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EL ESPÍRITU SANTO ES CRISTOCÉNTRICO

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, 10 de Mayo de 2009

“El dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26).


Hoy vivimos en un tiempo de la historia Cristiana en el cual se habla mucho del Espíritu Santo. Sin embargo al mismo tiempo no hay avivamiento clásico en el mundo Occidental. Las iglesias han enfatizado el Espíritu Santo, pero esto no ha traído consigo verdadero avivamiento como en el pasado. Nuestro texto derrama luz sobre lo que ha sucedido.

“El dará testimonio de mi” (Juan 15:26).

El avivamiento verdadero siempre es Cristocéntrico; o sea que Cristo está al centro de la predicación.

En la Reformación el avivamiento vino durante un énfasis sobre la justificación. La predicación de Lutero se enfocaba en el hecho de que somos justificados solamente por medio de la fe en Cristo – que una persona no puede hacerse justa a la vista de Dios por hacer cosas buenas – que tienes que ser justificado por Cristo solo, mediante la fe en El. Ese énfasis fue bendecido por Dios, y el avivamiento llegó, porque Cristo estaba al centro de la predicación.

En el Gran Despertamiento del siglo dieciocho, el avivamiento llegó durante un énfasis en la regeneración. La predicación de Whitefield, de Wesley y de otros se concentraba en la regeneración, el nuevo nacimiento. De nuevo, esto era Cristocéntrico. La predicación hacía énfasis en que la gente solamente puede nacer de nuevo mediante la fe en Jesucristo. Cristo estaba al centro de ella. Este énfasis continuó en el Segundo Gran Despertamiento y el Tercer Gran Despertamiento a mediados del siglo IXX.

Pero después del Tercer Gran Despertamiento de 1859, el énfasis se apartó más de la obra de Cristo, hacia la obra del hombre. Charles G. Finney y sus seguidores enfatizaban las “decisiones” del hombre en vez de la obra de Dios.

En el siglo veinte este “decisionismo” centrado en el hombre se volvió seco y estéril. Mucha gente sentía que había poco énfasis en lo sobrenatural. ¿A dónde se hallaba Dios en todo esto? Entonces hubo una vuelta en la dirección opuesta, y un segmento del evangelicalismo comenzó a enfatizar lo sobrenatural. Pero al hacerlo, muchos cometieron un error fatal – y fue poner al Espíritu Santo en el centro en lugar de Cristo. La predicación de esos hombres ya no era Cristocéntrica. Cristo sí era mencionado, pero en realidad era el Espíritu Santo quien estaba al centro del mensaje de ellos.

Hoy día tenemos canales de televisión que están totalmente dedicados al Espíritu Santo. Ahora tenemos muchas iglesias y movimientos que están continuamente promoviendo al Espíritu Santo. Hay una prédica constante sobre el Espíritu Santo en ese movimiento. No importa cuán sincera sea esta gente, creo que están equivocadas. Y creo que nuestro texto nos muestra porque están equivocados. Cristo dijo:

“El [el Espíritu Santo] dará testimonio de mi [Cristo]”
       (Juan 15:26).

Junta eso con las palabras de Cristo en el capitulo dieciséis, verso trece:

“No hablará por su propia cuenta” (Juan 16:13).

Y luego nota lo que Cristo dijo en el siguiente verso:

“El me glorificará” (Juan 16:14).

Estos versos nos muestran lo que está mal con ésta rama moderna de la Cristiandad evangélica, que le da al Espíritu Santo un énfasis que no es Bíblico.

“No hablará por su propia cuenta” (Juan 16:13).

“El me glorificara” (Juan 16:14).

“El dará testimonio de mi” (Juan 15:26).

La verdadera obra del Espíritu Santo es poner a Cristo en el mero centro de nuestra predicación, poner a Cristo en el mero centro de nuestra salvación y de nuestra vida Cristiana.

Ha habido una reacción en contra de éste énfasis que no es Bíblico sobre el Espíritu Santo. Pero hasta ahora la reacción ha girado en la dirección de enfatizar el conocimiento Bíblico y la teología. Esta gente está diciendo, en efecto, “Se ha hablado demasiado acerca del Espíritu Santo. Lo que necesitamos es enfatizar el estudio Bíblico y la teología”. Pero, de nuevo, no importa cuán sincera sea, y estoy seguro de que alguna es sincera, está equivocada. Jesús dijo:

“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de ” (Juan 5:39).

Así que de nuevo vemos que el error está en no ser Cristocéntrico, en poner la doctrina Bíblica en el lugar de Jesucristo Mismo. El conocimiento de la Biblia a menudo desplaza el conocimiento de Cristo Mismo en circulos que no son carismáticos.

El Espíritu Santo y el estudio Bíblics, aunque sí son importantes, no deben ser el centro de nuestro mensaje.

“El dará testimonio de mi” (Juan 15:26).

El conocimiento de la Biblia por sí solo, aunque sí es importante, no debe ser el centro de nuestro mensaje. La Biblia nos apunta hacia Cristo.

“Ellas son las que dan testimonio de mi” (Juan 5:39).

O como lo puso el Apóstol Pablo:

“Las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”
     
 (II Timoteo 3:15).

¡Cristo Jesús tiene que estar al centro de nuestros sermones evangelisticos!

La palabra Griega “dan testimonio” en Juan 5:39 significa “testificar”. La obra del Espíritu Santo y de enseñar la Biblia tiene que dar “testimonio” o “testificar” de Cristo, “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

“El dará testimonio de mi” (Juan 15:26).

En el capitulo dieciséis de Juan se nos da tres cosas que el Espíritu Santo obra en el corazón de un incrédulo para hacer que Cristo sea central para él. Quiero que pensemos cuidadosamente en estas tres cosas que el Espíritu Santo hace. Si todavía no eres convertido a Cristo, debes escuchar con mucha atención.

I. Primero, el Espíritu Santo convence de pecado para apuntarte a Cristo.

Nota Juan 16:8-9,

“Y cuando él [el Espíritu Santo] venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí” (Juan 16:8-9).

La palabra “convencerá” se ha traducido de la palabra Griega “elencho”. Según Leon Morris, esta palabra significa:

“Exponer, convencer, examinar con el propósito de convencer o refutar a un oponente, que se usa especialmente de procedimientos legales” (traducción literal de Leon Morris, The Gospel According to John, London: Marshall, Morgan and Scott, 1972).

Ahora, ¿no es esa una buena descripción de lo que el Espíritu Santo hace en el corazón de una persona perdida? Hay algunos que dicen que esto no necesita suceder antes de que una persona perdida sea convertida. Ellos ponen de menos esta obra llamándola el “preparacionismo”. Pero están equivocados al considerar que esta obra no es necesaria. Si no fuera necesario que el Espíritu Santo hiciera esta obra en el corazón de un pecador antes de que éste se vuelva a Jesús, entonces ¿por qué la daría Cristo como la primera obra del Espíritu Santo en Juan 16:8-9? Si no necesitaras ser convencido de pecado por el Espíritu Santo, ¿por qué diría Jesús que tú sí la necesitas?

“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado”
       (Juan 16:8-9).

Aquellos que están en contra de lo que ellos llaman “preparacionismo” nos dicen que el pecador no necesita ser convencido. Dicen que los pecadores no convencidos pueden venir a Cristo y ser salvos sin que el Espíritu Santo haga ésta obra de convencer en sus corazones. Pero están equivocados. Sabemos que están equivocados porque Jesucristo dijo que ésta obra sí es necesaria.

“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado”
       (Juan 16:8-9).

Como lo puso el Dr. Morris, la obra del Espíritu Santo al convencernos es para

“Exponer, convencer, examinar con el propósito de convencer o [rebatir] refutar a un oponente, que se usa especialmente de procedimientos legales” (ibid.).

Eso en verdad es lo que el Espíritu Santo hace para preparar a un corazón humano para la conversión. Y no son lento en usar la palabra “preparar” para describir lo que El hace.

Ves, el corazón y la mente de un pecador perdido están cegados por el pecado. El corazón inconverso está tan ciego que no se cree ser tan pecaminoso como en realidad lo hace. Pero la Biblia enseña que el corazón inconverso está torcido y pervertido. La Escritura dice:

“El corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón” (Eclesiastés 9:3).

Si pudiéramos ver la profundidad de tu corazón, ¡qué insensatez de pensamientos hallaríamos allí! ¡Qué maldad encontraríamos si supiéramos los pensamientos y sentimientos que atraviesan tu corazón cada día! ¿No consideras eso a veces? ¿Alguna vez sientes vergüenza de los pensamientos que tienes?

Una persona joven me dijo, “Pastor, yo tengo pensamientos pecaminosos, locos todo el tiempo!” ¿Te has sentido así alguna vez?

Entonces, la Biblia enseña que tu corazón está lleno de mentira y engaño. ¡Tú no tienes un corazón honesto para nada! La Biblia dice:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).

Esto significa que tu corazón está lleno de esquivaciones y excusas, y de comodidad propia y de engaño propio que te detienen de conocer a Jesucristo. No solamente engañas a otros sino que también te engañas a tí mismo en pensar que eres una buena persona – cuando lo opuesto es lo cierto: tú tienes un corazón engañoso, truquero, desesperadamente malvado.

Ahora, tú no estarás preparado a lanzarte a la misericordia de Cristo hasta que admitas eso. Y es la obra del Espíritu Santo de Dios hacerte ver la maldad, locura, engaño y malignidad de tu propio corazón depravado. Es por eso que el Espíritu Santo te “convence” de pecado – para prepararte a ver tu necesidad de Cristo.

“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado”
       (Juan 16:8-9).

El Espíritu Santo obra como un abogado acusador para convencerte de que eres un pecador arruinado en tu corazón. El expone tu pecado. El te lo muestra. El puede hacer esto trayendo a tu mente algún pecado particular que hayas cometido. El puede hacer a tu conciencia sentir la culpa de este pecado. La Biblia dice:

“Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno” (Juan 8:9).

Esta es la obra del Espíritu Santo, convencer de pecado a tu propia conciencia.

Si haces excusa para pecar, el Espíritu Santo te refutará, como el abogado acusador en un Juicio. El Espíritu Santo argumenta contigo, en tu conciencia, solo hasta que llegues a estar convencido de que tienes un corazón profundamente pecaminoso, hasta que estés dispuesto a decir dentro de ti mismo: “Mi propia naturaleza es pecaminosa. Estoy arruinado y perdido. No me puedo salvar a mí mismo”. Esa es la primera obra del Espíritu Santo – convencer de pecado, convencerte de que eres un pecador por naturaleza.

Antes de llegar a este punto, el evangelio de Cristo te parecerá como una historia distante, o como una historia de mitología Griega. No pensarás mucho sobre la muerte de Cristo para pagar por tu pecado hasta que seas convencido interiormente de la maldad, lo engañoso, y la perversidad torcida de tu corazón depravado.

Antes de que el Espíritu Santo te convenza de tu naturaleza pecaminosa, tú no pensarás muy bien de Jesús. La Biblia nos dice que

“Despreciado y desechado entre los hombres…y como que escondimos de él el rostro” (Isaías 53:3).

Oh, seguramente puedes mencionar a Cristo, o hasta aprender versos Bíblicos sobre El, y decir el nombre de Cristo en oración. Pero la verdad es que tú escondes tu rostro de Cristo – porque no ves una necesidad verdadera de El – hasta que el Espíritu Santo te convenza de que sin El tú estás arruinado y condenado. Solamente cuando seas convencido de que eres depravado verás una necesidad verdadera de creer en Cristo de modo que salva. En Juan 16:9, Jesús dijo:

“De pecado, por cuanto no creen en mí” (Juan 16:9).

Así que el Espíritu Santo te convence tocante a tu naturaleza pecaminosa, la cual no conocías anteriormente. El Espíritu Santo pone a Cristo en el centro cuando El te pone bajo convicción de pecado. Es por la convicción de pecado que el Espíritu Santo te da una “necesidad sentida” de Cristo. Así, Cristo se hace central para ti por la obra convencedora del Espíitu de Dios.

“El dará testimonio de mi” (Juan 15:26).

II. Segundo, el Espíritu Santo convence de justicia para apuntarte a Cristo.

Mira el verso diez,

“De justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más”
     (Juan 16:10).

El Dr. J. Vernon McGee da este comentario,

No podemos estar en la presencia de Dios si no somos nada más que criminales perdonados. Cristo ha hecho nuestra Su justicia…Él no solamente resta nuestro pecado, sino que agrega Su misericordia. Si nosotros vamos a estar enfrente de Dios, debemos estar en Cristo y Él es nuestra justicia…Él fue entregado por nuestras ofensas, y Él fue levantado de nuevo para nuestra justificación [justicia] (traducido de Dr. J. Vernon McGee, Thru the Bible, Thomas Nelson, 1983, tomo IV, página 473).

“De justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más”
     (John 16:10).

Mientras Jesús estaba en la tierra, Él le mostraba a los perdidos que eran injustos, y que necesitaban Su justicia. Ahora que Él ha ascendido a la diestra de Dios el Padre en el Cielo, el Espíritu Santo continúa mostrándole a los perdidos que ellos son injustos, y que ellos necesitan la justicia de Cristo imputada en sus archivos. La Biblia dice que la justicia de Dios es imputada a nosotros por fe en Cristo,

“Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras” (Romanos 4:5-6).

Ahora regresemos y pensemos en ese verso otra vez,

“De justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más”
     (Juan 16:10).

Primero, esto significa que el Espíritu Santo te convencerá de que Jesús es una persona justa. Él no era blasfemo o un engañador malvado, como decía decía. En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo convenció a muchas de las personas que Jesús era en realidad una persona justa. Pedro dijo:

“Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él” (Hechos 2:22).

El Espíritu Santo les mostró que Jesús era en realidad un varón “aprobado por Dios”, una persona justa, no un blasfemo, o un engañador poseído del demonio, como decían los Fariseos. El Espíritu Santo hace esa misma obra hoy día. Él te muestra que Jesús es una persona justa, el Hijo de Dios sin pecado. El Espíritu Santo te muestra que solamente Cristo te puede hacer justo.

Pero, segundamente, el Espíritu Santo te muestra, que cuando tú vienes a Jesús, Su perfecta, justicia sin pecado es puesta a tu cuenta y tú eres hecho justo ante la vista de Dios, de modo que Dios no ve tu pecado, sino solo la justicia de Cristo. Como lo pone un himno famoso,

Cuando Él venga con sonido de trompeta,
   Oh, que sea yo hallado en Él;
Vestido de Su justicia solamente,
   Sin culpa ante en trono estar.
      (Traducido de “The Solid Rock” por Edward Mote, 1797-1874).

“Vestido de Su justicia solamente, sin culpa ante el trono estar”. ¡Qué perfecta manera de describir la justicia imputada de Cristo dada al pecador arrepentido!

Cristo ha ido al Padre, y tú no lo ves. Pero el Espíritu Santo te convence que Él está allí. El Espíritu Santo te convence de que confíes en Él. Cuando tú confías en Jesús, tu eres vestido en Su justicia. Tú eres

“…en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios justificación, y santificación…” (I Corintios 1:30).

Estar “en Cristo” es como estar en el arca de Noé. Noé hizo el arca y entró en ella por fe.

“Por la fe Noé…con temor preparó el arca en que su casa se salvase…y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7).

Noé entró en el arca. El arca lo protegió del juicio de Dios y lo llevó a la seguridad. Cristo es como el arca. Cuando tú estás “en Cristo Jesús” (I Corintios 1:30) estás protegido del juicio y te haces un “heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7). ¡Tú estás igualmente seguro en Cristo como Noé lo fue en el arca!

Así como Noé fue llevado por Dios hacia adentro del arca, el Espíritu Santo te pone “en Cristo Jesús”.

Vestido de Su justicia solamente,
  Sin culpa ante el trono estar.

El mundo no cree eso. Recientemente yo leí una entrevista con un sacerdote Católico quien dijo que la manera en que vives determina si vas al Cielo o no. Él dijo que si tú vives una buena vida tú irás al cielo.

Esa es una de las principales diferencias entre lo que creen los Católicos y lo que enseña la Biblia. Ellos dicen que tú vas al cielo si vives una buena vida. ¿Pero no es eso lo que todo el mundo piensa? ¡Casi todo el mundo piensa eso! Pero erran.

Y eso es lo que tú pensarás, en una forma u otra, hasta que el Espíritu Santo te convenza de que tu corazón pecaminoso está demasiado depravado para vivir una vida lo suficientemente buena – y hasta que el Espíritu Santo te convenza de que tienes que ser salvo solo por la justicia de Cristo. Tú tienes que venir a Jesús y ser vestido en Su justicia o no eres realmente salvo.

Noé no fue salvo porque “¡vivió una vida buena!” No – ¡él fue salvo porque él estaba en el arca! ¡Tú debes estar en Cristo! ¡Solamente Cristo te puede salvar! Solamente Cristo te puede dar Su bondad y Su justicia. Tú tienes que estar “en Cristo Jesús” (I Corintios 1:30) Solo el Espíritu Santo te puede dar eso. Él pone a Cristo en el centro de tu corazón y de tu vida al mostrarte la necesidad de Su justicia imputada..

“Él dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26).

“Y cuando él venga, [convencerá] al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8-9).

III. Tercero, el Espíritu Santo convence de juicio para apuntarte a Cristo.

Mira al verso once,

“Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:11).

El “príncipe de este mundo” es Satanás. Jesús llamó a Satanás “el príncipe de este mundo” en Juan 14:30, como lo hizo en este verso. Satanás es llamado, “el príncipe del poder del aire” en Efesios 2:2. Nota que Satanás es llamado “el príncipe”, no “el Rey”. Solamente Dios es Rey. Pero Dios le ha “entregado” este mundo pecaminoso a Satanás – y un día cercano Dios lo tomará de regreso, porque Dios es soberano sobre Satanás.

“Y le llevó el Diablo [eso es, Jesús] a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a me ha sido entregada, y a quien quiero la doy” (Lucas 4:5-6).

Sí, Dios le ha permitido a Satanás ser “el príncipe de este mundo” por un tiempo.

Pero nuestro texto nos dice que Satanás ya ha sido juzgado,

“Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:11).

El Dr. McGee da este sabio comentario,

¿Significa esto que el juicio vendrá algún día? No, no en este verso. “Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”. El príncipe de este mundo, Satanás, ya ha sido juzgado…vivimos en un mundo ya juzgado. Escuchamos a personas decir que ellos tomarán sus riesgos. Ellos actúan como si estuvieran en un juicio. Amigo [si no eres convertido] no estás en un juicio. Dios ya te ha declarado un pecador perdido, y Él ya te ha juzgado (ibid.).

Satanás ya ha sido juzgado. Este juicio será llevado a cabo pronto. Dios lo dice en Apocalipsis 20:10,

“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre…y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:10).

Lo que Juan vio proféticamente (antes de tiempo) en Apocalipsis 20:10 es un acto ya realizado. El Diablo ya ha sido juzgado. Es una conclusión pasada que él será lanzado al Lago de Fuego. Satanás está simplemente esperando que se ejecute su juicio. El Diablo es como un hombre sentenciado a muerte, esperando por la cámara de gas de tormento eterno en el Infierno.

Y el Espíritu Santo convence a los pecadores que el juicio viene para ellos también. Tú estás bajo juicio – en este momento,

“De juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:11).

El Diablo no es el único sentenciado a muerte, esperando fuego eterno. Tú también estás sentenciado a muerte. Solamente el Espíritu Santo puede mostrarte este peligro. Él pone a Cristo en el centro – al mostrarte que tú enfrentarás el juicio a menos que estés en Cristo Jesús.

“Él dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26).

El Espíritu Santo es Cristocéntrico. Él pone a Cristo al centro de cada punto referente a tu salvación.

Cristo dijo,

“El que no cree, ya ha sido condenado” (Juan 3:18).

Tú ya estás condenado si no tienes a Cristo. Como lo dijo el Dr. McGee,

Amigo…Dios ya te ha declarado pecador perdido, y Él ya te ha juzgado (ibid.).

Jesús dijo:

“El que no cree, ya ha sido condenado” (Juan 3:18).

Yo oro que el Espíritu Santo te convenza de que ya has sido juzgado por Dios:

“De juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:11).

Yo oro que Él te convenza de tu corazón pecaminoso, tu naturaleza depravada. Yo oro que Él te convenza de que solo la justicia de Cristo te puede salvar del juicio seguro de Dios y del fuego eterno del Infierno.

Y así, la gran obra del Espíritu Santo es convencerte de que tú necesitas a Jesucristo. Él murió en la Cruz para pagar por tus pecados. Su Sangre puede lavar tus pecados. El Espíritu Santo te señala a Cristo.

“Él dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26).

Oro que vengas a Cristo y seas salvo solo por El. Eso es lo que los Reformadores, los Puritanos, los evangelistas del Primer Gran Despertamiento, y nuestros padres Bautistas enseñaban. Es peligroso rechazar lo que ellos enseñaban de la Palabra de Dios acerca de éste tema importantisimo. ¡Que el Espíritu Santo te atraiga a Cristo para limpieza en su Sangre Preciosa!

(FIN DEL SERMÓN)
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Lectura Leída Antes del Sermón por el Dr. Kreighton L. Chan: Juan 16:7-11.
Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“Yes, I Know!” (por Anna W. Waterman, 1920).


EL BOSQUEJO DE

EL ESPÍRITU SANTO ES CRISTOCÉNTRICO

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“Él dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26).

(Juan 16:13-14; 5:39; II Timoteo 3:15; Juan 1:29)

I.   Primero, el Espíritu Santo convence de pecado para apuntarte a Cristo,
Juan 16:8-9; Eclesiastés 9:3; Jeremías 17:9; Juan 8:9; Isaías 53:3.

II.  Segundo, el Espíritu Santo convence de justicia para apuntarte a Cristo,
Juan 16:10; Romanos 4:5-6; Hechos 2:22; I Corintios 1:30;
Hebreos 11:7.

III. Tercero, el Espíritu Santo convence de juicio para apuntarte a Cristo,
Juan 16:11; 14:30; Efesios 2:2; Lucas 4:5-6; Apocalipsis 20:10;
Juan 3:18.