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EL MODELO DE PEDRO PARA
LA PREDICACIÓN EVANGELISTICA

(SERMÓN #4 DE LA PREDICACIÓN EVANGELISTICA)

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Tarde del Día del Señor, 18 de Mayo de 2008


Esta noche tendremos un texto largo. Es el sermón del Apóstol Pedro en el día de Pentecostés. Leeré el sermón entero y daré comentarios de él. Con respecto a este sermón, Spurgeon dijo:

Supongo que el sermón de Pedro, el día de Pentecostés, fue uno de los discursos más elogiados que jamás se halla dado, porque fue el medio de traer a tres mil personas a la convicción, a la conversión, a la profesión de fe, y a la unión con la iglesia visible (traducción libre de C. H. Spurgeon, “Heart Piercing,” The Metropolitan Tabernacle Pulpit, tomo LIV, página 353).

He aquí entonces el texto entero del sermón de Pedro, comenzando en Hechos 2:14 y terminando en el verso 42.

“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones,Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, Y aun mi carne descansará en esperanza; Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:14-41).

Ahora, habiendo ya leído el sermón entero de Pedro en el día de Pentecostés, daré tres observaciones: primero, tocante al sermón en sí; segundo, tocante a la reacción al sermón; y tercero, la aplicación del sermón.

I. Primero, el sermón en sí.

¡Este tiene que ser uno de los más grandes sermones que se haya predicado jamás! Es el primer sermón evangelistico dado después de la ascención de Cristo de vuelta al Cielo. Tres mil de aquellos que lo oyeron fueron convertidos – ¡y llevados a la membresía completa de la iglesia local en Jerusalén! Por lo tanto, no dudo que fue el sermón más grande de la era Apostólica. Pero eso debería alarmar a los predicadores modernos porque es de tantas maneras muy diferente de la predicación moderna, tan diferente en muchas maneras de lo que hoy día se hace pasar como predicación evangelistica.

Nota que no comenzaba con el amor de Dios por los pecadores. De hecho, ¡en el sermón, el amor de Dios nunca se menciona! Se trata todo de doctrina y de la ley. Se trata de las doctrinas del Evangelio, y de los pecados de la gente. ¡El amor no se menciona! ¡Eso debería impresionarnos! ¿Cuándo oímos esos sermones hoy día? Y luego, en los tres Grandes Despertamientos, y en otros tiempos de avivamiento, sermones como este eran comunmente predicados por George Whitefield, John Wesley, Howell Harris, Christmas Evans, Jonathan Edwards, Asahel Nettleton, Timothy Dwight ¡y tantos otros poderosos y grandes predicadores evangelistas!

Aun en tiempos modernos ha sido así. Probablemente el sermón evangelistico principal que yo he oído fue “Payday Someday” [El Día de Pago Algún Día] por Dr. R. G. Lee. Lo oí dos veces en persona. Es uno de los sermones evangelisticos más famosos del siglo veinte. ¡Pero en él hubo muy poco acerca del amor de Dios! Todo se trataba de la ira de Dios – de la certeza del juicio de Dios sobre los pecadores. ¡De ninguna manera era un sermón sobre el amor de Dios! El Dr. Lee predicaba en términos claros que la gente perdida sería juzgada y condenada si no confiaban en Cristo. Y mucha gente respondió a él. El Dr. Lee lo predicó cientos de veces, alrededor de todo el mundo.

El más famoso de todos los sermones evangelisticos en el mundo de habla Inglesa es “Sinners in the Hands of an Angry God” [Pecadores en Las Manos de Un Dios Airado] por Jonathan Edwards. Hasta se enseña en las universidades laicas, como ejemplo de la predicación Puritana. ¡La mayoría de universidades lo enseñan! Miles han sido salvos por medio de él. ¡Sin embargo no recuerdo que haya ni una palabra acerca del amor de Dios en él! Él simplemente en las últimas frases le dijo a los pecadores que huyeran a Cristo. ¡El resto era pura ley y juicio del pecado!

Pedro tuvo mucho más del Evangelio en su sermón de Pentecostés, pero, igual que los sermones evangelisticos de Jonathan Edwards, y del Dr. R. G. Lee, el sermón de Pedro no menciona el amor de Dios. El énfasis está en el pecado del hombre, no en el amor de Dios. Es ahí donde la predicación evangelistica moderna erra. La predicación evangelistica moderna no es de esta manera. Y creo que es un defecto. Porque si no se lidia fuertemente con el pecado del hombre el Evangelio no le parecerá necesario a la persona perdida.

También nota que no comenzaba supliendo una “necesidad” de la gente o dándoles un “propósito” para sus vidas. Estas cosas son muy prominentes en la predicación moderna, pero no se hallan para nada en el sermón de Pedro. Él solamente los sarandea sobre su pecado, y sobre el Evangelio de Cristo:

“A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hechos 2:23-24).

“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).

Entonces también, debemos notar la prominencia de la crucifixión y la resurrecció de Cristo en el sermón. Él mencionó la crucifixión dos veces (vea Hechos 2:23, 36), y la segunda mitad completa del sermón se devota a la resurrección de Cristo (Hechos 2:25-36). ¿Dónde oímos tanto sobre la crucifixión y la resurrección de Cristo hoy? Generalmente se asume que la gente sabe esas cosas, así que se pasan de largo rapidamente, o no se mencionan. ¡Qué diferente es eso de la predicación de Pedro!

¿Cuán a menudo devotan los predicadores sermones a la crucifixión de Cristo y a la resurrección? Tal vez hay uno o dos sermones sobre estos temas una vez al año – en la Semana Santa. ¿Pero en cuál otro tiempo del año son los eventos de la crucifixión y de la resurrección el punto de enfoque en el mensaje? Muy pocas veces. ¡En verdad muy pocas! ¡Qué lástima! ¡Qué reproche sobre la predicación “evangelistica” moderna! ¡Es una vergüenza que la crucifixión y la resurrección de Cristo se mencionen más a menudo en las iglesias Episcopal y Católica que en las nuestras! ¡Vergüenza sobre nosotros por fallar de predicar el Evangelio! ¡Vergüenza de nosotros por no predicar sermones enteros del Evangelio!

De hecho, ¿en dónde escuchamos predicación evangelistica alguna estos días malignos? Casi todos nuestros predicadores solamente le “enseñan a los Cristianos” ¡en vez de predicar el Evangelio! Su sermones pueden ser “centrados en la Biblia” pero no son “centrados en Cristo.” Oh, ¡ojalá que yo nunca caiga en la trampa de enseñarle a los “creyentes” cuando mi iglesia tiene tanta gente perdida traída por la obra personal cada día del Señor! Oh, que yo diga con el Apóstol Pablo:

“Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (I Corintios 2:2).

Alguien podrá poner objeción diciéndo, “¡Esto producirá Cristianos débiles!” Yo digo, “No es cierto.” ¡Sermones fuertes de la ley y el evangelio predicados Domingo tras Domingo, han producido en nuestra iglesia algunos de los Cristianos más finos, más devotos que jamás he conocido! La carnalidad y la debilidad se producen en una iglesia donde la gente no es recordada constantemente de la muerte de Cristo por sus pecados, así como del hecho de su pecaminosidad. Todos, con la excepción de dos, de los miembros de nuestra iglesia fueron convertidos en nuestra iglesia al oir predicación fuerte de la ley y del Evangelio, incluso mi propia esposa, Ileana.

De nuevo, en el sermón de Pedro no hubo bromas. ¡Ni siquiera una! Ni siquiera una historia chistosa para “relajar” a la audiencia. ¡No te puedes imaginar a Pedro diciendo una broma! ¡Qué diferente es esto de los predicadores modernos, que no parecen poder predicar un sermón evangelistico sin introducirlo con uno o dos chistes! Pedro nunca hizo eso. Jonathan Edwards nunca hizo eso, Wesley, Whitefield y Spurgeon nunca lo hicieron. ¡Todos ellos, igual que Pedro, estaban muy en serio! Eran demasiado serios para decir alguna broma, cuando las almas a las que le hablaban se hallaban en peligro de Juicio eterno! Richard Baxter dijo,

Predico como hombre moribundo a hombre moribundos.

De eso modo predicó Pedro en Pentecostés, y así debo predicar si mis mensajes evangelisticos han de mover a la gente a ser convertida y a volverse en hombres y mujeres santos en nuestra iglesia local.

También, el sermón de Pedro no pedía una respuesta física, ni “decisión” de clase alguna. Él ciertamente no les pidió que alzaran la mano, pasaran al frente, o dijeran alguna “oración de pecador.” Él simplemente les dijo que se arrepintieran y fueran bautizados. Él lo dejaba en las manos de ellos, sin ninguna apelación moderna a tomar una “decisión.”

Pedro sin duda les dijo más del Evangelio al final del sermón, cuando

“con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación”
      (Hechos 2:40).

No se nos dice exáctamente lo que él dijo después, pero seguramente fue una amplificación de la corta exhortación que dio en el verso 38. Las palabras que él dio después del sermón eran una clase de aplicación de lo que había predicado, dando mayor instrucción sobre la salvación, porque el próximo texto dice,

“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41).

Las palabras “se añadieron” se refieren a su adición a la iglesia local en Jerusalén, que se enfatiza otra vez en el verso 47,

“Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).

Estos entonces son algunos de mis pensamientos sobre el sermón de Pedro. Son pensamientos que me guían al predicar. Pero debo dar un último pensamiento. Mira al verso 14.

“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo...” (Hechos 2:14).

Él “alzó la voz” cuando predicó. Él clamaba y les predicaba en voz alta. Yo creo que la predicación en voz alta es la marca de toda predicación evangelistica. No se le puede “enseñar” a la gente a ser Cristiana en voz baja. Se les tiene que “predicar” a la convicción y conversión, y esto requiere que el predicador de hoy “alce la voz” y predique la ley y el juicio de Dios sin temor, así como también el Evangelio de Cristo. ¡Enseñar la Biblia en voz baja no tiende a rendir pecadores convertidos! ¡Con razón nuestras iglesias están llenas de millones de gente perdida! ¡Pedro no tenía “presentaciones de computadora”! ¡Ninguno de los grandes predicadores se apoyó jamás en tales artefactos! ¡Las armas de nuestra guerra son espirituales – el poder del Espíritu Santo actuando sobre la predicación clara de la Palabra de Dios! Dios le dijo a Isaías:

“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado” (Isaías 58:1).

Pedro siguió este consejo del profeta cuando “alzó la voz” (Hechos 2:14) e hizo exactamente lo que Dios le dijo a Isaías que hiciera,

“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado” (Isaías 58:1).

Estaríamos mucho mejor si siguieramos el estilo de predicación evangelistica de Oliver B. Greene en vez del “enseñar” reseco que tantos de aquellos que se hacer pasar como predicadores del Evangelio hoy día, pero que jamás conmueven los corazones de los pecadores como lo hacía Oliver B. Greene (todavía se puede oír en la radio en muchos lugares, aunque falleció hace varios años). Aunque no estoy de acuerdo con su uso de invitaciones “decisionistas,” sí estoy de acuerdo con su estilo de predicar serio, fuerte y penetrante. ¿Qué más si no la predicación así podrá despertar a esta generación durmiente de sus pecados? ¡Cómo le oro a Dios que alce una nueva generación de jovenes hombre que “levanten” la voz, y prediquen con el fervor ardiente que Pedro tuvo en el día de Pentecostés! Esos son algunos de mis pensamientos sobre el sermón en sí – que dio Pedro el día de Pentecostés. Pero ahora debo pasar al segundo punto.

II. Segundo, la reacción al sermón.

Yo no creo que toda la gente a la que Pedro le predicó aquél día experimentó la conversión verdadera. No todos ellos fueron compungidos de corazón. No todos ellos fueron despertados a su posición peligrosa, el hecho de que eran pecaminosos, tan pecaminosos como aquellos soldados Romanos que crucificaron al Salvador. Pero muchos fueron convictos así cuando Pedro dijo,

“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).

Ellos inmediatamente vieron que habían rechazado a Jesucristo, que había muerto en la Cruz para salvarlos. Esta reacción, este traspasar de sus corazones, al darse cuenta de que habían sido instrumentos en Su crucifixión por rechazarlo, compungió sus corazones con gran convicción.

Los predicadores hoy deberían poner la ley en este mismo tema. Él murió por tus pecados, mas tú le has rechazado a Él. Dios a hecho a Jesús “Señor y Cristo” (Hechos 2:36), mas tú lo has rechazado a Él.

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?”
      (Hechos 2:37).

El compungir de sus corazones, el punzar de sus conciencias, por la predicación fuerte de Pedro los movió a clamar,

“Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37).

Esto le dio a Pedro la oportunidad de decirles,

“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros” (Hechos 2:38).

Pedro usó una palabra – “arrepentíos” – que significa “un cambio de corazón.” Él les dijo que sus corazones tenían que ser cambiados – que ellos tenían que dejar de rechazar a Cristo, y recibir una vuelta completa de corazón. Él quiso decir, “¡Cambia el modo que piensas sobre Jesús! ¡Vuélvete a Él! ¡Confía en Él! ¡Deja de confiar en ti mismo, y confía en Cristo!” Ellos deben dejar de amar al mundo y volverse a Cristo. Ellos tienen que volverse del pecado al Salvador. ¡Ellos tienen que recibir de Dios un cambio profundo de corazón! Eso es lo que el arrepentimiento significa.

Cuando Dios te dé arrepentimiento, serás salvo instantáneamente, porque tu corazón dejará de ser egocéntrico. Tú vendrás a Cristo y confiarás en Él, en vez de confiar en ti mismo.

Fíjate que este no fue un arrepentimiento superficial. ¡Oh, no! Cuando ellos confiaron en Jesús en vez de en ellos mismos, ellos fueron convertidos inmediatamente, lavados por Su Sangre, y salvos. Luego fueron bautizados y se unieron a la iglesia local en Jerusalén, como es evidente en Hechos 2:41; 2:47. ¡Cualquier arrepentimiento o conversión que no lleve a la persona a hacerse un miembro fiel de la iglesia local es una conversión falsa, o un arrepentimiento falso! La conversiones genuinas que siguieron los sermones de Pedro los llevaron a unirse a la iglesia local como miembros. ¡Todas las “decisiones” que no producen miembros sólidos de iglesia son totalmente falsas!

III. Tercero, la aplicación del sermón a tí.

Mi predicación debe enfrentarte con el Evangelio, la muerte y la resurrección de Cristo, que en sí solas pueden salvarte del pecado y del Infierno.

Mi predicación debe traerte cara a cara con tu culpa, especialmente con tu pecado de rechazar a Jesús. ¡Y que pecado tan horrible es ese! Esto es predicar la “ley.”

“Porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado”
      (Romanos 3:20).

Si tu rechazo hacia Cristo no te traspasa el corazón, ¿qué lo hará? El sermón entero de Pedro denuncia el pecado de ellos, de rechazar a Cristo (Hechos 2:36).

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?”
      (Hechos 2:37).

Eso lo tienes que sentir tú también. Tú tienes que ser compungido, o sea, traspasado, en tu conciencia, por tu rechazo pecaminoso de Cristo. La respuesta de ellos,

“¿Qué haremos?” (Hechos 2:37),

es exactamente lo que tienes que sentir. Tú tienes que estar convencido de pecado o no escucharás ni obedecerás el consejo del diácono y del pastor cuando te hablen en un lugar callado después del sermón.

Mi oración es que tu conciencia sea compungida, que clames intensamente, “¿Qué [haré]?” y que vengas entonces a Jesús, y halles la salvación, reposo y paz “por fe en su sangre” (Romanos 3:25). Que así sea contigo. Amén.

(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“A Crown of Thorns” (por Ira F. Stanphill, 1914-1993).


EL BOSQUEJO DE

EL MODELO DE PEDRO PARA
LA PREDICACIÓN EVANGELISTICA

(SERMÓN #4 DE LA PREDICACIÓN EVANGELISTICA)

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Hechos 2:14-41

I.   Primero, el sermon en sí, Hechos 2:23-24, 36; I Corintios 2:2;
Hechos 2:40, 41, 47, 14; Isaías 58:1.

II.  Segundo, la reacción al sermón, Hechos 2:36, 37, 38.

III. Tercero, la aplicación del sermón a ti, Romanos 3:20;
Hechos 2:36, 37; Romanos 3:25.