocer el poder de la Sangre de Jesús que los limpia de pecado.

Pero la mayoría de los evangélicos no saben por qué orar porque no ven la necesidad de que la gente perdida venga bajo convicción de pecado, y ellos no creen en la conversión de “crisis” como lo hicieron nuestros antepasados. Nuestros antepasados dijeron que una persona bajo convicción estaba “despierta”, pero todavía no salva. Ellos decían que una persona despierta necesitaba pasar por la agonía de apartarse del pecado, comparados a una mujer pasando por los dolores de parto para tener un bebé. Sólo de esta manera, nuestros antepasados dijeron, podría una persona verdaderamente experimentar la conversión (cf. la conversión de “Cristiano” en El Progreso del Peregrino).

Mi hijo, John Samuel Cagan, experimentó una clara conversión de crisis.

      Antes de mi conversión me sentía como morir...No podía encontrar ninguna forma de paz...El Espíritu Santo comenzó a convencerme definitivamente de mi pecado en ese tiempo, pero con toda mi voluntad rechacé todos los pensamientos que tenía acerca de Dios y la conversión. Me negué a pensar en ello, pero no pude dejar de sentirme tan atormentado. Para el Domingo por la mañana del 21 de Junio del 2009, estaba completamente agotado. Estaba muy cansado de todo. Comencé a odiarme, a odiar mi pecado y cómo me hacía sentir.
      Mientras Dr. Hymers estaba predicando, mi orgullo intentaba desesperadamente rechazarlo, y no escuchar, pero mientras predicaba podía literalmente sentir todo mi pecado en mi alma. Estaba contando los segundos hasta que el sermón terminara, pero el pastor seguía predicando, y mis pecados se volvieron cada vez peor. Ya no podía dar coces contra el aguijón, ¡tenía que ser salvo! Incluso cuando la invitación fue dada me resistí, pero yo simplemente no podía soportarlo más. Yo sabía que era el peor pecador posible y que Dios era justo para condenarme al Infierno. Estaba tan cansado de luchar, estaba tan cansado de todo lo que era. El pastor me aconsejó y me dijo que viniera a Jesús, pero no lo hacía. Aun cuando todo mi pecado me condenó, todavía no confiaba en Jesús. Estos momentos fueron los peores de todos, ya que sentí como que no podía ser salvo y tendría que ir al Infierno. Yo estaba “tratando” de ser salvo, yo estaba “tratando” de confiar en Jesús y yo no podía, yo simplemente no podía forzarme a ser Cristiano, y me hizo sentir sin esperanza. Podía sentir mi pecado empujándome hacia el Infierno, sin embargo, podía sentir mi terquedad deteniendo mis lágrimas. Estaba atascado en este conflicto.
      De repente, las palabras de un sermón predicado años antes entraron en mi mente: “¡Ríndete a Jesús! ¡Ríndete a Jesús!” La idea de que tendría que entregarme a Jesús me afligía tanto que por lo que parecía una eternidad, simplemente no lo haría. Jesús había dado su vida por mí. El verdadero Jesús fue a ser crucificado por mí cuando yo era Su enemigo y no me rendiría a Él. Este pensamiento me quebrantó; Tuve que dejar ir todo. ¡No podía aguantarme más, tenía que tener a Jesús! En ese momento me rendí a Él y vine a Jesús por fe. ¡En ese momento parecía como si me hubiera dejado morir, y entonces Jesús me dio vida! No hubo acción ni voluntad de mi mente pero con mi corazón, con un simple reposo en Jesús, ¡Él me salvó! ¡Él lavó mi pecado en Su Sangre! En ese momento dejé de resistir a Jesús. Estaba tan claro que todo lo que tenía que hacer era confiar en Él; puedo recordar el instante exacto en que dejó de ser yo y fue sólo Jesús. ¡Tuve que rendirme! En ese momento no hubo sentimiento físico ni luz cegadora, no necesité un sentimiento, ¡tuve a Jesús! Sin embargo, al confiar en Jesús, sentí como si mi pecado fuera levantado de mi alma. ¡Me volví de mi pecado, y miré a Jesús solo! Jesús me salvó.

John tuvo una conversión de crisis. No oró una oración de pecador rápida. Pasó por el dolor de la convicción y el esfuerzo. Y él confió en Jesús. Él tuvo lo que el Apóstol Pablo experimentó. Estoy de acuerdo con el Dr. Martyn Lloyd-Jones que el Apóstol Pablo nos da un ejemplo de una conversión real en los dos últimos versículos de Romanos 7. Dr. Lloyd-Jones dijo que estos versículos describen la conversión de Pablo. Pablo dijo:

“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).

¡Eso es convicción! – cuando el pecador se da por vencido en sí mismo y está hastiado de su corazón pecaminoso que le ha esclavizado. Entonces Pablo dijo:

“Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 7:25).

¡Esta es conversión – cuando el pecador atormentado es deliberado por Jesucristo el Señor! Está aquí, por primera vez, el pecador, que se le ha hecho ver que es un esclavo al pecado sin esperanza, finalmente se vuelve a Jesús y es salvo por Su Sangre.

Así, éstas son las cosas por las que más debes orar si quieres que nuestra iglesia tenga avivamiento. Primero, ora para que Dios envíe Su Espíritu para convencer a las personas perdidas de pecado. ¡Segundo, ora que el Espíritu de Dios les revele Jesús a ellos y los atraiga a Él, para el perdón a través de Su muerte en la Cruz, y limpieza del pecado a través de Su Sangre preciosa! Tercero, y más importante, debemos orar por los que son verdaderamente salvos que confiesen sus pecados abiertamente.

El Pastor Brian H. Edwards dijo que las oraciones de avivamiento se centran en “los convertidos, los ansiosos (despertados) y los no despiertos” (traducción de Revival, Evangelical Press, 2004 edition, p. 127). ¿Por qué las oraciones de avivamiento se centran en los “convertidos”, así como los “ansiosos” y “los no despiertos”? Porque los que son salvos pueden estar reincididos. En la Primera Iglesia Bautista China el avivamiento comenzó entre las personas que eran salvas y tenían pecado en sus corazones. Comenzaron a confesar su pecado abiertamente, con lágrimas, delante de todos. Algunos tenían amargura hacia otros en la iglesia. Algunos habían permitido pecados secretos entrar en sus vidas. Habían excusado sus pecados, diciendo que no importaban. Pero a medida que el Espíritu Santo descendió, fueron quebrantados de corazón. Se dieron cuenta de que estaban fríos y muertos en sus oraciones. Se dieron cuenta de que estaban amargados y enojados hacia otros en la iglesia. Otros no estaban dispuestos a hacer algo que sabían que Dios quería que lo hicieran.

Puede que haya un Cristiano en nuestra iglesia que se rehúsa a obedecer a Dios en algo. ¡Eso puede detener el avivamiento! Cuando el avivamiento llegó a Asbury College en Wilmore, Kentucky en 1970 cientos de estudiantes verdaderamente convertidos sintieron que tenían que confesar públicamente. Se pusieron en línea, a veces durante horas, esperando llegar al micrófono en la capilla para confesar… su [desobediencia] y pedir oración.

El hombre que dirigía la reunión no predicó. En cambio, dio brevemente su testimonio, y luego hizo una invitación a los estudiantes para hablar de sus propias experiencias Cristianas. No había nada particularmente inusual en eso. Un estudiante respondió a su oferta. Luego otro. Luego otro. “Entonces ellos comenzaron a llegar al altar”, dijo. “Se desató”. Poco a poco, inexplicablemente, los estudiantes y profesores por igual estaban en silencio orando, llorando, cantando. Buscaron a otros a los que les habían hecho malas acciones y pidieron perdón. El servicio de la capilla se prolongó durante ocho días [24 horas al día].

Esto es lo que ocurrió en la Primera Iglesia Bautista China también, casi al mismo tiempo que el avivamiento de Asbury. Duró horas, mientras los jóvenes Chinos se confesaban y oraban. Confesión abierta fue común en el avivamiento de Corea en 1910. Hoy confesión abierta por los Cristianos, con lágrimas, es común en China, en el gran avivamiento allí. Evan Roberts gritó: “Señor, dóblame”, cuando cedió a Dios y se convirtió en un líder en el avivamiento de Gales de 1905. ¿Y tú? ¿Orarás para que Dios te doblegue? ¿Confesarás tu pecado abiertamente? ¿Te pondrás bien con los hermanos y hermanas en la iglesia? ¿Experimentarás avivamiento y el gozo que trae? Escucha las palabras de “Examíname, oh Dios”.

“Examíname, Oh Dios, y conoce mi corazón:
Pruébame, y conoce mis pensamientos:
Y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
Y ve si hay en mi camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno”.
   (Salmo 139:23, 24).

Ahora escucha el coro de “Espíritu del Vivo Dios”.

Espíritu del vivo Dios, baja, oramos.
Espíritu del vivo Dios, baja, oramos.
Derrítenos, quebrántanos.
Espíritu del vivo Dios, baja, oramos.

Eso puede ocurrir en nuestra iglesia si Dios hace descender Su Espíritu en avivamiento. Escucha de nuevo a “Examíname, Oh Dios”.

“Examíname, Oh Dios, y conoce mi corazón:
Pruébame, y conoce mis pensamientos:
Y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
Y ve si hay en mi camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno”.
      (Salmo 139:23, 24).

Ahora permítanme hablar a aquellos de ustedes que están perdidos. Jesús derramó Su Sangre para lavar tu pecado. Si confías en Él, serás salvo. Si deseas hablar con nosotros acerca de confiar en Jesús, por favor quédate aquí en este auditorio y hablaremos y oraremos contigo. Amén.


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(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída Antes del Sermón por el Sr. Noah Song: Isaías 64:1-3.
El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“Revive Thy Work, O Lord” (por Albert Midlane, 1825-1909).