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NO PUDIERON ENTRAR A CAUSA DE INCREDULIDAD

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Mañana del Día del Señor, 19 de Febrero del 2012

“¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:18-19).


Los Israelitas habían sido llamados fuera de Egipto para ir a la tierra prometida de Canaán. Egipto era un tipo o ilustración del pecado. Canaán era un tipo del Cielo. El Dr. John Gill (1697-1771) dijo que Canaán “era un tipo del cielo, aquel reposo del trabajos y labores, que queda para el pueblo de Dios, y al cual se dice que esta generación no entró” (traducción de John Gill, D.D., An Exposition of the New Testament, tomo III, The Baptist Standard Bearer, reimpreso en 1989, pág. 391; comentario sobre Hebreos 3:11).

“Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo”
       (Hebreos 3:11).

De este verso, Matthew Poole (1624-1679) dijo: “Jamás entrarán en mi reposo. Si entran, entonces no soy ni verdadero ni Dios. El reposo era la tierra de Canaán, Deuteronomio 12:9; en lo cierto de aquel tipo, el cielo…es dejarlos fuera de toda paz, a dolor, agonía, ansiedad, y tribulaciones eternas, y a todo mal contrario a su reposo” (traducción de Matthew Poole, A Commentary on the Whole Bible, tomo III, The Banner of Truth Trust, reimpreso en 1990, p. 821; comentario de Hebreos 3:11).

Eso es lo que significa cuando Dios dijo: “Juré en mi ira: No entrarán en mi reposo” (Hebreos 3:11). Los Rabinos antiguos decían: “La generación en el desierto no tiene parte en el siglo venidero”.

¿Por qué no se les permitió entrar a la tierra de Canaán a los que vagaron en el desierto? Nuestro texto dice: “no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:19). Comentando sobre este verso, Spurgeon dijo: “Canaán para nosotros es un tipo de las cosas grandes y buenas del pacto de la gracia que pertenece a los creyentes; pero si no tenemos fe, no podemos tener ni una sola bendición del pacto…el incrédulo debe tener su parte en el lago de fuego. ¡Oh, que Dios los libre del terrible pecado de la incredulidad!” (traducción de C. H. Spurgeon, “An Earnest Warning Against Unbelief,” The Metropolitan Tabernacle Pulpit, volume LVI, Pilgrim Publications, 1979 reprint, p. 470; comentario sobre Hebreos 3:18-19).

“¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:18-19).

¿Por qué debe interesarte a ti lo que les sucedió hace siglos a los Israelitas incrédulos en el desierto? Porque:

“Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos [instruirnos] a nosotros...”
       (I Corintios 10:11).

La historia de Israel incrédulo muriendo en el desierto, sin poder entrar en el reposo de Canaán, nos fue dada como ejemplo. Si esperas entrar en la salvación y al Cielo, no lo harás si no crees en Jesús. A menos que vengas a Jesús por fe, se dirá de ti: “No pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:19).

¿Do pasarás la eternidad?
   Se nos pregunta a ti y a mí;
Dime tú qué contestarás,
   ¿Do pasarás la eternidad?
Eternidad, eternidad,
   ¿Do pasarás la eternidad?
(Traducción libre de “Where Will You Spend Eternity?”
     por Elisha A. Hoffman, 1839-1929; alterado por el Pastor).

“¿Dónde pasaré la eternidad?” ¡Cántala!

Eternidad, eternidad,
   ¿Do pasaré la eternidad?

“No pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:19).

Los Israelitas no pudieron entrar a Canaán. Esto retrata a aquellos que no pueden entrar a Cristo a causa de incredulidad. Así la incredulidad de los Israelitas los detuvo de entrar al reposo en la tierra de Canaán. Aprendemos tres lecciones de aquellos Israelitas incrédulos que se te aplican a ti si no eres salvo – si no has entrado a Cristo a causa de incredulidad.

I. Primero, experimentaron grandes bendiciones, pero no pudieron entrar a causa de incredulidad.

Ellos vieron a Dios hacer cosas grandiosas. Este pueblo estuvo en Egipto cuando Dios juzgó a Faraón. Habían visto al agua volverse sangre. Vieron el ganado de los Egipcios plagado, y grande granizos destruir las cosechas. Habían estado en luz cuando los Egipcios estuvieron en tinieblas que se podían sentir. Ellos habían visto las plagas de las langostas y de piojos, y los otros juicios sobre Faraón y su pueblo. Todos habían comido del cordero de la pascua y habían puesto sangre en los postes de sus puertas – y habían sido librados en la noche que Dios hizo morir a los primogénitos en cada hogar Egipcio. Ellos habían salido de Egipto, de la tierra donde fueron esclavos, sacados por la mano de Dios a la libertad. Éste mismo pueblo había estado con Moisés cuando Faraón los persiguió y Dios abrió el Mar Rojo, y ellos cruzaron a salvo. Ellos habían visto aquel mar cerrarse sobre los Egipcios, ahogando al ejército de Faraón. Sus voces habían cantado: “Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; Ha echado en el mar al caballo y al jinete” (Éxodo 15:1). Y todavía “no pudieron entrar a causa de incredulidad”.

¡Algunos de ustedes aquí esta mañana han visto grandes bendiciones enviadas por Dios! Sabes cómo salvó Dios nuestra iglesia cuando éramos atacados. Cuando el Diablo rugía en contra nuestra, has visto a Dios librarnos. Tú has visto mucha gente librada y salvada por la Sangre del Hijo de Dios. Tú has estado presente cuando Dios contestó nuestras oraciones y bendijo a nuestra congregación. Tus ojos han visto estas cosas, y has oído a los miembros mayores de nuestra iglesia contar las bendiciones maravillosas de Dios. ¡Sin embargo tú mismo no puedes entrar a causa de incredulidad! La justicia de Dios exige que seas juzgado, como lo fueron los Israelitas, ¡porque has visto tales bendiciones y tú aún, tú mismo no puedes entrar a causa de incredulidad!

De nuevo, a los Israelitas se les reveló grandes cosas. Dios jamás le habló a otro pueblo como les habló a ellos. Dios les dio los Diez Mandamientos, escritos con Sus propios dedos. Él moró en el Lugar Santísimo en el Tabernáculo de ellos. Los sacrificios diarios les hablaban de la expiación de Sangre del Cristo que venía. ¡Ningún otro pueblo tuvo tales revelaciones de Dios! Y sin embargo ellos rehusaron oír, y rehusaron someterse. Y aun así no creyeron. “y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:19).

También tú has recibido una revelación clara. De hecho tú has oído el Evangelio más claro que ellos. Tú tienes el Nuevo Testamento que da más revelación de lo que ellos tuvieron. ¿Será contigo como fue con ellos? Sus cadáveres se corrompieron en el desierto. “No pudieron entrar a causa de incredulidad”. ¿Será así contigo también?

Recuerda además que Dios demostró gran paciencia hacia ellos, “Vuestros padres…vieron mis obras cuarenta años” (Hebreos 3:9). ¡Qué grande la paciencia que Dios mostró para con ellos por cuarenta años! ¡Qué gentileza y paciencia les mostró Dios a ellos! ¡Les dio décadas para arrepentirse, cuarenta largos años! ¡Pero no pudieron entrar a causa de incredulidad!

¿Será igual contigo que has oído el Evangelio por muchos meses sin entrar en Su reposo en Cristo? ¿Qué te sucederá cuando se acabe la paciencia de Dios? En la Biblia hay una advertencia clara. Dios dice: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3). Me temo que pronto se dirá de ti, “No pudieron entrar a causa de incredulidad”. Sí, los Israelitas fueron bendecidos en gran modo, pero no pudieron entrar a causa de incredulidad. ¿Será eso cierto de ti también?

II. Segundo, la única cosa que los mantuvo fuera fue incredulidad.

“No pudieron entrar a causa de incredulidad”. No fueron sus pecados que los mantuvo fuera. Dios estaba dispuesto a perdonar todo pecado pero no la incredulidad. Jesús dijo: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” (Mateo 12:31). No eran sus pecados y blasfemias que les impedían entrar en el reposo de Cristo. Fue su blasfemia contra el Espíritu Santo, el rechazo de Su obra en sus corazones, que les mantuvo lejos de la fe que salva, “Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad”. El mayor pecado no mantendrá a nadie fuera del Cielo. La incredulidad te impedirá entrar “en su reposo”.

Una vez más, no fueron las dificultades que les mantuvo fuera. Cuando llegaron a Canaán había ciudades con muros y gigantes que se oponían a ellos. Pero esas cosas no podían detener a Dios de llevarlos a la tierra prometida. Dios haría que los muros de Jericó cayeran al suelo. Dios enviaría avispas en frente de ellos para sacar a los gigantes. Todo lo que tenían que hacer era entrar y tomar posesión de la tierra. Sin embargo, “no pudieron entrar a causa de incredulidad”. ¡Fue solo incredulidad lo que les impidió entrar en el reposo!

¡Sólo cree y entrarás en el reposo en Cristo! Confía en Cristo y todas las imposibilidades desaparecerán, y todas las dificultades desaparecerán. Nada te detiene a excepción de tu incredulidad. ¡Y si no vienes a Jesús y crees en Él nunca entrarás en Su reposo! Jesús dijo: “Si no creéis que Yo Soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24). ¡Ese es el pecado de incredulidad que condena el alma! Como oro para que el Espíritu de Dios te convenza, “De pecado, por cuanto no creen en mí” (Juan 16:9). ¡Si no crees en Jesús, estás condenado! Se dirá de ti, “No pudieron entrar a causa de incredulidad”. Spurgeon dijo: “No fueron los hijos de Anac que los mantuvo fuera; no fue el horrible desierto; no era más que su propia incredulidad” (ibíd., p. 480).

III. Tercero, hubo unos pocos que si creyeron, y si entraron.

Pero, de los que salieron de Egipto hacia Canaán, fueron pocos. ¡Fueron pocos en realidad! ¡Josué y Caleb fueron los únicos peregrinos originales que entraron, aunque Moisés entró después sobre el Monte de Transfiguración.  Dios dijo:

“No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres, excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, y…Josué hijo de Nun, el cual te sirve, él entrará allá...” (Deuteronomio 1:35, 36, 38).

¡Sólo dos de los miles que salieron de Egipto entraron en la Tierra Prometida de Canaán! ¿Qué muestra eso? Muestra que “muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22:14; véase Mateo 20:16). Muestra que “angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:14). Siempre ha sido sólo unos pocos. En el tiempo de Noé sólo “ocho, fueron salvadas” (I Pedro 3:20). En el tiempo de Elías Dios dijo: “Yo haré que queden en Israel siete mil” de los miles y miles que estaban allí (I Reyes 19:18; Romanos 11:04). En la época de Pablo sólo había “quedado un remanente escogido por gracia” (Romanos 11:5). Y Jesús dijo: “No temáis, manada pequeña” (Lucas 12:32). Por tanto no debería sorprendernos saber, que de los miles que salieron de Egipto, sólo Caleb y Josué entraron en la Tierra Prometida. “Angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:14).

¿Serás tú uno de los pocos que se salvan? ¡No asumas que serás! En casi 54 años de ministerio he conocido a cientos y cientos de personas que asumieron que iban a ser salvos. Sin embargo, la mayoría de ellos “no pudieron entrar a causa de incredulidad.” ¡Algunos de sus cadáveres ya están podridos en el desierto!

Caleb y Josué no “entraron en su reposo” porque eran mejores que los que cayeron en el desierto. ¡Oh, no! Ellos entraron porque tenían fe, que es “el don de Dios; No por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Caleb y Josué entraron por causa que ellos creían. El resto no pudieron entrar, dijo Dios: porque “no creísteis a Jehová vuestro Dios” (Deuteronomio 1:32).

“¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:18-19).

Piensa de nuevo sobre Caleb, quien junto con Josué, fue uno de los dos que entraron. Caleb tenía “hermanos” que no creían. Ellos dijeron: “No podremos subir contra aquel pueblo” de Canaán (Números 13:31). Pero Caleb no les siguió en su incredulidad. Más tarde Caleb dijo:

“Y mis hermanos, los que habían subido conmigo [a Canaán], hicieron desfallecer el corazón del pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios” (Josue 14:8).

¡Caleb no permitió que sus hermanos le impidieran entrar! ¡Qué lección para ti! ¡No permitas que tus padres no creyentes o familiares te impidan entrar! ¡No permitas que hagan que tu corazón se “derrita” con dudas y temores! Cristo dijo: “El que ama a padre o madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama a hijo o hija más que a mí no es digno de mí” (Mateo 10:37). ¡Y no dejes que los no creyentes que asisten a la iglesia te impidan entrar!

Josué fue el otro, con Caleb, que entró. Siendo aún muy joven ejerció su ministerio con Moisés. Cuando los demás Israelitas hicieron un becerro de oro y bailaban a su alrededor, Josué informó el pecado de ellos a Moisés (Éxodo 32:17). Mientras los demás adoraban en sus tiendas, este joven “nunca se apartaba de enmedio tabernáculo" (Éxodo 33:11). Allí permaneció a solas con Dios. Ten en cuenta que Josué estaba con Moisés contra los pecados del pueblo. Ten en cuenta que Josué se quedó cerca de Dios en el Tabernáculo. Ese es el tipo de persona joven que va a tener fe para “entrar en su reposo” (Hebreos 3:18). Los jóvenes que están al lado de los líderes de la iglesia en contra de los “niños de iglesia” carnales entrarán. Los que buscan a Dios cuando están a solas entrarán. ¡Pero los jóvenes carnales, inconscientes no entrarán! “Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.” Que cada joven, que quiera “entrar” con Caleb y Josué, diga en su corazón,

Aunque nadie venga, yo aún le sigo,
   Aunque nadie venga, yo aún le sigo.
Aunque nadie venga, yo aún le sigo,
   ¡No vuelvo atrás, no vuelvo atrás!

Esa canción se le atribuye a un joven de la India que se hizo Cristiano. La música es una melodía de la India (fuente: John R. Rice, D.D., Soul-Stirring Songs and Hymns, Sword of the Lord Publishers, 1972, number 316). “La letra es basada en las últimas palabras de un hombre en Assam, noreste de la India, que junto con su familia se convirtió al Cristianismo en el medio del siglo 19 a través de los esfuerzos de un misionero de Gales. Llamados a [abandonar] su fe por el jefe de la aldea, el converso declaró: ‘He decidido seguir a Jesús’. En respuesta a las amenazas [hacia] su familia, continuó, “Aunque nadie venga, yo aún le sigo.’ Su esposa fue asesinada, y él fue ejecutado mientras cantaba. ‘La cruz enfrente, el mundo atrás.’ Esta muestra de fe...llevó a la conversión al jefe y los demás en la aldea” (fuente: Wikipedia). ¡Cántala!

La cruz enfrente, el mundo atrás,
   La cruz enfrente, el mundo atrás,
La cruz enfrente, el mundo atrás –
   ¡No vuelvo atrás, no vuelvo atrás!

“No pudieron entrar a causa de incredulidad”. ¿Entrarás tú? ¿Confiarás en Jesús lo suficiente para entrar? ¡Su Sangre limpiará tu pecado y entrarás y serás salvo! ¿Entrarás en Cristo con simple fe? ¡Cántala de nuevo!

Aunque nadie venga, yo aún le sigo,
   Aunque nadie venga, yo aún le sigo.
Aunque nadie venga, yo aún le sigo,
   ¡No vuelvo atrás, no vuelvo atrás!

La cruz enfrente, el mundo atrás,
   La cruz enfrente, el mundo atrás,
La cruz enfrente, el mundo atrás –
   ¡No vuelvo atrás, no vuelvo atrás!

(FIN DEL SERMÓN)
Puedes leer los sermones de Dr. Hymers cada semana en el Internet
en www.realconversion.com. Oprime “Sermones en Español”.

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write to him at P.O. Box 15308, Los Angeles, CA 90015. Or phone him at (818)352-0452.

La Escritura Leída Antes del Sermón por Dr. Kreighton L. Chan: Hebreos 3:8-19.
El Solo Cantado Antes del Sermón por Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“Alas, Alas, How Blind I’ve Been” (por Nathan Strong, 1748-1816).


EL BOSQUEJO DE

NO PUDIERON ENTRAR A CAUSA DE INCREDULIDAD

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:18-19).

(Hebreos 3:11; I Corintios 10:11)

I.   Primero, experimentaron grandes bendiciones, pero no pudieron entrar
a causa de incredulidad, Éxodo 15:1; Hebreos 3:9; Génesis 6:3.

II.  Segundo, la única cosa que los mantuvo fuera fue incredulidad,
Mateo 12:31; Juan 8:24; 16:9.

III. Tercero, hubo unos pocos que si creyeron, y si entraron,
Deuteronomio 1:35, 36, 38; Mateo 22:14; 20:16; 7:14; I Pedro 3:20;
I Reyes 19:18; Romanos 11:4, 5; Lucas 12:32; Efesios 2:8-9;
Deuteronomio 1:32; Números 13:31; Josué 14:8; Mateo 10:37;
Éxodo 32:17; 33:11.