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PECADO Y SANGRE

Un sermón escrito por el Dr. C. L. Cagan
y predicado por el Sr. John Samuel Cagan
en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, 10 de Septiembre del 2017

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
(I Juan 1:7).


Casi todo el mundo piensa que va a morir, pero no saben lo que viene después de la muerte. Todo el mundo ha pensado en lo que viene después de la muerte. La gente tiene todo tipo de ideas sobre lo que sucede después de la muerte. Tu profesor de la universidad piensa que no hay vida después de la muerte. Tu amigo piensa que todo el mundo es reencarnado. Pero la Biblia dice que hay un Cielo real y un Infierno real, y el Cielo y el Infierno son para siempre. La Biblia no dice que irás al Cielo porque eres bueno. Sabes que no eres realmente bueno. A pesar de que eres tan bueno como la mayoría de la gente y no eres tan malo como otros, todavía no eres lo suficientemente bueno para entrar al Cielo. La Biblia dice que tienes que ser perfecto para entrar al Cielo, y tú sabes que no eres perfecto. La Biblia dice: “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:20).

Si tienes algún pecado en tu registro, irás al Infierno. No eres lo suficientemente bueno para llegar al Cielo, y nunca lo serás. La Biblia dice: “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gálatas 3:10). Si no haces todo lo que Dios ordena en la Biblia, irás al Infierno. Nunca puedes ser lo suficientemente bueno para ir al Cielo. Tienes que llegar allí de otra manera. Necesitas llegar allí por la Sangre de Jesús. Nuestro texto dice: “La sangre de Jesucristo su Hijo [de Dios] nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). Cuál es tu problema y cómo puedes ser salvo de él, se da en dos palabras en nuestro texto: PECADO y SANGRE. Quiero hablar de esas dos palabras hoy.

I. Primero, la palabra “pecado”.

“La sangre de Jesucristo su Hijo [de Dios] nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7).

Todo el mundo admite que es pecador. Tú admites que eres un pecador. Pero piensas en tu pecado como un pecadillo. Un “pecadillo” es un pequeño error, algo que todo el mundo hace. Así que lo olvidas. Pero Dios no lo olvida. Dios recuerda cada pecado como una ofensa contra Su ley – como un rechazo de Dios Mismo. Cuando desprecias y desobedeces la ley de Dios, desprecias y rechazas a Dios Mismo. ¿Cuál es tu pecado?

Pecado es cuando haces cosas que están equivocadas. La Biblia dice: “El pecado es la infracción de la ley” (I Juan 3:4). ¿Alguna vez has dicho una mentira? Todos lo han hecho. Y la Biblia dice: “No hablarás…falso testimonio” (Éxodo 20:16). La Biblia dice: “Todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre” (Apocalipsis 21: 8).

Hiciste cosas que nadie sabe. No quieres que nadie sepa sobre ello. Tendrías vergüenza. Pero Dios sabe de ello. La Biblia dice: “Pusiste nuestras maldades delante de ti, Nuestros yerros a la luz de tu rostro” (Salmo 90:8). Y “Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta” (Eclesiastés 12:14). Dios conoce todos tus pecados secretos. Él los sacará delante de todos en el Juicio Final. Y serás arrojado al lago de fuego.

¿Has mirado alguna vez una imagen sexual? ¿Has visto pornografía en el Internet? Jesús dijo: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28). Eso es lo que hiciste. Viste a una mujer. Viste sexo en tu computadora. Pensaste en lo que viste. Todavía lo recuerdas ahora. Has cometido adulterio en tu corazón. La Biblia dice que “los fornicarios...tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre” (Apocalipsis 21:8). La palabra Griega traducida “fornicarios” es pornois. La palabra en Español “pornografía” viene de esa palabra Griega. Has visto pornografía. Eres pornois. Dios conoce todos tus pecados secretos. Irás al lago de fuego.

Y el pecado es cuando no haces las cosas correctas. La Biblia dice: “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gálatas 3:10). Alguien le preguntó a Jesús: “¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (Mateo 22:36). Jesús le dijo:

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento” (Mateo 22:37-38).

¡Rompes el primer y gran mandamiento! No amas a Dios con todo tu corazón, alma y mente. Antes de venir aquí casi no ibas a la iglesia. Tratabas a Dios como si no fuera importante. Pero hay algo más que amas con todo tu corazón, alma y mente. No puedes vivir sin ello. Es tu computadora, tu teléfono inteligente. Pasas horas todos los días en el mundo electrónico – el Internet, correos electrónicos, mensajes de texto, selfies, Facebook, pornografía, Instagram, Pinterest, LinkedIn, juegos de video, Llamado al Deber, Choque de Clanes y un millón de otras cosas. No puedes vivir sin tu aparato. ¡No puedes pasar un día sin él! Pones todo tu corazón, alma y mente en él, durante horas todos los días. No sirves al Dios verdadero. ¡Tu aparato es tu dios!

El pecado es realmente un rechazo de Dios. Te niegas a hacer lo que Dios dice. Haces cosas que Dios prohíbe. Cada vez que pecas, dices “no” a Dios. Pregúntate: “¿Por qué hago esto?” Tus pecados externos vienen de tu naturaleza pecaminosa interna.

Más profunda que los pecados externos que haces está tu naturaleza pecaminosa. No es lo que haces, es lo que eres. Eres pecador en el corazón de tu ser. Eres egoísta. Las cosas que haces salen de cómo eres. No puedes cambiarte. Con esfuerzo puedes cambiar algunas cosas externas. Te gustaría cambiar todo sobre ti tan fácil como apagas la luz. Pero no puedes. No puedes deshacerte de tu naturaleza pecaminosa. Tú la heredaste de Adán. Está construido en ti. La Biblia dice: “La mente carnal es enemistad contra Dios; porque no está sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede” (Romanos 8:7). No puedes obligarte a seguir a Dios. La Biblia dice que estamos “muertos en pecados” (Efesios 2:5). Estás “haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos” (Efesios 2: 3). Eres “por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2:3).

Mi padre, el Doctor Cagan, era así. Y él lo sabía. Lo pensó muchas veces. Durante años antes de ser convertido, sabía que había rechazado a Dios. Él negaba la Biblia y la fe Cristiana. Cuando pecaba, sabía que estaba rechazando a Dios. Cuando era egoísta, sabía que estaba rechazando a Dios. Cuando decidió vivir a su propia manera y no a la manera de Dios, sabía que estaba diciendo “no” a Dios. Había escogido el mal. Había elegido ser malo. No podía salvarse a sí mismo. Gracias a Dios, Jesús lo salvó a él – ¡por Su Sangre! Y eso me lleva al segundo punto.

II. Segundo, la palabra “sangre”.

“La sangre de Jesucristo su Hijo [de Dios] nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7).

No puedes hacer nada para salvarte. Lutero lo intentó. Wesley lo intentó. Caín lo intentó. No funcionó para ninguno de ellos. ¡Pero el hermano de Caín, Abel, vino por la Sangre y fue salvo! La Biblia dice:

“Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya” (Génesis 4:3-5).

Tienes que venir a Dios por la sangre, o no puedes venir para nada. ¡Tu pecado sólo puede ser limpiado por la sangre! Por eso vino Jesús. Nació como un bebé. Vivió como un hombre. Sólo un hombre puede morir por los pecados de otras personas. Y Jesús nunca pecó. Sólo un hombre sin pecado puede pagar por los pecados de los demás. Jesús derramó Su Sangre en la Cruz para lavar tus pecados. Jesús sabía para qué había venido. Él dijo a Sus discípulos: “El Hijo del hombre [Jesús]...vino…para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Jesús mostró a Sus discípulos “que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mateo 16:21). Jesús dijo: “Mas para esto he llegado a esta hora” (Juan 12:27). Jesús sabía exactamente para qué Él vino – para dar Su vida como un pago de pecado por todos nosotros.

El Nuevo Testamento está lleno de Sangre. Una y otra vez dice que la gente es salva por la Sangre de Jesús. La Biblia dice:

“Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre” (Romanos 3:24-25).

De nuevo, la Biblia dice:

“Estando ya justificados en su sangre” (Romanos 5:9).

En la Última Cena, la noche antes de ser crucificado, Jesús tomó la copa y dijo:

“Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:20).

El Apóstol Pablo habló de “La iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). La Sangre de Jesús es la Sangre de Dios, porque Jesucristo es Dios el Hijo. La Biblia dice: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Efesios 1:7). De nuevo, la Biblia dice: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14). Cientos de veces la Biblia lo dice – ¡sangre, sangre, sangre! ¡Sólo puedes ser salvo por la Sangre de Jesús!

¡Tu problema es pecado, pecado, pecado! ¡La respuesta es Sangre, Sangre, Sangre! Pecado – ¡Sangre! Pecado – ¡Sangre! Pecado – ¡Sangre! ¡Eso es todo! ¡Es tan simple como eso!

Nunca serás salvo viendo a tus pensamientos y sentimientos. La Sangre de Jesús no está allí. La Sangre fue derramada en la Cruz. Ahora la Sangre está en el Cielo, donde cubre nuestros pecados. No tiene sentido mirar a tus pensamientos y sentimientos.

No puedes ser salvo creyendo una verdad doctrinal – ni siquiera algo acerca de la Sangre. ¡Tienes que tener a Jesús Mismo! Tienes que tener la propia Sangre misma aplicada a tus pecados. Sólo pensar en tu cabeza sobre la Sangre no te salvará. No es allí donde Jesús está. No es allí donde está la Sangre.

Tienes que apartar la vista de ti mismo hacia Jesús Mismo. Jesús es el que tiene la Sangre. La Sangre de Jesús no está en tu cabeza ni en tu corazón. La Sangre de Jesús está con Jesús Mismo en el Cielo. Apártate de ti mismo y confía en Jesús, no en ti mismo. La Biblia dice: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22). No mires dentro de ti mismo. Mira a Jesús Mismo. La Biblia dice: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). Jesús es el que tiene la Sangre. Confía en Él. No confíes en algo que crees en tu mente. No mires a tus pensamientos y sentimientos para ver si eres convertido. Confía en Jesús Mismo. Él es el que tiene la Sangre. Si confías en Jesús, Su Sangre cubrirá tus pecados.

¿Por qué te digo que seas cubierto por la Sangre de Jesús? Porque sólo la Sangre de Jesús salva un alma. Emi Zabalaga estaba perdida en pecado. Necesitaba un Salvador. Ella escribió: “Mi pecado se extendía como un océano sin fondo. No podía soportarlo más. Tenía que tener a Jesús. Tenía que tener Su Sangre. En lugar de retroceder de Jesús con temor cobarde, temerosa de otra conversión falsa o cometer un error, o mirar dentro de mí misma, chequeando mis sentimientos o andar a tientas en la oscuridad como siempre lo hice antes, miré a Jesús por fe. ¡Ahí estaba! ¡Jesús vivo! Él me salvó; Él empapó mis pecados en Su sangre preciosa; ¡Se llevó la pesada carga del pecado! Jesús absorbió la ira de Dios que debería haber sido derramada sobre mí en la vida, en la muerte, en el Juicio Final y en el Infierno. Él me perdonó de todo mi pecado. ¡Mi registro está sellado ‘No Culpable’ con Su propia Sangre! Él es mi abogado, mi Mediador, mi héroe y mi Señor”. Eso es lo que significa la Sangre de Jesús para un alma perdida y encontrada en Jesús. Sólo la Sangre de Jesús salva un alma.

La Sangre de Jesús es de la más alta importancia para mí, aunque no la he visto ni sentido. Porque por la Sangre de Jesús soy redimido. Estaba tan perdido. Estaba tan perdido en una vida miserable y airada. No tenía esperanza para el futuro. Y no podía cambiar. No podía decidir ser nada excepto lo que ya era. Mi orgullo me mantuvo perdido. Mi obstinación me mantuvo sin esperanza. Mi pecado me mantuvo perverso.

Sabía que necesitaba un Salvador, pero no lo admitiría. Sabía que necesitaba ser perdonado, pero no pedía perdón. Pero finalmente, el Espíritu Santo derrotó mi alma y no pude continuar en mi pecado por más tiempo. Me enfrenté a la verdad de mi propia alma pecadora, condenada y no perdonada, y estaba completamente perdido. Yo estaba completamente perdido, y en necesidad de un Salvador. Ese Salvador me encontró – Su nombre es Jesús. Jesús me perdonó por la autoridad de Su Sangre. Nada podía ocultar mis pecados excepto la Sangre de Jesús. Necesitaba mis pecados cubiertos, por lo tanto tuve que tener la Sangre de Jesús. Eso es lo que debes tener también. Debes tener tus pecados cubiertos. Debes ser perdonado y limpiado y escondido por la Sangre de Jesús. Confía en Jesús, y Su Sangre cubrirá, limpiará y esconderá tu pecado, y serás salvo para siempre. Oro para que confíes en Él hoy. Amén.


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(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamín Kincaid Griffith:
“Nothing But the Blood” (por Robert Lowry, 1826-1899).


EL BOSQUEJO DE

PECADO Y SANGRE

Un sermón escrito por el Dr. C. L. Cagan
y predicado por el Sr. John Samuel Cagan

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
(I Juan 1:7).

(Ezequiel 18:20; Gálatas 3:10).

I.    Primero, la palabra “pecado”, I Juan 3:4; Éxodo 20:16;
Apocalipsis 21:8; Salmo 90:8; Eclesiastés 12:14;
Mateo 5:28; Gálatas 3:10; Mateo 22:36, 37-38;
Romanos 8:7; Efesios 2:5, 3.

II.   Segundo, la palabra “sangre”, Génesis 4:3-5; Marcos 10:45;
Mateo 16:21; Juan 12:27; Romanos 3:24-25; 5:9;
Lucas 22:20; Hechos 20:28; Efesios 1:7; Colosenses 1:14;
Isaías 45:22; Hechos 16:31.