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RESCATA A LOS QUE PERECEN

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Noche del Día del Señor, 14 de Febrero, 2016

“Y tú, una vez [convertido], confirma a tus hermanos”
(Lucas 22:32).


La NVI, y la mayoría de las traducciones modernas, lo dicen diferente. Dicen: “Cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos” (NVI). Esta mañana te dije que un renombrado erudito del Nuevo Testamento no está de acuerdo con ellos. Te dije que el Dr. Markus Bockmuehl dijo: “‘Una vez vuelto [o cuando te hayas vuelto]’, aunque favorecido por muchos traductores, no tiene soporte en el Griego” (Markus Bockmuehl, Ph.D., Simon Peter in Scripture and Memory, Baker Academic, 2012, p. 156). Luego pasó a mostrar que la palabra Griega “epistrephō” significa “convertido” en el Evangelio de Lucas (ibid.). El Dr. Bockmuehl es profesor de Estudios Bíblicos y Primeros Cristianos de la Universidad de Oxford. Señala que Pedro fue convertido cuando pasó por la convicción de pecado y encontró al Jesús resucitado. ¡Ese ha sido siempre mi punto de vista, pero estoy muy contento de ver que es respaldado por un profesor de Oxford! Una vez más, la Versión King James (KJV) en Inglés está correcta y las traducciones modernas están equivocadas.

¿Por qué los traductores modernos están equivocados? Esto se debe a que no entienden la “conversión”. Ellos piensan de eso en términos de una “decisión”. Pero los antiguos traductores de la KJV sabían acerca de las conversiones verdaderas – así que tradujeron “epistrephō” correctamente – como “convertido”.

“Y tú, una vez [convertido], confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32).

Este es un gran texto, y voy a sacar dos puntos de él.

I. Primero, Jesús habló de la verdadera conversión que Pedro tendría.

La primera parte de la conversión es la obra del Espíritu de Dios de convencer.

“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8).

El autor Puritano William Guthrie (1620-1665) dijo:

“Ordinariamente, el Señor prepara Su propio camino en el alma por una obra de humillación y le descubre al hombre su pecado y miseria, y lo ejerce con eso, a que anhele al médico Jesucristo (traducción de William Guthrie, The Christian’s Great Interest, The Banner of Truth Trust, 1969 reimpresión, página 193).

Eso es lo que le sucedió a Pedro la noche antes de la crucifixión de Jesús. Las palabras “una vez [convertido]...” muestran que Pedro aún no era convertido, a pesar de que había seguido a Jesús durante unos tres años. En esa noche, que algunos llaman “Viernes Santo”, al fin se le hizo a Pedro ver que era un pecador orgulloso y autosuficiente. Fingió amar a Jesús con todo su corazón. Pero él negó al Señor cuando fue probado. Una joven dijo que era un seguidor de Jesús. Pedro negó a Jesús. Otra joven dijo: “También éste estaba con Jesús el nazareno” (Mateo 26:71). Pedro maldijo y juró, “No conozco al hombre” (26:72). En efecto Pedro dijo: “Si yo estoy mintiendo, maldito sea yo” (Thomas Hale).

Jesús le dijo a Pedro que lo negaría tres veces antes de que un gallo cantara. ¡En ese momento cantó un gallo! “Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” (Lucas 22:62). La palabra Griega para “lloró” significa “lamentarse a gritos, gemir” (Strong). La palabra Griega para “amargamente” es “pikrōs.” Significa “violentamente” (Strong). No digo que todo el que experimenta convicción evangélica grita y llora violentamente. Pero usualmente vemos lágrimas en los ojos de aquellos bajo convicción. Y en avivamientos reales clásicos a menudo hay lamentos y llantos violentos por aquellos bajo convicción. He visto videos del gran avivamiento ocurriendo en China, donde decenas de personas a la vez se ven llorando amargamente, bajo convicción de pecado. En el avivamiento de Cornualles de 1823 en Inglaterra, William Carvosso habló de los perdidos “cayendo de rodillas con angustia en el alma, agonizando con Dios para la salvación de sus almas” (traducción de Paul E. Cook, Fire From Heaven, p. 87). Esto sucede a menudo hoy en día en China y otros países del Tercer Mundo, cuando Dios hace descender el avivamiento. Incluso aquí, en nuestro país sin Dios y materialista de América, vi a cientos de jóvenes llorar bajo una profunda convicción de pecado en un avivamiento a finales de 1960. E incluso ahora, en nuestra propia iglesia, lágrimas vienen a los ojos de los que entran en nuestra sala de consejo bajo convicción de pecado. Las personas más imposibles, introvertidas, a menudo son las que más lloran en una profunda amargura cuando el Espíritu de Dios les hace ver sus pecados. Nota – no tienen lástima de sí mismos. Si tienes lástima por ti mismo no serás convertido. Tiene que ser dolor por tu pecado.

Esto no es nada nuevo. Pedro no fue el único que pasó a través de una convicción antes de ser convertido. El Apóstol Pablo también pasó por esto. Pablo estaba tan convencido que pudo decir:

“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).

Las tres mil personas en el día de Pentecostés también pasaron por la convicción de pecado.

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37).

El comentarista antiguo Matthew Henry dijo: “Los pecadores, cuando se abren sus ojos, no puede dejar de ser punzados en el corazón por el pecado...Los que realmente se arrepienten de sus pecados, y tienen vergüenza de ellos, temen las consecuencias de los mismos, son punzados en el corazón... ‘Toda buena opinión de mí mismo y la confianza en mí mismo me falló”’ (traducción de Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible; nota sobre Los Hechos 2:37). Las personas lloran cuando están bajo convicción dada por Dios. Una mujer pecadora se paró detrás de Jesús llorando. “Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados” (Lucas 7:48).

Se esperaba que los convertidos en otros tiempos vinieran a Jesús con fuerte convicción de pecado. No sólo Pedro y Pablo, pero la mayoría de los demás. Lee la conversión de Agustín. Lee la conversión de Lutero. Lee la conversión de John Bunyan, de George Whitefield, John Wesley, Howell Harris, Spurgeon, los jóvenes en la Isla de Lewis en 1949-1952. Todos empiezan por igual con una profunda convicción de pecado. Oí una joven decir: “Yo estaba tan hastiada de mi misma” antes de confiar en Jesús.

Escucha ahora la carta de Peter Boehler al Conde Zinzendorf acerca de la conversión de John Wesley.

Él se levantó y dijo: “Cantemos el himno número 456, ‘Mi Alma Ante Ti Postrada Está’”. Durante el canto secaba con frecuencia las lágrimas de sus ojos, e inmediatamente después me llamó a su habitación y confesó que ahora estaba convencido de la verdad de lo que le había dicho acerca de la fe [salvadora] y que ya no iba a ponerlo en duda, pero que no había alcanzado esta gracia. ¿Cómo iba conseguir tal fe? No había pecado tan profundamente como otros. Le contesté que no creer en el Salvador era pecado suficiente, y lo exhorté a buscar a Jesús, hasta que lo encontrara. Fui conmovido fuertemente a orar por él y pedir al Redentor que tenga piedad de este pecador. Después de la oración Wesley dijo que cuando el don de la fe salvadora fuera de él, no iba a predicar sobre ningún otro tema...Yo solemnemente le rogué no pensar en la gracia del Salvador lejos en el futuro, pero que creyera que estaba presente, cerca de él, que el corazón de Jesús estaba abierto y su amor por él era muy grande. Lloró amargamente y me pidió que orara con él. Puedo decir que John Wesley es un pobre pecador, con el corazón roto, con hambre de una justicia mejor de la que ha tenido hasta el momento, la justicia de Jesucristo. Por la noche predicó sobre I Corintios 1:23, 24, “nosotros predicamos a Cristo crucificado...” Tenía más de cuatro mil oyentes y habló de tal manera que todos se asombraron...Sus primeras palabras fueron: “Yo confieso sinceramente ser indigno a predicarles del Jesús crucificado”. Muchos fueron despertados por este sermón (traducción de la cita en el libro de John Greenfield, When the Spirit Came: The Moravian Revival, Strategic Press, no date, p. 28).

Allí estaba John Wesley, con lágrimas en sus mejillas, predicando la salvación por Jesús – ¡antes de que él mismo fuera convertido! Más de cincuenta años después, mientras agonizaba, se le oyó susurrar una y otra vez,

Yo soy el primero de los pecadores,
Pero Jesús murió por mí.

Esa fue la experiencia que Pedro tuvo la noche que Jesús fue arrestado. El Dr. Thomas Hale dio esta anecdota:

Fue dicho por un escritor antiguo que por el resto de su vida, cada vez que Pedro oía un gallo cantar, lloraba, porque recordaba la noche en que negó a su Señor (traducción de Thomas Hale, M.D., The Applied New Testament Commentary, Kingsway Publications, 1997, p. 286; nota sobre Marcos 14:72).

II. Segundo, Jesús habló de lo que Pedro haría después de su conversión.

“Tú, una vez [convertido], confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32).

Dr. J. Vernon McGee dijo: “Pedro después fue capaz de fortalecer a sus hermanos. El hombre que es probado es el hombre que realmente puede ayudar a otros” (traducción de Thru the Bible; sobre Lucas 22:32). El hombre que ha sido convencido de pecado es el hombre que puede ayudar a otros que están convencidos de pecado. El hombre que ha sido salvo por Jesús es el hombre que puede ayudar a otros a ser salvos por Jesús. El hombre que conoce cuan débil es puede ayudar a otros que son débiles.

Siempre he amado a John Wesley. Uno de los motivos porque lo amo es porque, igual que yo, él pensaba que podía ser salvo por vivir una vida estricta. Eso era exactamente lo que yo pensaba. Él le dijo a un misionero de Moravia, Peter Boehler, que no tenía la fe que salva. Boehler dijo que Wesley pensó: “¿Cómo podía conseguir tal fe? No había pecado tan profundamente como otros”. Esa fue la piedra de tropiezo de Wesley, y la mía. Boehler le dijo que no confiar en Jesús era pecado suficiente. “Él lloró amargamente y me pidió que orara por él”. Después de ser salvo por Jesús, John Wesley pasó el resto de su vida ayudando a pecadores perdidos y fortaleciendo a sus hermanos. ¡Él viajó a caballo 4,500 millas cada año, y predicó dos o más sermones todos los días, por el resto de su vida! El himno que el Sr. Griffith cantó hace un momento bien podría haber sido escrito por Wesley.

Rescata al pecador, cuida al que muere,
   Arráncalos de la muerte y pecar;
Por el perdido orad, alza al caído,
   De Jesús diles, quien puede salvar.
Rescata al pecador, cuida al que muere,
   Clemente es Jesús, Él salvará.

¡Canta el coro conmigo!

Rescata al pecador, cuida al que muere,
   Clemente es Jesús, Él salvará.
(“Rescue the Perishing” por Fanny J. Crosby, 1820-1915).

“Tú, una vez [convertido], confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32).

¿Cómo podemos ver cuando alguien es convertido de verdad? ¿Cómo puedes saber si realmente están salvos? “Tú, una vez vuelto [convertido], confirma a tus hermanos”. Cuando eres convertido Jesús cambia tus deseos. Lo que amabas antes lo amarás menos de lo que amas a tus hermanos. Amarás a la iglesia con todo el corazón. Amarás a los Cristianos verdaderos con toda tu alma. Desearás hacer todo lo posible para fortalecer y ayudarlos. Vas a orar por ellos y ayudarlos y los amarás con un corazón como el de Jesús. El Apóstol Juan hizo eso muy claro. Él dijo,

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (I Juan 3:14).

Esa es una de las maneras de saber si eres convertido. Que realmente amas a los hermanos y hermanas en la iglesia, y haces todo lo que puedes para ayudarlos. ¡Mira como Lara y Karen y otras jóvenes nuevas ayudan a la Sra. Hymers! ¡Podemos saber bien que son convertidas!

Pero hay otra manera de ver si eres convertido. Voltea en tu Biblia a Lucas 14. Está en la página 1054 de la Biblia Anotada de Scofield. Esta es la parábola de la Gran Cena. El “hombre” que hizo la gran cena es Jesús. El siervo al que envió a invitar personas es el Cristiano verdadero. Ahora mira lo que Jesús dice al Cristiano verdadero. Está en el versículo 23. Léelo de pie y en voz alta.

“Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa” (Lucas 14:23).

Se pueden sentar. Toma un lápiz o pluma y subraya las palabras “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa” (Lucas 14:23). Eso es lo que hacemos todos los Jueves en la noche, todos los Sábados en la noche, y todos los Domingos en la tarde. Enviamos a todos a ganar almas.

Pero me he dado cuenta que hay algunos que se paran a platicar, o hacen otra cosa para llenar el tiempo. Así que nunca traen un nombre para llamar, o traen muy pocos nombres. ¿Qué sucede con los que no traen nombres? Una de dos cosas: o están perdidos, o están reincididos. Los buenos Cristianos van tras personas perdidas. Los no salvos y reincididos juegan y pasan el tiempo. Si estás tan reincidido, ¡alerta! Perderás el gozo de tu salvación si no te arrepientes. Jesús dice “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras” (Apocalipsis 2:5). “Haz las primeras obras”. Vuelve a ganar almas. Trae nombres. Haz las primeras obras como solías hacerlo.

Pero hay algunos que nunca han hecho eso. Nunca quisiste hacerlo, y no lo haces ahora. Tus ojos se empañan y tu rostro se endurece. Y piensas: “¡él nunca va a lograr que yo haga eso!” ¿Por qué no? Bueno, es claro que no eres convertido. Esperas que te “enseñemos” cómo ser convertido mientras que tú no tienes intención de obedecer a Jesús. Jesús dice: “fuérzalos a entrar” – pero tú dices: “¡No! ¡No voy a obedecer a Jesús!” ¡Pobre hombre! ¡Pobre chica! ¡Jamás tendrás paz y gozo en Jesús de esa manera!

Hay cientos de jóvenes perdidos y solitarios en esta gran ciudad. Están esperando a que alguien sea amable con ellos, que se interese en ellos, para mostrar un mejor camino. Pero tú no los puedes ayudar si estás perdido. Por su bien, te ruego que te arrepientas y confíes en Jesús. Ven a Jesús por fe. Confía tu vida a Su cuidado. Él te salvará. Él te lavará limpio del pecado con Su Sangre. ¡Y te enviará a traer a los perdidos y a ayudar a los hermanos!

“Tú, una vez [convertido], confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32).

Por favor de pie canta el himno número seis en tu hoja de canciones.

Oigo la voz de mi pastor,
   En el desierto al derredor,
Llamando la ovejita que,
   De su rebaño ya se fue.
Tráiganlas, tráiganlas,
   Tráiganlas del campo de pecar.
Tráiganlas, tráiganlas,
   A Jesús trae las ovejas.

¿Quién al fiel pastor va a ayudar
   A las perdidas a encontrar?
¿Quién las ovejas a traer,
   de la tormenta proteger?
Tráiganlas, tráiganlas,
   Tráiganlas del campo de pecar.
Tráiganlas, tráiganlas,
   A Jesús trae las ovejas.

Muy lejos las oigo llorar,
   En la montaña donde están;
Pero el Señor te dice a ti:
    “Trae mis ovejas hacia mí”
Tráiganlas, tráiganlas,
   Tráiganlas del campo de pecar.
Tráiganlas, tráiganlas,
   A Jesús trae las ovejas.

Dr. Chan, por favor guíenos en oración. Amén.


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(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por el Sr. Abel Prudhomme Antes del Sermón: Lucas 22:31-34.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“Rescue the Perishing” (por Fanny J. Crosby, 1820-1915).


EL BOSQUEJO DE

RESCATA A LOS QUE PERECEN

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“Y tú, una vez [convertido], confirma a tus hermanos”
(Lucas 22:32).

I.   Primero, Jesús habló de la verdadera conversión que Pedro
tendría, Juan 16:8; Mateo 26:71, 72; Lucas 22:62;
Romanos 7:24; Hechos 2:37; Lucas 7:48;
I Corintios 1:23-24.

II.  Segundo, Jesús habló de lo que Pedro haría después de su
conversión, I Juan 3:14; Lucas 14:23; Apocalipsis 2:5.