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EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN

por Dr. Kreighton L. Chan

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
Sábado por la Noche, Mayo 31, 2014

“Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (II Corintios 5:18).


Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 12 años. Y cuando sucedió, yo estaba triste pero también aliviado, porque los muchos años de discusiones, peleas y gritos en la casa finalmente llegaron a su fin. Tú has oído que gran parte de mi infancia estuve solo y aislado en el hospital. Eso es verdad. Y cuando yo no estaba en el hospital, tuve esta experiencia traumática en el hogar. Recuerdo que pensé cuando era un niño que haría cualquier cosa para detener la confusión. Me culpaba a mí mismo por la ira entre mis padres. Yo quería tener un hogar feliz y con paz. Yo quería que mis padres se unieran, se reconciliaran entre sí.

Pero si eres Cristiano, tú estuviste involucrado en una disputa mucho mayor que un matrimonio al borde del divorcio. Dios tuvo una controversia contigo, y tú con Dios. En la mayoría de los conflictos hay diversos grados de culpa en ambos lados. Pero ese no es el caso aquí. Dios es bueno y proveyó para nosotros. Pero éramos ingratos y profanos. Él es “Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto” (Deuteronomio 32:4). Y nosotros éramos pecadores impíos. Y nuestros pecados hicieron una separación entre Dios y nosotros. Habíamos quebrantado Su ley perfecta, y no teníamos excusa para ello. Estaba enojado con nosotros cada día. También nosotros estábamos enojados con Él, pero sin ninguna razón. Nos rebelamos contra Él. Dios estaba totalmente justificado en Su ira hacia nosotros. Y no teníamos excusa por nuestra rebelión. Dios hubiera sido completamente justo en enviarnos al Infierno.

I. Primero, Dios nos reconcilió consigo Mismo por Cristo.

“Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (II Corintios 5:18).

Dios en Su amor y misericordia envió a Jesús para llevarnos a Él. Por medio de Jesús somos reconciliados con Dios. Su pasión y Su muerte quitaron nuestra culpa. Jesús lavó nuestros pecados en Su Sangre, y Él nos dio Su justicia. Ahora, por medio de Jesús, Dios nos acepta. Tenemos una relación íntima con Él. Él nos ama y no encuentra culpa en nosotros, y nosotros le amamos. Hemos sido adoptados en el amado de Dios. Ahora

“Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).

Los Cristianos ahora pueden cantar:

Me reconcilia a Dios, Escucho Su perdón;
   Como hijo oí Su voz, No tengo más temor;
Confiando, A Él me acerco hoy;
   Clamando “¡Abba, Padre!” estoy,
Clamando, “¡Abba, Padre!” estoy.
(Traducción libre de “Arise My Soul, Arise” por Charles Wesley, 1707-1788)

¡Alabado sea Dios, conozco a mi Dios por medio de mi Salvador Jesucristo! ¡Qué vida tan maravillosa tenemos los Cristianos con Dios y Jesús!

“Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (II Corintios 5:18).

II. Segundo, Dios nos dio el ministerio de la reconciliación.

Dios nos ha traído a Él por medio de Jesús. Ahora nuestro ministerio es traer a otros a Él por medio de Jesús. Hacemos esto a través de la iglesia local. Este es el ministerio de la reconciliación. El gran evangelista Dr. John R. Rice escribió:

“La gran obligación del Cristiano es cumplir el ‘ministerio de la reconciliación’ (vs.18), que está cometido a nosotros. Ya que estamos reconciliados con Dios, lo que debemos hacer en respuesta al amor y el sacrificio de Jesús es ganar a otros” (traducción de John R. Rice, The Church of God at Corinth, Sword of the Lord Publishers. 1973, comentarios sobre II Corintios 5:18, página 204).

Oh, cómo el Dr. Rice amó a los pecadores. Escucha de nuevo su gran amor por Jesús y el gran enfoque de su corazón para ganar almas. “La gran obligación del Cristiano es cumplir el ministerio de la reconciliación”. Lo que debemos hacer en respuesta al amor y el sacrificio de Jesús es ganar a otros”.

Nuestro ministerio es ganar a otros. Nuestro ministerio es hacer evangelismo. Debemos traer a los pecadores a la iglesia para escuchar la predicación. Debemos cuidar de ellos. Debemos amarlos. Debemos orar por ellos. Así como Dios envió a Jesús para ganar almas, Jesús nos envía a ganar almas también. Jesús dijo:

“Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21).

No vamos a ganar a todas las personas que tratamos de traer. No vamos a ganar a la mayoría. Pero vamos a ganar a algunos. Y van a ser ganados por hermanos y hermanas en la iglesia local que obedecen a Jesús. Somos una extensión del amor y el poder de Jesús. Jesús dijo:

“El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mateo 10:40).

Es como si Dios envía Su brazo a través de Jesús y fieles hermanos y hermanas van al evangelismo. Y entonces Su brazo trae a las personas perdidas a la iglesia y a sí Mismo a través de Jesús y los hermanos y hermanas. Este es nuestro ministerio de la reconciliación. Esta es la forma en que podemos ser usados por Dios para traer a la gente a Él por medio de Jesús.

Tenemos grandes expectativas cuando traemos un pecador para escuchar la predicación. La mayoría no escuchan, al menos no por un tiempo. Pero los que se quedan eventualmente van a escuchar la predicación. Puede iniciar esta gran cadena de la eventual conversión de un pecador. El Apóstol Pablo dijo:

“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:13-14).

El predicador predicará. Esta es la única manera que ellos oirán el Evangelio. Después de escuchar deben creer el Evangelio. Después de haber creído el Evangelio entonces pueda que clamen a Jesús por fe y sean salvos.

Este es nuestro ministerio. Este es nuestro trabajo. Y tienes un trabajo importante en traer jóvenes a la iglesia y cuidar de ellos. Y como dijo el Apóstol Pablo, “que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Efesios 4:1). Somos Bautistas. No somos Católicos o Presbiterianos que creen que sólo el sacerdote y ministro hacen todo el trabajo. No, creemos en el sacerdocio del creyente y en el evangelismo de cada miembro.

¡Eso es evangelismo de cada miembro! No hay sustituto para hacer evangelismo. No hay ninguna razón para no hacer evangelismo. No hay excusa para desobedecer a Jesús. Cualquier otro ministerio en el que estés involucrado, asegúrate de hacer evangelismo. Como el Dr. Rice dijo: “Esta es nuestra obligación. Esto es lo que debemos hacer...para ganar a otros”.

Nuestro ministerio requiere amor. Al igual que todos los grandes ganadores de almas en el pasado estamos motivados para ganar almas por amor a Jesús. ¡Qué gran deuda tenemos con Jesús! No debemos vivir para nosotros mismos, sino para Jesús. Si amamos a Jesús vamos a querer agradarle. No vamos a dejar que nada nos detenga de servirle y de ganar almas. La Biblia dice:

“Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (II Timoteo 2:4).

Si fuéramos buenos soldados de Jesucristo estaríamos más preocupados por agradarle. No permitiríamos que los asuntos de nuestra vida interfirieran en servir a Jesús en ganar almas. ¿Te has enredado con los negocios de la vida? ¿Los malos hábitos de estudio y bajo rendimiento escolar te han impedido ganar almas? ¿Está perdiendo el tiempo yendo a los centros comerciales o al gimnasio y no haces lo suficiente para ganar almas? Si no has puesto tu corazón en ganar almas, no estás complaciendo a Jesús, y no eres un buen soldado de Jesucristo. La Biblia dice:

“Porque el amor de Cristo nos constriñe [fuerza]” (II Corintios 5:14).

Si amaras a Jesús como debes, no podrías hacer otra cosa que pensar y hacer mucho por ganar almas. El amor de Cristo te forzaría a hacerlo. Si no has estado haciendo mucho por ganar almas, muestra que tu amor por Jesús se ha enfriado.

Nuestro ministerio requiere sabiduría. Necesitamos sabiduría para ganar almas. El Apóstol Pablo dijo con tristeza: “Para estas cosas ¿quién es suficiente?” (II Corintios 2:16). Hay tantas trampas potenciales en una persona que viene a la iglesia, quedándose, y luego siendo convertida. Cada paso requiere sabiduría para trabajar con un pecador. ¿Realmente has hecho lo mejor de ti llamando a los visitantes y llegar a conocerlos durante la semana? ¿Realmente has tenido una carga, oras, o incluso has ayunado por tu visitante? La persona que ha traído a alguien a la iglesia que ha sido convertida ha recibido gran sabiduría de Dios. La Biblia dice:

“El que gana almas es sabio” (Proverbios 11:30).

Su sabiduría se ve en su ganar de almas. Si te falta sabiduría, pídele a Dios por ello. El Apóstol Santiago dijo:

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).

Pídele a Dios que te dé sabiduría para traer a tu amigo de la escuela o del trabajo a la iglesia y que se quede en la iglesia hasta que sea convertido.

Nuestro ministerio requiere celo. El celo de hacer la obra de Dios y ganar almas consumió a Jesús. ¡Oh Dios, que tuviéramos más del celo de Jesús! ¡Si pensáramos más espiritualmente, y más sobriamente sobre la condición de la gente perdida, tendríamos más celo! El Apóstol Pablo dijo:

“Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (II Corintios 5:11).

Se aterrorizó Pablo al pensar en que gran juicio estaban los pecadores sin Jesús. Le dio un gran celo para persuadir a los hombres a venir a Jesús. El miedo es otro gran estímulo para el celo. Judas dijo:

“A otros salvad, arrebatándolos del fuego…con temor” (Judas 23).

Oh, que tengamos temor por nuestros amigos de la escuela o del trabajo y los arrebatemos, forzándoles venir a la iglesia para que no vayan al fuego que nunca se apagará.

Nuestro ministerio requiere constancia. Hacer evangelismo es un trabajo duro y rara vez vemos a alguien que de nuestras labores entre a la iglesia y sea salvo. Pero no debemos desanimarnos. Debemos seguir adelante. Dios observa el trabajo que haces para Él.

“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (I Corintios 15:58).

Tenemos la promesa de Dios de que nuestro trabajo no es en vano. Pero la mayor promesa es que si continuamos fielmente, Dios hará que nuestro trabajo coseche fruto.

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9).

Nuestro ministerio nos da gozo. Qué gran privilegio es servir a Dios a través de nuestra iglesia local. Hacer evangelismo es un gozo. Es un gozo sólo obedecer a Jesús y hacer Su voluntad. Y cuando Dios hace el aumento, podemos ver un alma que viene y es convertida. El profeta Isaías, como un tipo de Jesús, dijo:

“He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová” (Isaías 8:18).

Y si somos bendecidos por Dios para ganar almas, podemos decirle lo mismo a Dios: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová”. Y nuestra bendición no sólo será en ese momento, pero eterna, para siempre. La Biblia dice:

“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3).

Este es nuestro ministerio. Ganemos almas. Ven el miércoles a la oración y el evangelismo. Ven el jueves a la oración y el evangelismo. Haz evangelismo personal y entrega esos nombres la noche del Sábado. Trae amigos de tu trabajo o escuela. Fuérzalos a venir. ¡No te rindas!

¡Cuán poco tiempo hay para la siega!
   Con la cosecha vamos hacia Dios.
A reportarnos ante Jesucristo,
   Con la esperanza que “El diga, “¡Muy bien!”

¡Seguemos hoy o perdemos la siega!
   Dios nos ha dado almas que ganar.
Salvemos pues amados de la llama,
   Traigamos hoy un pecador aquí.

Cuan pocos obreros para la siega,
   Y muchas almas mueren sin saber
De ese perdón y amor que ofrece Jesús,
   ¡Llorando oremos y vayamos hoy!
(Traducción libre de “So Little Time” por John R. Rice, 1895-1980).

(FIN DEL SERMÓN)
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rlhymersjr@sbcglobal.net – o puedes escribirle a P.O. Box 15308, Los Ángeles, CA
90015, Estados Unidos.
Llámale por teléfono a (818)352-0452.

La Escritura Leída Antes del Sermón por el Sr. Abel Prudhomme: II Corintios 5:11-18.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“So Little Time” (por Dr. John R. Rice, 1895-1980)


EL BOSQUEJO DE

EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN

por Dr. Kreighton L. Chan

“Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (II Corintios 5:18).

(Deuteronomio 32:4)

I.   Primero, Dios nos reconcilió consigo Mismo por Cristo, Romanos 5:1.

II.  Segundo, Dios nos dio el ministerio de la reconciliación, Juan 20:21;
Mateo 10:40; Romanos 10:13-14; Efesios 4:1; II Timoteo 2:4;
II Corintios 5:14; II Corintios 2:16: Proverbios 11:30;
Santiago 1:5; II Corintios 5:11; Judas 23: II Corintios 15:58;
Gálatas 6:9; Isaías 8:18; Daniel 12:3.