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MARTILLANDO LAS COSAS COMUNES SIN PARAR

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, 13 de Marzo, 2011

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”
(Hechos 16:31).


El Dr. Martyn Lloyd-Jones habló de “la terrible apostasía que ha caracterizado cada vez más la Iglesia por los últimos cien años [ahora 152 años, desde que el Dr. Lloyd-Jones dijo esto en 1959]...Solo ha habido un avivamiento grande desde 1859... Hemos pasado por uno de los períodos más secos en la larga historia de la Iglesia” (traducción de D. Martyn Lloyd-Jones, M.D., Revival, Crossway Books, 1992 edición, pp. 55, 129).

No hay duda en mi mente que la apostasía de hoy en las iglesias tiene tres raíces. Surgió en parte de la crítica incipiente textual de Johann Semler (1725-1791), que finalmente condujo a las escuelas teológicas más importantes a atacar la infalibilidad de la Biblia. Surgió en parte de la teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-1882), que en gran medida sustituye el verdadero relato de la creación del hombre en el libro de Génesis con su libro de ciencia ficción, El Origen del Hombre (1871). Pero, sobre todo, la apostasía de hoy tiene sus raíces en el cambio del evangelismo de la “Escuela Antigua” al evangelismo de la “Escuela Nueva” (conocido como “decisionismo”), dirigido por C. G. Finney (1792-1875). Por lo tanto, considero que estos tres hombres son la fuente, o cabeza de la fuente, de la apostasía de hoy. La crítica textual de la Biblia, la teoría de Darwin “El Origen del Hombre”, y el “decisionismo” de Finney son las tres puntas del tridente de Satanás, con las que ha punzado a las iglesias y han traído “la terrible apostasía que ha caracterizado cada vez más la Iglesia por los últimos [150] años”, como lo describió el Dr. Lloyd-Jones.

Hoy en día las denominaciones más grandes han sido arruinadas por los herederos de Semler y Darwin. El diente más peligroso del tridente de Satanás para los que permanecen siendo “evangélicos” es el “decisionismo”.

El Decisionismo es la creencia que una persona es salva por venir al frente, por alzar la mano, decir una oración, creer una doctrina, hacer un cometido de Señorío, o algún otro acto humano externo, que es tomado como el equivalente, y prueba de, el milagro de la conversión interna, es la creencia que una persona es salva por medio de la acción de una decisión externa; la creencia que hacer una de estas acciones humanas muestra que la persona es salva.

La Conversión es el resultado de la obra del Espíritu Santo quien atrae a un pecador perdido a Jesucristo para justificación y regeneración, y cambia la posición del pecador ante a Dios de perdido a salvo, impartiendo vida divina al alma depravada, así produciendo una nueva dirección en la vida del convertido. El lado objetivo de la salvación es la justificación. El lado subjetivo de la salvación es la regeneración. El resultado es la conversión
      (traducción de R. L. Hymers, Jr. and Christopher Cagan, Today’s Apostasy: How Decisionism is Destroying Our Churches, Hearthstone Publishing, 2001 edición, p. 17).

La verdadera conversión es, por lo tanto, sobrenatural – mientras el decisionismo es puramente humano. La conversión es de Dios. El decisionismo es del hombre. En el decisionismo el hombre hace algo que toma el lugar de un encuentro de salvación con Jesucristo pero, de hecho, no es eso en lo absoluto.

Después de 150 años de decisionismo las doctrinas fundamentales del evangelismo son raramente predicadas en sermones enteros la mayoría de nuestros púlpitos. Hoy muchos pastores piensan que todo lo que tienen que hacer es que la gente alce la mano y diga “la oración del pecador” – y luego bautizarlos tan pronto como sea posible – ¡porque la mayoría de ellos no serán vistos en la iglesia otra vez!

Sin embargo estoy convencido de que la antigua manera de Spurgeon era la correcta. Él le dijo a los predicadores jóvenes en su universidad:

Debemos ir a estos pecadores y debemos hablarles acerca de tales cosas comunes como el pecado, la muerte, el juicio, el infierno, el cielo, Cristo, y su sangre. Sí, la sangre. Debemos tener eso…debemos martillar esto constantemente: Debemos mantenernos en estas cosas comunes, y hacer claramente en cada sermón… la conversión de los pecadores el objetivo (traducción de C. H. Spurgeon, Speeches, p. 120; citado en Iain H. Murray, Heroes, The Banner of Truth Trust, 2009, p. 279).

Mencionaré esta lista de “cosas comunes” una por una, porque ya dejaron de ser cosas comunes, pero necesitan ser predicadas constantemente. No nos atrevemos a suponer que nuestra gente entiende estas cosas. Spurgeon dijo: “Debemos martillar constantemente esto”.

I. Primero, debemos martillar sin parar al pecado.

Voltea a Romanos 5:12. Lea ese verso de pie y en voz alta.

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).

Se pueden sentar.

Por un hombre, Adán, el pecado entró al mundo. “Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (Romanos 5:19) – y son “por naturaleza hijos de ira,” (Efesios 2:3).

Debemos martillar el hecho de que sí eres pecador “por naturaleza.” Como descendiente de Adán naciste pecador. Cuando eras bebé gritabas, como lo dijo un escritor, “como un pequeño salvaje”. No conozco de ningún animal bebé que grite toda la noche. Sin embargo los bebés humanos lo hacen, como lo sabe la nueva madre cansada. Venimos a gritos y con furia al mundo. A los dos o tres años de edad ya sabemos cómo robar y mentir. No necesitamos que nos enseñe a cometer estos pecados – los hacemos naturalmente, porque somos “por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2:3). Y así sucesivamente. ¡A lo largo de tu vida cometes un pecado tras otro – porque eres pecador por naturaleza, un pecador de corazón, y un pecador desde el principio!

Nadie puede cambiar tu corazón pecaminoso sino Jesucristo. Dios envió a Jesús a morir en la Cruz, y resucitó de los muertos, para que tu corazón pudiera ser cambiado por el nuevo nacimiento, porque “si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (II Corintios 5:17). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” del juicio por tu pecado.

II. Segundo, debemos martillar sin parar a la muerte.

Dios le dijo a nuestro padre Adán que él moriría “el día” que él cometiera el primer pecado humano (Génesis 2:17). Él murió “el día” que él pecó. Las mociones de la muerte empezaron en su cuerpo. Pero, peor que eso, él murió espiritualmente en ese día. Fue separado de Dios al instante, y la muerte reinó sobre su alma. Él se hizo tan muerto para Dios como cualquier pagano adorador de ídolos. Él fue “[muerto] en delitos y pecados” (Efesios 2:1). Él estaba “ajeno de la vida de Dios por la ignorancia que en [él] hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:18).

Y su alma muerta te fue dada a ti. Sí, somos traducianistas. El Dr. Henry C. Thiessen dijo que el traducianismo “sostiene que la raza humana fue creada de inmediato en Adán, en relación con el alma y el cuerpo, y ambos se propagan de él por generación natural... ‘En pecado me concibió mi madre’ (Salmo 51:5), solamente significa que David heredó un alma depravada de su madre [quien heredó una alma muerta, depravada de Adán]” (traducción de Henry C. Thiessen, Ph.D., Introductory Lectures in Systematic Theology, Eerdmans, 1971 edición, pp. 233-234). ¿Cómo puede tu alma muerta vivir? ¡Sólo por el Señor Jesucristo! Dios levantó a Cristo de entre los muertos para darle vida a tu alma muerta, que por la regeneración se hace “[viva] para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” de la muerte espiritual – y de la muerte física en la resurrección.

III. Tercero, debemos martillar sin parar al Juicio y el Infierno.

“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).

Tú morirás físicamente. Es algo extraño, la gente no piensa en la muerte. Ellos también tienden a pensar que no habrá juicio de pecado después que mueran. En su natural, estado depravado, los hombres se engañan a sí mismos al pensar que no hay juicio venidero, y que no hay Infierno que les espera. “No hay temor de Dios” en sus corazones no convertidos (Romanos 3:18). Pero cuando mueran se sorprenderán al encontrarse en las llamas eternas.

“Espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?” (Isaías 33:14).

¿Cómo escaparás del Juicio y del Infierno? Debes tener tus pecados borrados del Libro de Juicio de Dios (Apocalipsis 20:12). No puedes hacer eso tú mismo. Sólo “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” del juicio por tus pecados.

IV. Cuarto, debemos martillar sin parar al Cielo.

Así como hay un verdadero Infierno que evitar, así también hay un verdadero Cielo que ganar. El Apóstol Pedro habló de “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (I Pedro 1:4).

Cuando yo estudiaba en el seminario liberal Sureño Bautista, frecuentemente escuché decir a los profesores que rechazaban la Biblia: “Algunas personas tienen la mente tan celestial que no son buenos terrenalmente”. Pero nunca conocí a alguien así. ¿Y tú? No, al contrario – el hombre en su estado depravado natural, tiene su “mente tan terrenal que no es bueno celestialmente”. Si alguna vez conoces a alguien que piensa mucho sobre el Cielo tú sabrás que es una persona santa. El Pastor Richard Wurmbrand era así. También mi antiguo pastor el Dr. Timothy Lin. Él siempre estaba pensando sobre el Reino que viene.

¿Cómo llega uno al Cielo? Dios envió a Jesús para salvarte de tus pecados, y traerte el Cielo. Jesús dijo “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”, ¡por toda la eternidad en el Cielo!

V. Quinto, debemos martillar sin parar a Cristo y Su Sangre.

Spurgeon dijo, “Debemos ir a estos pecadores y debemos hablarles acerca de esas cosas comunes como el pecado, la muerte, el juicio, el infierno, el cielo, y Cristo, y su sangre. Sí, la sangre. Debemos tener eso...Debemos martillar constantemente a esto: debemos mantenernos en estas cosas comunes...” (Spurgeon, ibíd.).

Leo un sermón de Spurgeon casi todas las semanas. ¡Cómo seguimos su propio consejo! Semana tras semana predicó a Cristo; no tanto sobre las enseñanzas de Cristo, o el ejemplo de Cristo, pero constantemente sobre “Jesucristo Mismo” (Efesios 2:20).

Pecador, debes tener a Jesucristo Mismo para ser salvo. Jesucristo Mismo es la Segunda Persona de la Santa Trinidad. Es Jesucristo Mismo a quien Dios envió desde el Cielo al vientre de la Virgen María. Es Jesucristo Mismo quien vivió una vida sin pecado en la tierra. Es Jesucristo Mismo quien tomó nuestros pecados sobre Él y sudó como “grandes gotas de sangre” en Getsemaní (Lucas 22:44). Es Jesucristo Mismo quien llevó nuestros pecados “en su cuerpo” en la Cruz (I Pedro 2:24). Es Jesucristo Mismo quien pagó el castigo por nuestros pecados en la Cruz. Y es Jesucristo Mismo quien derramó Su preciosa Sangre para limpiarnos “de todo pecado” (I Juan 1:7). Es Jesucristo Mismo quien resucitó físicamente de entre los muertos en su propio cuerpo de carne y hueso (Lucas 24:39). Es Jesucristo Mismo quien “fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19). Es Jesucristo Mismo quien perpetuamente ora por nosotros en el Cielo, “viviendo siempre para interceder por” nosotros (Hebreos 7:25). Y es Jesucristo Mismo quien “con voz de arcángel, y con trompeta de Dios descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero: Luego nosotros los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor [Jesucristo Mismo] en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (I Tesalonicenses 4:16-17). ¡Amén! ¡Aleluya!

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”
       (Hechos 16:31).

No creas cosas solo acerca de Él. Eso no te hará ningún bien. “Cree en el Señor Jesucristo...” (Hechos 16:31). La palabra griega es “eis” – que significa “sobre”. Creer sobre Cristo. Tírate sobre Él. ¡Que seas unido a Jesucristo Mismo! Por favor pónganse de pie y canten himno número 7, “No Es Lo Que Puedo Hacer.”

No es lo que puedo hacer Que mi alma salvará;
No es lo que pueda padecer Que sanará mi ser.

No lo que siento yo Que paz con Dios me dé;
Ni con mi llanto, o mi corazón Podré mi carga alzar.

Tu obra, O Jesús, Mi pecar quitará;
Tu Sangre sola, O Señor, La paz me puede dar.
   (Traducción libre de “Not What These Hands Have Done”
     por Horatius Bonar, 1808-1889).

(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída Antes del Sermón por el Dr. Kreighton L. Chan: Hechos 16:22-31.
El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“Oh, What a Fountain!” (por Dr. John R. Rice, 1895-1980).


EL BOSQUEJO DE

MARTILLANDO LAS COSAS COMUNES SIN PARAR

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”
(Hechos 16:31).

I.   Primero, debemos martillar sin parar al pecado, Romanos 5:12, 19;
Efesios 2:3; II Corintios 5:17.

II.  Segundo, debemos martillar sin parar a la muerte, Génesis 2:17;
Efesios 2:1; Efesios 4:18; Salmo 51:5; Romanos 6:11.

III. Tercero, debemos martillar sin parar al Juicio y el Infierno,
Hebreos 9:27; Romanos 3:18; Isaías 33:14; Apocalipsis 20:12;
I Juan 1:7.

IV. Cuarto, debemos martillar sin parar al Cielo, I Pedro 1:4;
Juan 14:6.

V.  Quinto, debemos martillar sin parar a Cristo y Su Sangre,
Efesios 2:20; Lucas 22:44; I Pedro 2:24; I Juan 1:7; Lucas 24:39;
Marcos 16:19; Hebreos 7:25; I Tesalonicenses 4:16-17.