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LA PREDICACIÓN VERDADERA
EN UN TIEMPO DE APOSTASÍA

por Dr. Robert Hymers

Un sermón predicado la mañana del Día del Señor, 4 de Diciembre de 2005
en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles

“Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal. Y Josafat dijo: No hable el rey así” (I Reyes 22:8).


No te daré los detalles de esta historia. Ya que podríamos enredarnos tanto en la historia que nos perderíamos el mensaje que tiene para nosotros. Esto diré - tiene que ser un mensaje importante. Está repetido casi palabra por palabra en el capitulo 18 de II Crónicas. En ese sentido es como los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) del Nuevo Testamento. Cada uno de ellos nos dice la misma historia básica, con pocas cosas añadidas aquí y allá. Se nos cuenta esa historia cuatro veces porque Dios quiere que la oigamos cuatro veces. Y se nos dice esta misma historia dos veces, en dos libros de la Biblia, por el mismo motivo. Dios pensó que era importante que la leyéramos dos veces. Y eso hago cada año. Cuando leo la a través de la Biblia cada año, soy guiado dos veces a pensar sobre este hombre, Micaías, hijo de Imla.

Él era un hombre importante. Pese a que no leemos nada de su vida antes de este momento, y nada después, desde el momento que se paró a predicar ante el rey, hasta el momento en que casi lo echan a la prisión, por instinto reconocemos que estuvimos en la presencia de un predicador. Y los predicadores son importantes, de muchas maneras son más importantes que todo hombre - porque es por medio de los predicadores que Dios le habla a la conciencia de los hombres. El Apóstol Pablo lo puso en forma de dos preguntas:

“¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?” (Romanos 10:14-15).

Ciertamente Micaías fue enviado, y ciertamente ellos no hubiesen oído el mensaje de Dios si él no hubiese sido enviado. Fue Dios quien lo envió. Y ellos oyeron la verdad de la boca de este predicador llamado y enviado por Dios. El rey de Israel dijo:

“Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová...” (I Reyes 22:8).

I. Primero, nuestro texto habla de la escasez de tales predicadores.

“Aún hay un varón...” ¿Bueno, pero no tienes todos estos otros hombres? El rey

“reunió a los profetas, como cuatrocientos” (I Reyes 22:6).

¿Por qué no escuchar a los cuatrocientos? ¿No son suficientemente bueno? ¿No te pueden enseñar bien? Pero estos predicadores eran empleados. Predicaban porque se les pagaba para que lo hicieran. Micaías era de un molde diferente. No le pagaban para que lo hiciera. Él predicaba porque Dios lo había llamado para hacerlo. Él predicaba por un sentido de llamado divino. Esa era la diferencia entre Micaías y los otros 400. Después de que los 400 dieron sus sermones, Josafat dijo:

“¿Hay aquí algún profeta de Jehová, por el cual consultemos?” (I Reyes 22:7).

Matthew Henry, comentarista clásico dijo:

La unidad no siempre es la marca de una iglesia verdadera ni de un ministerio verdadero. Aquí tenemos a 400 hombres que profetizaban con una misma mentalidad y una misma boca, sin embargo todos erróneamente. Josafat no puede tomar este tipo de predicación; no es a lo que está acostumbrado. Los falsos profetas no podían imitar a los verdaderos, de manera que la persona que tenía ejercitado el entendimiento espiritual podía ver la falacia, así que él pidió por Algún profeta de Jehová (Traducción de Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible, tomo 2, p.545, Hendrickson Publishers, reimpresión de 1996).

“Y dijo Josafat: ¿Hay aquí algún profeta de Jehová, por el cual consultemos?” (I Reyes 22:7).

Nuestro texto habla de la escasez de tales hombres. El rey de Israel dijo:

“Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová... Micaías hijo de Imla...” (I Reyes 22:8).

Aún hay un varón llamado a predicar. Hay aún un varón que lo hace por el llamado de Dios. Aún hay un varón que no lo hace por el dinero ni por el prestigio. Aún hay un varón que

“Prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartará de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (II Timoteo 4:2-5).

De todos los maestros del tiempo de Cristo, solo hubo un Juan Bautista en Israel. De todos los maestros de Atenas, solo hubo un Apóstol Pablo. De todos los sacerdotes en Bohemia en el siglo quince, solo hubo un John Huss. De todos los sacerdotes en Inglaterra en el siglo catorce, solo hubo un John Wycliffe. De todos los obispos, sacerdotes y monjes de Alemania en el siglo dieciséis, solo hubo un Lutero. De todos los cleros refinados de Londres en el siglo dieciocho, solo hubo un George Whitefield, tan lleno de energía por el Espíritu de Dios, que, a pesar de que las puertas de cada iglesia le fueron cerradas, ¡fue llamado por Dios a predicar en los campos sobre las riquezas inescrutables de Cristo Jesús!

¿Dónde está Juan Bautista? ¿Dónde está el Apóstol Pablo? ¿Dónde están los hombres como Huss, a quien Dios llamare a predicar entre las llamas de la iglesia Romana al ser quemado en vida? ¿Dónde está Wycliffe? ¿Dónde está Lutero? ¿Dónde está Whitefield cuando más lo necesitamos?

Y si estás considerando el ministerio, que estos hombres y el profeta Micaías sean tus ejemplos - no los cuatrocientos sacerdotes de Baal, ni los de Bohemia, ni los obispos ni los monjes de Alemania, ni los refinados cleros de Londres, ni los resecos “maestros Bíblicos” y “exhibidores de la Biblia” de nuestro tiempo apostatado. Joven, no los sigas a ellos. Deja que Micaías el hijo de Imla, que Juan Bautista, el Apóstol Pablo, John Huss, Wycliffe, Lutero y George Whitefield sean a los que imites. ¡Que sean ellos tu ejemplo de lo que un predicador debe ser!

“Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová”
     (I Reyes 22:8).

¡Sé ese hombre!

Si estás aquí sin ser convertido esta mañana, ten el sentido de Josafat. No vayas tras hombres para que te enseñen la Biblia sin sudor, ni emociones, y sin el llamado de Dios. Halla al hombre que labora por la salvación de tu alma, que tiene el peso del deber de predicarte el único evangelio que puede salvar tu alma. Y escúchalo como al oráculo de Dios para ti, el hombre que Dios a designado para darte la palabra de Dios, el hombre que

“Con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios [te] conceda que se [te] arrepientan [arripientas] para conocer la verdad” (II Timoteo 2:25).

Aprecia a tal predicador. Aferrate de sus palabras. Que te guíe a Cristo Jesús. Sé instruido por él en el camino de salvación y verdad. Que Dios te ayude a hacerlo. Porque en nuestro día hay una escasez de tales predicadores sobre la tierra.

“El rey de Israel respondió a Josafat: Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco...” (I Reyes 22:8).

II. Segundo, nuestro texto habla del odio que el mundo incrédulo
tendrá hacia tales predicadores.

“Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová... mas yo le aborrezco” (I Reyes 22:8).

¡Cómo ruedan a través de los siglos aquellas palabras contra Micaías, el hijo de Imla! “Hay un varón...mas yo le aborrezco”. No puedes escaparte del odio del mundo incrédulo si eres varón llamado por Dios a predicar. Yo he sabido un poco de eso en mi vida, un poco del aguijón de ser aborrecido por la gente del mundo por proclamar la verdad del evangelio. Pero solo un poquito. No he sido echado en prisión como Micaías el hijo de Imla; ni he sido decapitado como Juan Bautista; ni martirizado como el Apóstol Pablo; ni quemado vivo como Huss; ni expulsado como Lutero; ni restringido de mi propia iglesia como Whitefield; ni encerrado en la torre de Londres como Richard Baxter; ni censurado como lo fue el incomparable Spurgeon por la apostata Unión Bautista; ni perseguido ni matado como los fieles predicadores en Indonesia; ni encarcelado como algunos de los fieles predicadores en la China. Pero sí he sido aborrecido. Sí, he sabido un poquito del ridículo que se le amontó al profeta Micaías aquel día cuando el rey de Israel dijo:

“Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová... mas yo le aborrezco...” (I Reyes 22:8).

Pero los pequeños ataques que yo he padecido no son nada a comparación de lo que nuestro Señor pasó. Fue Él quien dijo:

“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros” (Juan 15:18).

“Sin causa me aborrecieron” (Juan 15:25).

Nuestro Señor Jesucristo fue aborrecido de tal modo por ser predicador llamado por Dios, que lo arrestaron, lo flagelaron casi hasta matarlo, y clavaron Su cuerpo sangriento en la Cruz.

“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca...quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (I Pedro 2:21-24).

Y me parece que Micaías es un tipo, una ilustración de nuestro Señor Jesús en sus sufrimientos. Nota el verso 24. Leámoslo de pie y en voz alta.

“Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti” (I Reyes 22:24).

Recordamos inmediatamente a nuestro Señor Jesucristo:

“Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó” (Mateo 26:67-68).

Los jóvenes que sienten un llamado al ministerio guardar en mente que no simpatizarán y aún serán aborrecidos por cierta clase de gente. No hay modo de evitarlo, Cristo dijo:

“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros...yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:18-19).

Se pueden sentar.

De un modo realista esto se aplica a cualquier Cristiano verdadero, no solo a predicadores. Entre más piadoso seas, y más te pares por Cristo, lo más seguro que el mundo te reprenderá. ¿Te has metido en problemas, alguna vez, por ser Cristiano? De verdad - piénsalo. ¿Te ha puesto la Cristiandad en una situación incomoda? Yo digo que si no ha sucedido, debes mirarte detalladamente. Algo anda mal. Cristo dijo:

“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:19).

Ahora, eso no significa que todos te aborrecerán. Mira el texto una vez más, I Reyes 22:8. Leámoslo de pie y en voz alta.

“El rey de Israel respondió a Josafat: Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal. Y Josafat dijo: No hable el rey así
     (I Reyes 22:8).

Se pueden sentar.

El rey de Israel aborrecía al profeta porque no decía cosas buenas y placenteras de él. Pero un hombre más sabio, como Josafat, quiere oír la verdad de él mismo. Él era del sur. Él había escuchado predicación sólida. Él estaba contento cuando el predicador le decía la verdad sobre su condición pecaminosa y perdida.

¿Vienes tú a la iglesia a oír cosas placenteras de ti mismo - o vienes a oír la verdad tocante a tu condición perdida y tu necesidad de Cristo para que te salve? Nota que Josafat estaba en desacuerdo con el rey de Israel. Él dijo: “no hable el rey así”, no debes decir eso. Y de hecho, él no debió decir eso. Matthew Henry dio el siguiente comentario:

Nota que aquellos que están endurecidos en el pecado, y maduran para la ruina, que odian a los ministros de Dios porque tratan claramente con ellos y los advierten de su miseria y peligro por el pecado, toman como enemigos a los que les dicen la verdad (ibíd.).

La diferencia entre un varón predicador llamado-por-Dios y un orador de motivación es muy clara en este pasaje. Un orador de motivación, como Tony Robbins, dice a la gente que tienen poder dentro de sí para mejorar. El orador de motivación les dice que pueden tener éxito si piensan y actúan positivamente. Como los 400 profetas de Baal en este capitulo. ¡Los profetas de Baal eran oradores de motivación! Ellos dijeron:

“Sube a Ramot de Galaad, y serás properado; porque Jehová la entregará en mano del rey” (I Reyes 22:12).

¡Eran oradores de prosperidad! ¡Eran oradores de motivación! Pero, ves, un predicador no lo mismo. Un predicador no te dice: “Sí puedes hacerlo”. Un predicador te dice “No puedes hacerlo”. Un predicador te dice que eres un pecaminoso y malvado, y sin ayuda y perdido - lo opuesto de lo que los oradores de motivación dicen en la televisión. Pero el predicador verdadero tiene un mensaje negativo, y mucha gente no quiere eso. Son como el rey de Israel, que dijo:

“Yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal” (I Reyes 22:8).

¡El predicador verdadero despliega la ley! Te dice que eres pecador. Te dice que tienes un corazón malvado de incredulidad. No “te profetiza bien”. Te dice que eres un pecador en rumbo al Infierno, ¡y que solamente la Sangre de Cristo te puede salvar!

Yo ruego que escuches a este sermón. Te digo que eres un pecador arruinado. No lo niegues. Mira dentro de ti mismo y mira que es cierto. Deja que tu corazón te condene ahora y Dios no te condenará después. Ven a Cristo para limpieza in Su Sangre preciosa y serás salvo de la ira venidera, porque, si vienes a Él:

“la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
     (I Juan 1:7).

Arrepiéntete. Cambia de parecer. Ven a Cristo y Él te limpiara de todo tu pecado.

Lo triste de esta historia en II Reyes 22, es que el rey de Israel no le escuchó al varón predicador. Permaneció en su propio camino, a la batalla contra la que el predicador le advirtió.

“Y un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura...Murió, pues, el rey, y fue traído a Samaria; y sepultaron al rey en Samaria”
     (I Reyes 22:34, 37).

“Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos”
     (Lucas 16:23).

Oh, yo ruego que le escuches a este sermón, y cambies de parecer, y vengas a Cristo por fe. Nadie aparte de Jesús puede limpiar tu pecado y darte el perdón y la expiación ante los ojos de Dios. Ven a Jesús ahora - o, como el rey de Israel, tu vida acabará en la tierra y tu alma estará ante Dios sin la salvación ante tu Juez, Dios Todopoderoso.

(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por el Dr. Kreighton L. Chan, Antes del Sermón: 
                                                                 I Reyes 22:6-8, 24-28, 34-37.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith, Antes del Sermón:
“Faith of Our Fathers” (por Frederick W. Faber, 1814-1863).


EL BOSQUEJO DE

LA PREDICACIÓN VERDADERA
EN UN TIEMPO DE APOSTASÍA

por Dr. Robert Hymers


“Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal. Y Josafat dijo: No hable el rey así” (I Reyes 22:8).

(Romanos 10:14-15)

I.   Nuestro texto habla de la escasez de tales predicadores,
I Reyes 22:6, 7; II Timoteo 4:2-5; 2:25.

II.  Nuestro texto habla del odio que el mundo incrédulo tendra
hacia tales predicadores, Juan 15:18, 25; I Pedro 2:21-24;
I Reyes 22:24; Mateo 26:67-68; Juan 15:18-19; I Reyes 22:12;
I Juan 1:7; I Reyes 22:34, 37; Lucas 16:23.