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MALCO – EL ULTIMO HOMBRE QUE CRISTO SANÓ

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Tarde del Día del Señor, 14 de Marzo de 2010

“Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco” (Juan 18:10).


Después de comer la cena de la Pascua con Sus Discípulos, Jesús los llevó dentro de la oscuridad del Huerto de Getsemaní. Él dejó a la mayoría de los Discípulos a la orilla del Huerto y tomó a Pedro, a Santiago y a Juan padre dentro del Huerto, donde los dejó para que oraran mientras que Él Mismo fue un poco más allá a orar “más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44), conforme Dios comenzaba a cargar “en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).

Unos cuantos minutos después, mientras Jesús le hablaba a los Discípulos, Judas llevó “una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas” (Juan 18:3). Jesús les preguntó a quien buscaban, y ellos “Le respondieron: A Jesús nazareno” (Juan 18:5). Jesús literalmente les dijo: “Yo soy”. En cuanto El dijo: “Yo soy”, que es el nombre de Dios (Exodo 3:14), ellos “retrocedieron, y cayeron a tierra” (Juan 18:6). Entonces parece que hubo una riña y:

“Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco” (Juan 18:10).

Jesús reprendió a Pedro, y le dijo que guardara su espada en la vaina.

Eso nos lleva al hombre llamado Malco, al cual Pedro le cortó la oreja con una espada. El Espíritu Santo consideró este incidente importante lo suficiente para que todos los escritores del Nuevo Testamento lo registraran (Mateo 26:51; Marcos 14:47; Lucas 22:50; Juan 18:10). Todos los escritores de los cuatro Evangelios nos dicen que Malco era un siervo de Caifás, el Sumo Sacerdote,. Pero solo Juan dice su nombre, y solamente Juan nombra a Pedro como el Discípulo que le cortó la oreja. Varios comentaristas modernos asumen que Mateo, Marcos y Lucas dejan fuera el nombre de Pedro porque en sus tiempos la identidad de Pedro podría haberse puesto en riesgo, pero Pedro ya estaba en mucho riesgo, asi que dudo que esa fuera la razón. A mí me parece que esos asuntos nos son desconocidos, y es mejor decir que el Espíritu Santo dejó que Juan, el ultimo escritor del Evangelio, nos diera el nombre de Pedro – tal como el nombre de Malco. Pero fue Lucas solo que nos dijo que Jesús sanó la oreja cortada de Malco.

“Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó” (Lucas 22:50-51).

El hecho de que Malco era “siervo del sumo sacerdote” (Lucas 22:50) explica por qué estaba al frente de la guardia que vino a arrestar a Jesús. Malco era el representante personal del Sumo Sacerdote, y estaba al frente de los guardias, probablemente guiándolos, justo atrás de Judas. Esto explica por qué Pedro lo atacó, ya que estaba dirigiendo a los demás. Entonces leemos que Jesús “tocando su oreja, le sanó: (Lucas 22:51). El Dr. Lenski dijo:

Este es un milagro notable, el ultimo que Jesús hizo...[parece] que la oreja le fue cortada y colgaba por una tira de piel ya que el que Jesús la tocara la restauró perfectamente (traducción de R. C. H. Lenski, D.D., The Interpretation of St. Luke’s Gospel, Augsburg Publishing House, reimpreso 1961, p. 1082; nota de Lucas 22:51).

“Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”
       (Juan 18:11).

“La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Juan 18:11). El Dr. McGee dijo: “Esta es la copa del juicio que El cargó por nosotros en la Cruz...no pensemos que el Salvador [fue a la Cruz] sin querer. Hebreos 12:2 dice: ‘...el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”’ (traducción de J. Vernon McGee, Th.D., Thru the Bible, Thomas Nelson Publishers, 1983, tomo IV, p. 485; nota de Juan 18:11).

Nunca olvides que este era Jesús, el Dios-hombre. Los guardias cayeron cuando a causa de su poder cuando Él dijo: “Yo soy”. Por Su poder, El sanó la oreja cortada de Su enemigo Malco. Este es Jesús el Dios-hombre, quien le dijo a Pedro que metiera su espada en la vaina, y dijo:

“¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53).

El podía haber llamado a miles de ángeles para salvarlo a El de ir a la Cruz, pero El fue a Su crucifixión voluntariamente, a pagar la pena completa por tus pecados.

Las manos de Jesús ataron en el Huerto donde El oró,
Lo avergonzaron por las calles.
Escupieron al Salvador, Él puro y sin pecado,
Dieron voces “¡Crucifícale!”
Podría El haber llamado a diez mil ángeles
A destruir el mundo, y librarlo a El.
Podría El haber llamado a diez mil ángeles,
Pero murió a solas, por ti y por mí.
   (Traducción libre de “Ten Thousand Angels” por Ray Overholt, 1959).

Jesús fue a la Cruz voluntariamente, “como cordero...al matadero” (Isaías 53:7) a pagar el precio de nuestro pecado y a salvarnos del juicio de Dios.

Pero nuestro sermón esta noche se enfoca en este hombre Malco, que era siervo del Sumo Sacerdote – este hombre a quien Pedro le cortó la oreja con su espada – éste que fue la ultima persona a quien Jesús sanó antes de Su crucifixión. ¿Es una persona importante? No, él no era importante tocante a la Cristiandad. Pero se habla de él en los cuatro Evangelios, se nombra en el Evangelio de Juan, y hasta una segunda vez en el Evangelio de Juan como “el [siervo] del sumo sacerdote...a quien Pedro había cortado la oreja” (Juan 18:26).

Mencionado cinco veces en los cuatro Evangelios – eso es todo lo que oímos de él en las Escrituras. Nunca leemos nada más de él – solo que Pedro le cortó la oreja, y que Jesús lo sanó – ¡nada más! Por lo tanto, no se menciona en ninguna tradición antigua. Ahora, yo no le pongo mucho valor a las tradiciones antiguas. Pero, si se hubiese vuelto Cristiano después, hubiera aunque sea una mención de ello en alguna tradición o historia. Al menos uno de los Padres de la iglesia o Eusebio, o alguien hubiera mencionado a él, al menos de pasada. Pero no hay nada – nada más de él en la Biblia – nada más de él en la tradición antigua. El es el ultimo hombre a quien Jesús sanó antes de Su crucifixión, ¡y no se dice ni una palabra más de él! ¿Qué nos dice eso? Creo que la razón es obvia – él nunca fue convertido. El nunca se hizo Cristiano. Creo que esa es la conclusión obvia.

¿Por qué entonces menciona la Escritura que él fue sanado? Creo que cada palabra de la Escritura es por inspiración – y creo que todas las palabras de la Escritura son dadas por una razón. El Apóstol Pablo dijo:

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”
       (II Timoteo 3:16).

Creyendo que II Timoreo 3:16 es cierto, ¿qué aprendemos que sea “útil” de que Malco fue sanado? ¿No es obvia la respuesta? El Dr. Lenski dijo: “¿Qué impresión le dio ese milagro [a Malco]? No oímos de ninguna” (ibid., p. 1083; nota sobre Lucas 22:51). Estoy convencido de que esa es la respuesta. Esta es la lección que aprendemos del sanar de Malco – Jesús puede hacer un milagro en una persona sin que tenga un efecto espiritual en la vida de ella. Una persona puede experimentar un milagro físico y quedarse perdida – sin ser convertida – jamás salva. ¿No es esa la lección que aprendemos de que Malco fue sanado? Si eso no es lo que aprendemos de esta historia, ¡no puedo pensar en ninguna otra razón por la que el Espíritu de Dios registre este milagro en las Santas Escrituras! Dios puede hacer un milagro en tu vida sin que seas salvo. Esa es una lección importante para nosotros en estos días cuando tantos piensan que ser sanado y los milagros son tan importantes.

Déjame terminar este sermón contándote una historia. Es perfectamente cierta, y la dejo tal como es. Solo daré los hechos puros, exactamente tal como ocurrieron.

Una noche, ya muy tarde, recibí una llamada telefónica que una persona que yo conocía de niño estaba muriendo. De hecho, me dijeron que los doctores le daban solamente una o dos horas de vida. Me pidieron que fuera a orar para que fuera sanado. Llovía muy recio, y él estaba en un hospital lejano, así que le pedí a Dr. Cagan que fuera conmigo. Finalmente llegamos al hospital. La familia nos dijo que él moriría en cualquier minuto. El Dr. Cagan y yo entramos al cuarto. Yo puse mi mano sobre él [paciente] y oré que Dios lo sanara. Eso fue todo. Luego nos fuimos a casa. Yo esperaba que él moriría esa noche. La siguiente mañana me sorprendió oír que sobrevivió la noche. ¡Me sorprendió todavía más saber que unos cuantos días después fue dado de alta, y fue a casa! Su familia dijo que era un milagro. Los doctores dijeron que era un milagro. El hombre mismo dijo que era un milagro. Yo mismo creí que era un milagro.

Ahora, la razón por la que casi murió fue por el alcoholismo. Si hígado se había apagado. Pero de algún modo Dios lo sanó. ¡Por eso estuve muy sorprendido al darme cuenta de que regresó a la botella unas semanas después!

Seguro, un par de meses después recibí otra llamada de noche. Me dijeron que moría otra vez. Esta vez los doctores no le daban esperanza alguna. Pero la familia me rogó que fuera. Otra vez el Dr. Cagan y yo hicimos el viaje hasta el hospital. Fuimos a su cuarto y casi no podía hablar. Pero me dijo en susurro, que si Dios lo sanaba otra vez, él vendría a nuestra iglesia y “sería salvo”. De nuevo, puse mi mano sobre él y oré para que fuera sanado. Otra vez, un milagro aconteció. ¡Los doctores se sorprendieron! Pronto fue dado de alta. Unas semanas después cumplió su promesa a medias. Un domingo en la mañana él entró por la puerta de nuestra iglesia. Se sentó al frente mientras yo predicaba. Nunca alzó los ojos para verme una sola vez durante el sermón. Al cierre del servicio dí una invitación para que aquellos que quisieran hablar conmigo sobre la salvación alzaran la mano. Este hombre no alzó su mano. Después del servicio hablé con él en privado y le rogué que viniera a Cristo. El me dijo: “Tengo que pensarlo un poco más”.

Para acortar la historia, él regresó a la bebida. Unos cuantos meses después murió por eso. Me llamaron para que condujera su funeral, lo cual hice. Pero no pude dar una palabra de consuelo. Solamente pude predicar un simple sermón del Evangelio y pronunciar la bendición. Siempre lo recordaré. Era mi amigo de niño. Había sido sanado dos veces por un milagro. Pero nunca se arrepintió, y nunca fue convertido. El resistió a Cristo hasta el fin.

¿Cuál es el punto? Bueno, el punto entero de este sermón es simple – que tú puedes recibir un milagro y no ser convertido. Puedes tener respuestas a la oración y no ser salvo. Puedes ser bendecido por Dios y nunca ser convertido. Ese fue el caso de Malco en la Biblia, y el caso de mi pobre amigo perdido, que amaba al alcohol tanto que no quiso venir a Jesús. ¿Qué era lo que Malco amaba tanto que no confió en el Salvador que lo había sanado? No podemos decir. La Biblia guarda silencio. Pero podemos estar seguros de que había algo en la vida de Malco que él temía perder – ¡así que perdió su alma! Jesús dijo:

“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).

¿Qué es lo que te detiene a ti de venir a Jesús? Él murió en la Cruz para pagar por tus pecados. Él derramó Su Sangre preciosa para limpiarte de todo tu pecado. Él resucitó de los muertos para darte vida. ¿Qué es lo que te detiene de venir a Él para recibir esos grandes beneficios eternos? Te suplico que te vuelvas de tus pecados y vengas directamente a Él, porque Jesús dijo:

“Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).

El milagro más grande de todos es la salvación de tu alma. Cuando Dios te atraiga a Jesús, y tú confíes en Él, ¡el milagro más grande de todos ocurrirá en tu alma! ¡Serás nacido de nuevo por Su misericordia y gracia!

Tomó un milagro poner las estrellas en su lugar,
   Tomó un milagro poner al mundo en el espacio;
Mas cuando El salvó mi alma, y me limpió de todo,
   ¡Tomó un milagro de amor y gracia!
(Traducción libre de “It Took a Miracle” por John W. Peterson, 1921-2006).

(FIN DEL SERMON)
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La Escritura leída por Dr. Kreighton L. Chan Antes del Sermón: Lucas 22:39-51.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“It Took a Miracle” (por John W. Peterson, 1921-2006).