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LA CONCIENCIA Y LA CONVERSIÓNpor el Sr. John Samuel Cagan Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:15). |
La Biblia de Estudio Bíblico de la Reformación tiene un buen artículo sobre “La Conciencia y la Ley”. Dice:
La conciencia es el poder edificado en nosotros…para pasar juicios morales en nosotros mismos, aprobando o desaprobando nuestras acciones, pensamientos, y planes, y nos dice, si lo que hemos hecho está…malo, que merecemos sufrir por ello…Pablo dice que Dios ha escrito cierto conocimiento de Su ley en todo corazón humano (Romanos 2:14-15) y la experiencia confirma esto (Traducción de The Reformation Study Bible, Ligonier Ministries, 2005 edition, p. 415).
Nuestro texto dice:
“Dando testimonio de su conciencia” (Romanos 2:15).
Deja que la Biblia responda cuatro preguntas acerca de la conciencia humana.
I. Primero, ¿de dónde vino la conciencia humana?
Cuando Dios creó al hombre, se nos dice:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7).
Lo que hizo al hombre diferente de los animales fue el “aliento de vida”. La palabra Hebrea es “neshamah”. Se traduce “aliento de vida”. Strong señala que significa “espíritu” (#5397). El “neshamah” se convirtió en el espíritu del hombre, separado del alma (mente) y cuerpo en función. Este “aliento de vida” le dio al hombre dos cosas que ningún animal tiene – primero, la habilidad de conocer a Dios y segundo, la habilidad de distinguir entre el bien y el mal. O, podemos decir, el “aliento de vida” en él le dio al hombre su espíritu humano por el cual su mente (conocida como alma) fue activada. Con esta mente él podía pensar y hacer decisiones. Pero los animales también tienen mentes. Fue el espíritu del hombre que vino del “aliento de vida”, lo que hizo al hombre diferente. El “neshamah”, o “aliento de vida”, se hizo el espíritu humano del hombre, y le dio solo al hombre la habilidad de conocer a Dios personalmente, y la habilidad de distinguir entre el bien y el mal.
La función de la conciencia es dada en Proverbios 20:27:
“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del corazón”.
El “espíritu” en este versículo que quiere decir “inspiración divina” o “espíritu”, y viene de la misma palabra “aliento de vida”. Proverbios 20:27 nos muestra que “neshamah” dada por Dios a Adán, se convirtió en el “espíritu del hombre”. Este es el primero de los tres elementos funcionando en el hombre – espíritu, alma, y cuerpo. El alma es la mente. El espíritu es la conciencia y habilidad de conocer a Dios. El cuerpo es la carne. El “neshamah” se hizo el espíritu del hombre, con su conciencia escudriñando las partes interiores del hombre. Eso es la conciencia del hombre. Esa es la parte del hombre que le dice cuando él está mal.
“Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón” (II Samuel 24:10).
El “corazón” en ese sentido se refiere al “neshamah” de David, la función de su conciencia. Eso es, su conciencia le molestaba porque él pecó al censar al pueblo. (Nuestro pastor Dr. Hymers aprendió algunas de estas ideas del Dr. Timothy Lin, su pastor de mucho tiempo, ex-profesor del Hebreo del Antiguo Testamento en el departamento de postgrado en la Universidad Bob Jones y ex-presidente del Seminario Evangélico China, en Taipéi, Taiwán).
La historia clásica “Pinocho” habla de una marioneta que desea ser un niño de verdad. Mientras él es una marioneta, él tiene un grillo que es el sustituto de la conciencia. Pero cuando él se convirtió en un niño de verdad, él recibió una verdadera conciencia en su corazón, para decirle entre el bien y el mal. Nuestros primeros padres fueron creados con una conciencia viva que funcionaba, pero sus conciencias fueron desfiguradas después. Sus conciencias se hicieron poco confiables.
II. Segundo, ¿qué le sucedió a la conciencia humana?
Nuestros primeros padres pecaron en el Huerto del Edén. En la Caída, la imagen de Dios fue corrompida dentro del hombre, y la conciencia humana se hizo defectuosa. Por esta razón, cuando Dios confronto a Adán por su pecado, él hizo excusas, como lo hizo Eva (Génesis 3:11-13). Ninguno de ellos tuvo remordimiento porque sus conciencias estaban degradadas. Lo mismo era cierto del primer hijo de Adán, Caín. Aun cuando Dios lo encontró asesinando a su hermano, él no tuvo convicción. Todo lo que Caín pudo hacer fue excusarse a sí mismo. Esto muestra que la conciencia del hombre no era fiable después de la Caída en el Huerto del Edén. Así, una conciencia no confiable, degradada ha pasado de Adán a nosotros.
Pero se pone peor. Lo más que la persona peca lo más profana y arruinada se hace su conciencia. Lo más que el hombre peca lo más oscura y no confiable su conciencia se hace. En el mundo antiguo, se nos dice, que ellos
“…se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21).
Y, para el tiempo de Pablo, el hombre es descrito como:
“Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza” (Efesios 4:18-19).
“Mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tito 1:15).
Y mientras la gente continúa pecando, cauterizan sus conciencias pecando más y más:
“Por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia” (I Timoteo 4:2).
En “los actos de afuera” de un circo antes podías ver a un hombre con escamas como lagarto. Era real. Podías ver a una mujer con dos cabezas. Podías ver al hombre más alto del mundo. Podías ver a un hombre que puso una espada en una llama caliente hasta que la espada estaba roja. Entonces se ponía la espada caliente sobre su lengua. Vapor salió de su boca. Eso no era un truco. ¡Él hombre podía poner el metal rojo caliente sobre su lengua! ¡El hombre verdaderamente podía poner una espada ardiente sobre su lengua y no sentir ningún dolor! La razón porque lo podía hacer era que lo había hecho vez tras vez. Lo había hecho tantas veces que él ya no sentía ningún dolor. Su lengua se había cauterizado tantas veces que desarrolló un callo, ¡y no sentía ningún dolor! Esto es lo que le sucede a tu conciencia cuando pecas. ¡“Teniendo [tu] conciencia cauterizada” (I Timoteo 4:2)! En otras palabras, lo más que pecas, lo más cauterizada se hace tu conciencia, hasta que está tan cauterizada por la llama del pecado que tú ya no sientes ningún dolor en tu conciencia, no importa cuánto peques.
Hitler había pecado tanto tiempo, que para el tiempo de la Segunda Guerra Mundial pudo ordenar la tortura de niños Judíos. Él pudo ordenarle a los despiadados asesinos en serie Nazi, que abrieran los estómagos de los niños Judíos para ver cuánto tiempo les tomaría morir. Hitler pudo ordenar que 6 millones de Judíos fueran asesinados con gases, simplemente porque eran Judíos, sin el más mínimo dolor en su conciencia. Así, el rey de Inglaterra Henry VIII pudo cortar las cabezas de sus dos inocentes jóvenes esposas. Después, sin ninguna punzada en su conciencia, él podía comer una buena cena e irse a dormir tranquilo, ¡como teniendo su “conciencia cauterizada” por un fierro caliente!
Tu conciencia ya estaba desfigurada cuando naciste. Heredaste una conciencia quebrantada de tu padre Adán. ¡Así que tú tuviste una conciencia que funcionaba mal cuando eras niño! Agregando a eso los pecados de tu niñez. Cada vez que le mentías a tu madre, tu conciencia se ensuciaba. Cada vez que robabas algo, cada vez que hacías trampa en la escuela, cada vez que pensabas en cosas sexuales, tu conciencia se ensuciaba más y más y más – hasta que al final empezaste verdaderamente a cauterizarla. Como con un fierro caliente, empezaste verdaderamente a cauterizar tu conciencia. La cauterizaste a propósito. A propósito aplicabas el fierro caliente del pecado – cauterizando tu conciencia vez tras vez con pecados más grandes. Pecados que solo tú sabes. Pecados que harían que tu madre se avergonzara de ti. Algunos de ustedes han cauterizado sus conciencias tanto que disfrutan tomando parte en ellos. Tú sabes cuales son. Tú sabes cómo han cauterizado tu conciencia. Tú sabes cómo empañaron tu sentido del mal. Tú sabes cómo se hizo casi imposible para ti sentir alguna culpa por ellos. Y muchas veces has pensado que ya has sido entregado a la reprobación. Has pensado que has cometido el pecado imperdonable. Que porque tú deliberadamente cauterizaste tu conciencia, y deliberadamente pecaste, has arruinando tu propia conciencia que una vez fue tierna y ya no tienes ninguna esperanza de ser salvo.
Y en la soledad y el silencio de la noche sientes miedo. Te preguntas si tu oportunidad ya pasó. Enmascaras tu pánico detrás de una cara tranquila. Pero en tu interior tienes miedo de que hayas ido demasiado lejos. ¿Qué podemos hacer nosotros por ti? Eres tú quien te has arruinado a ti mismo. Eres tú quien ha cauterizado tu propia conciencia. ¿Qué puedo hacer para ayudar a un hombre que ha matado a su propio corazón? ¿Cómo puedo corregir a alguien que ha quemado su conciencia más allá de la reparación? Soy impotente. Sólo puedo verte con tristeza – como pecador, sin futuro y esperanza. Sólo puedo compadecerte. No te puedo ayudar de ninguna manera. Estás condenado. Alguien con una conciencia cauterizada ya está condenado. Jesús dijo:
“El que no cree, ya ha sido condenado” (Juan 3:18).
No es que vas a ser condenado cuando mueras, en el futuro. Ya estás “condenado” (Juan 3:18). Tú conciencia cauterizada y arruinada no puede ser restaurada, y por eso no hay esperanza para ti. Tú ya estás “condenado” – tan seguro como si ya estuvieras en el Infierno. Y nada que yo pueda decir o hacer te va a ayudar de ninguna manera.
III. Tercero, ¿cómo puede la conciencia del Cristiano ser contaminada?
Cuando naces de nuevo, Jesús te salva, y renueva tu conciencia. Pero después de que eres salvo no eres raptado inmediatamente al Cielo. Tú permaneces en la tierra. Permaneces en tu propia vida. Permaneces en una vida rodeada por el pecado. Permaneces en una vida que será atacada por el Diablo. Al principio cuando fuiste convertido tu conciencia era sensible al pecado. Nunca pasarías un día entero sin orar. Tus pensamientos a menudo volvían a Jesús. Eras feliz al ser perdonado y aceptado por Dios.
Pero entonces llegan las tormentas de la vida. Los desafíos de la vida comienzan a hacerte confiar en ti mismo de nuevo. Tú y Jesús se hacen más distantes. Al principio, puedes pensar que vas a hacerlo mejor la próxima semana, el próximo mes, o el próximo año, pero la distancia se hace habitual. Oras cada vez menos ahora. Te sientes menos culpable si no lees la Biblia todos los días. La urgente necesidad de que una vez tuviste de orar a menudo ha desaparecido. Los pecados que alguna vez te hubieran ofendido, ahora no parecen ser tan sucios. Sin embargo puedes sentir durante todo el día, que no estás contento de estar en la iglesia. Empiezas a ver fallas en los demás Cristianos. Los defectos que ves en otros justifican los tuyos. Tu conciencia se ha cauterizado.
La experiencia de la vida te está venciendo. Cuando ves a otros Cristianos que están contentos, te recuerdas de lo mucho que has tenido que pasar. Te dices a ti mismo que sólo son felices porque todavía no tienen experiencia. Una vez que tienen experiencia, van a ser tan infelices como tú. Te imaginas, que una vez que pasen por alguna tragedia, como tú has pasado, serán escépticos y endurecidos como tú. Las tribulaciones de la vida no han tenido el efecto que Dios había destinado que ellas tuvieran en ti. Tu conciencia se ha enfriado.
Tu vida no tiene esperanza. Tu vida no tiene fe. No puedes creer que Dios pueda hacer las cosas que Él ha prometido. ¿Atesoras los quince minutos de tiempo que te toma hacer tu lectura Bíblica diaria, o la descuidas? ¿Deseas pasar tiempo en oración con los hermanos y hermanas en Jesús? ¿Tienes amor por las personas que están perdidas, o tratas de no preocuparte por ellos? Entonces estás reincidido. Tu conciencia se ha contaminado. Debes volver a Jesús. Debes volver al Salvador y ser lavado de nuevo con Su Sangre. Sé humilde, y confiesa tus pecados, para que tu conciencia – para que tu vida – pueda ser reavivada. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Santiago 5:16).
IV. Cuarto, ¿cómo entra Dios en la escena?
Es algo muy peligroso tomar esto a la ligera. Así que con cautela, te digo que – puede ser que Dios te de convicción. Él no promete dar convicción a todos. Si Él te ha dado alguna convicción antes, no hay garantía que Él te la dará de nuevo. Frecuentemente aquellos que experimentan alguna convicción nunca más son visitados con convicción por el Espíritu de Dios. Pero Él puede, Él puede, puede que te dé alguna convicción
“de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8).
Y después de todo el rechazo y de la necedad que has hecho, mereces ir al Infierno sin ser convencido de tu pecado y necesidad de Jesús. Pero si Dios te da alguna convicción de pecado, no tomes a la ligera la pesadez y convicción que Dios te da. ¡Si pierdes tu convicción puede que el Espíritu Santo nunca regrese a ti!
En tu corazón has escupido en el rostro de Jesús todos estos años. Piensa que tan seguido lo has rechazado. Has rechazado a Jesús con tu actitud y conducta. Jesús no te debe nada. Tú mereces el Infierno y el Juicio. Si dices en tu corazón: “Es verdad – Dios no me debe nada, solo las llamas del Infierno. ¡No merezco nada más!” Si sientes que un juicio terrible es todo lo que mereces; si sabes que debes ser rescatado, porque estás condenado: entonces, te insto a que vengas a Jesús. Ven a Él como el pecador impotente que eres. Ven a Jesús – llorado, gastado, agotado, y quebrantado. Ven a Jesús como todos nosotros tuvimos que hacerlo: como un enemigo indigno de Dios que apela a Su misericordia. Confía en Jesús y Él lavará tus pecados con Su Sangre. Ven a Jesús y Él te hará limpio por Su Santa Sangre. La Biblia dice que sólo “la sangre de Jesús”
“limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo” (Hebreos 9:14).
Yo estaba más lejos de Jesús que nadie aquí esta mañana. Pequé sin pesar. Empujé intencionalmente a Jesús, y sin embargo Él me amó. Cuando me di cuenta de que Jesús me amaba, mi corazón se quebranto. Jesús me dominó con amor. Jesús me amó tanto que Él tomó mi pecado sobre sí Mismo. Como resultado de mi pecado, Él sudó Sangre en el Huerto de Getsemaní. Jesús era Dios en la carne, y Jesús salió de la perfección del Cielo para sufrir por mi pecado. ¿Cómo podía odiar a Jesús? ¿Cómo podía odiar a Jesús después de que me amó tanto? Había algo malo en mí. Yo necesitaba ayuda. Necesitaba ser rescatado. Necesitaba ser salvo. Jesús me amó. Jesús te ama. Jesús te ama tanto que murió por ti. No pases eso por alto. Alguien realmente murió por ti. Y no fue cualquiera – el unigénito Hijo de Dios murió por ti en la Cruz. Jesús murió de la peor manera posible, para que fueras perdonado. ¿Confiarás en Jesús y serás lavado en Su Sangre? ¿Confiarás en Jesús que te ama a pesar de tu pecado? Jesús no te juzgará. Jesús no te condenará. Jesús te aceptará como Su oveja que se había perdido. Jesús te ama; Jesús siempre te ha amado; Jesús te ama ahora. Confía en Jesús y deja que tu pecado, tu conciencia, todo lo que eres, sea lavado en Su Sangre.
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(FIN DEL SERMÓN)
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Escritura Leída Antes del Sermón por el Sr. Aaron Yancy: Tito 1:10-16.
Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
"I'd Rather Have Jesus" (letra de Rhea F. Miller, 1922;
musica compuesta por George Beverly Shea, 1909-2013).
EL BOSQUEJO DE LA CONCIENCIA Y LA CONVERSIÓN por el Sr. John Samuel Cagan “Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:15). I. Primero, ¿de dónde viene la conciencia humana? Génesis 2:7; II. Segundo, ¿qué le sucedió a la conciencia humana? Génesis 3:11-13; III. Tercero, ¿cómo puede la conciencia del Cristiano ser contaminada? IV. Cuarto, ¿cómo entra Dios en la escena? Juan 16:8; Hebreos 9:14. |