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LA SANGRE QUE LIMPIA

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Noche del Día del Señor, 4 de Octubre, 2015

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
(I Juan 1:7).


Juan era solamente un adolescente cuando Jesús lo llamó a ser Discípulo. Pero era un joven maravilloso. Su cercanía a Jesús se puede ver en el Huerto de Getsemaní. Cuando Jesús entró a la oscuridad dejó a los otros Discípulos a la entrada del Huerto. Él llevó consigo solo a Juan y a otros dos, mientras “comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad” (Marcos 14:33, 34).

Cuando los soldados llegaron a arrestar a Jesús, los otros Discípulos le abandonaron y huyeron. Pero la mañana siguiente Juan caminó a lo largo del camino del Calvario, siguiendo a Jesús que llevaba Su Cruz hasta el lugar de la crucifixión. Mientras los demás se escondían con miedo, este muchacho fue el único que protegió a la madre de Jesús, mientras ella observaba a su Hijo morir en la Cruz. Así, Juan fue el único discípulo que vio morir a Jesús aquel día. El resto se escondía, tras puertas cerradas.

Jesús miró desde la Cruz a Juan y a Su madre. Le dijo a Juan que cuidara de ella. Él oyó a Jesús decir: “tengo sed”. Él oyó a Jesús decir: “consumado es” al morir en la Cruz. Pero aun entonces Juan no podía apartarse del Salvador crucificado. Juan miró cuando uno de los soldados le abrió el costado a Jesús con una lanza. “Y al instante salió sangre y agua” (Juan 19:34). Después él escribió esto con cuidado, “para que vosotros también creáis” (Juan 19:35).

Cuando mi madre murió, entré a Ileana y los muchachos al carro y fuimos al hospital lo más rápido que pudimos. Di dos pasos entrando a la recamara de ella, y vi, por un segundo, que su pobre cuerpo quebrantado ya estaba adentro de una bolsa plástica transparente. Mi madre siempre fue tímida en dejar que la vieran sin vestir. Cuando vi sus pies a través de la bolsa plástica, empujé a los muchachos al pasillo. Pero ver sus pies en esa milésima de segundo fue imprimido en mi cerebro para siempre. Eso fue hace dieciocho años. Puedo verlo en mi mente como si hubiera sido ayer.

Y fue así con Juan. Él vio la lanza penetrar el costado de Jesús. Él vio la Sangre saltar de la herida. Él jamás pudo olvidarlo. Sesenta años después, ya muy anciano, el último Discípulo que vivía, Juan todavía pensaba sobre la Sangre de Jesús que había visto aquel día. Con manos temblorosas de un hombre ya muy anciano, él escribió las palabras en papel pergamino, “La sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). ¿Por qué era la Sangre de Jesús tan importante para Juan?

I. Primero, es la Sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios.

No era la sangre de cualquiera, sabes. El Dr. Dr. W. A. Criswell, quien por casi sesenta años fue el pastor de la Iglesia Primera Bautista en Dallas, Texas, dijo:

Él era Dios manifestado en carne. No hay un versículo más significante de parte de Pablo que sus palabras a los ancianos Efesios en Hechos 20:28, “Por tanto, mirad por vosotros, y por…la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. Allí, la declaración es descaradamente, de manera flagrante, grosera, crudamente indicando, según algunos [como John MacArthur], que era la sangre de Dios la que fue derramada en la cruz. Verdaderamente fue Dios en la carne, que fue llevado por el Espíritu para hacer el sacrificio por nuestra expiación ... poderosamente, por lo tanto, la sangre de Cristo ... limpiará vuestras conciencias de obras muertas para servir al Dios vivo ... La sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Dios, nos purga, nos limpia, nos lava, nos sana (traducción de W. A. Criswell, Ph.D., “The Blood of Jesús,” The Compassionate Christ, Crescendo Book Publications, 1976, p. 72).

MacArthur dijo, de Hechos 20:28, “Pablo creía tan firmemente en la unidad del Padre y del Señor Jesucristo, que él podía hablar de la muerte de Jesús como el derramamiento de la sangre de Dios – que no tiene cuerpo y por lo tanto no [tiene] sangre” (Traducción de la Biblia de Estudio de MacArthur Study Bible, nota sobre Hechos 20:28). Por lo tanto, el Dr. MacArthur dijo en efecto, que Pablo estaba mal, que Dios “no tiene sangre”. Esta es una declaración peligrosa, porque parece menospreciar la doctrina de la Trinidad. Rechazamos la declaración de MacArthur. Estamos con Pablo y con el Dr. Criswell, quien dijo: “Era la sangre de Dios la que fue derramada en la cruz” (ibid.).

II. Segundo, es la Sangre de Jesucristo la que nos limpia de pecado.

El Apóstol Juan dijo:

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7).

El Dr. McGee dijo: “La palabra limpia está en tiempo presente – la sangre de Jesús continúa limpiándonos de todo pecado” (A Través de la Biblia, nota sobre I Juan 1:7). Eso significa que la Sangre de Jesús aun existe hoy. El tiempo presente de “limpia” nos muestra que aun ahora, en el tiempo presente, la Sangre de Jesús está disponible para limpiarnos. MacArthur no cree eso. Él dijo: “la sangre física de Jesús, por sí sola, no nos limpia de pecado” (The MacArthur New Testament Commentary on Hebrews, p. 237). ¡Eso es mentira!

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia [tiempo presente] de todo pecado” (I Juan 1:7).

El Dr. Martyn Lloyd-Jones dijo:

Nuestro evangelio es el evangelio de sangre; es la fundación; sin ella no hay nada (traducción de The Way of Reconciliation, Efesios 2, Banner of Truth Trust, p. 240).

De nuevo, el Dr. Lloyd-Jones dijo:

La prueba máxima de si un hombre predica verdaderamente el evangelio o no, se ve en el énfasis que le pone a ‘la sangre’. No es suficiente hablar de la cruz y la muerte; la prueba está en ‘la sangre’ (ibid., p. 331).

El Dr. C. L. Cagan es el pastor asociado de nuestra iglesia. Antes de ser convertido, Dr. Cagan asistió a la iglesia de John MacArthur, todos los Domingos por alrededor de un año. Dr. Cagan dijo, “Me senté bajo su predicación antes de ser convertido. Él era mi pastor. Él me enseñó la Biblia ... Todavía recuerdo mucho de ello en detalle hasta el día de hoy. Sin embargo, no fui convertido por su predicación ... La forma de Señorío del decisionismo del Dr. MacArthur me pareció como salvación por obras ... Yo creo que tenemos que tener clara la Sangre de Jesús en nuestra predicación evangelística ... si queremos predicar grandes sermones del Evangelio que Dios puede usar para convertir muchos almas” (Predicando a Una Nación que Perece, El Tabernáculo Bautista de Los Ángeles, 1999, pp. 183, 184).

Estoy en acuerdo completo con el Dr. Lloyd-Jones de que “no es suficiente hablar de la cruz y de la muerte [de Jesús]… La prueba máxima de si un hombre predica verdaderamente el evangelio o no, se ve en el énfasis que le pone a ‘la sangre’” ¡Amén! ¡Me alegra que el Dr. Lloyd-Jones dijo eso! Yo he predicado el Evangelio por casi 58 años. Yo sé por experiencia que los pecadores perdidos necesitan oír que Jesús puede limpiarlos de todo pecado con Su Sangre. Ellos no serán salvos, en general, con sermones del Infierno, o sermones sobre la profecía Bíblica – esto puede estar bien al principio, pero al “ponernos serios” – serios en el asunto de la conversión – debemos predicar sermones sobre la Sangre del Salvador.

Los sermones sobre la Sangre no son solo para gente perdida. A veces pienso, “¡O, Dios! ¡Cómo podría yo vivir un día sin la Sangre de Tu Hijo!” ¡Nada alegra mi corazón, en tiempos de tristeza, como la Sangre de Jesucristo! Es mi comida y bebida en tiempos de tristeza y depresión.

¡Por Su Sangre Lo alabo yo,
   Salvador admirable!
¡Que mi alma a Dios reconcilió;
   Salvador admirable!
¡Salvador admirable es Jesús, mi Jesús!
   ¡Salvador admirable es Jesús, Señor!

¡Yo no había cantado esa canción por años, pero volvió a mi en la noche! ¡La canté y canté hasta que mi corazón se llenó de gozo! ¡Cántala conmigo! Es la número 7 en tu hoja de canciones.

¡Por Su Sangre Lo alabo yo,
   Salvador admirable!
¡Que mi alma a Dios reconcilió;
   Salvador admirable!
¡Salvador admirable es Jesús, mi Jesús!
   ¡Salvador admirable es Jesús, Señor!
(traducción de “What a Wonderful Saviour!”
   por Elisha A. Hoffman, 1839-1929).

Busqué esa canción en mis himnarios y no podía hallarla. Entonces saqué mi vieja copia del Himnario Bautista de hace 50 años, el himnario que usamos en la Primera Iglesia Bautista China. ¡Allí estaba! Era como ver a un viejo amigo después de muchos años. Las lágrimas salieron a mis ojos cuando la canté. ¡Canta despacio ahora!

¡Por Su Sangre Lo alabo yo,
   Salvador admirable!
¡Que mi alma a Dios reconcilió;
   Salvador admirable!
¡Salvador admirable es Jesús, mi Jesús!
   ¡Salvador admirable es Jesús, Señor!

¡Me han dicho los llamados “expertos” que debo predicar sermones “expositivos” de una larga serie de versículos de la Biblia! Pero no puedo escuchar a los “expertos” Tal vez debería, ¡pero no puedo! Tengo que chupar la médula del hueso de un verso - o una parte de un verso - como lo hicieron nuestros antepasados, los puritanos y los grandes evangelistas que los siguieron – como Whitefield y Wesley, y John Cennick, Daniel Rowland, y Howell Harris – Dios lo bendiga! – Y Joseph Parker, y Spurgeon, el Príncipe de los Predicadores. Al igual que ellos, tengo que predicar de uno o dos versos - o sólo una parte de un verso. No puedo dejar que mi predicación se desvíe de un tema a otro. ¡Quiero la carne, y quiero la médula de los huesos! ¡Eso es lo que alimenta mi alma - y la tuya! ¡La médula en los huesos!

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7).

El Diablo viene y me susurra: “No van a pensar que eres un gran predicador si haces eso”. Yo lanzo mi respuesta a él – “¿Qué importa si piensan que soy un ‘gran predicador’ o no? Eso no me importa nada”. ¡Mi objetivo y mi deseo, mi gloria y mi delicia, es ver a un pecador perdido venir a la fuente, y ser lavado, limpio de todo pecado por la preciosa y santa Sangre de Jesucristo!

Yo conozco dos predicadores Bautistas que están perdidos. Sus vidas muestran que nunca han sido regenerados, nunca convertidos, nunca salvos. Sé que el primero lee muchos de mis sermones. Vi al segundo predicador perdido en la “velación” de un pastor Chino, un amigo querido por muchos años. Después de ver su cuerpo salí de la sala. Estuve cara a cara con este predicador perdido. Lo he conocido por muchos años. El pobre hombre lo perdió todo gastándolo en sus pasiones sin control. Le di la mano. Le pregunté de su salud. Luego le dije: “Me gustaría que leyeras mis sermones en el Internet”. Él sonrió y dijo: “¿Bromeas? ¡Los leo en tu sitio todas las semanas!” ¡Mi corazón saltó de gozo! ¡El pobre hombre ha sido amigo mío medio siglo! ¡No debo fallarle! ¡No debo fallarte a ti! Ni siquiera debo pensar en ser un “gran predicador”. ¡No debo fallarle a él! ¡No debo fallarte a ti! Tengo que decirle a los predicadores en todas partes:

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7).

¡Por Su Sangre Lo alabo yo,
   Salvador admirable!
¡Que mi alma a Dios reconcilió;
   Salvador admirable!
¡Salvador admirable es Jesús, mi Jesús!
   ¡Salvador admirable es Jesús, Señor!

¡Yo sé lo que se siente estar perdido! Incluso sé lo que se siente ser un predicador perdido – porque yo fui un predicador perdido durante tres años, desde el momento en que me “rendí a predicar” a los 17 años hasta que fui salvado a los 20. Es una sensación horrible estar perdido así. ¡Es como el Infierno en la tierra estar perdido, afuera de las puertas de la comunión con Dios, nunca seguro, sin certeza, siempre temerosos de la condenación, siempre condenándote a ti mismo! Oh, querido amigo, dame una llamada telefónica. ¡No voy a excomulgar a tu alma - ni me voy a alejar de ti! ¡Llámame y voy a hacer mi mejor esfuerzo para mostrar otro camino, el camino de la reconciliación - el camino de la purificación y la nueva vida - el camino de la Sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios! No estuve en ese camino tres años. Es posible que te hayas perdido más que eso. ¿Por qué esperar más? Sabes que no tienes la Sangre de Jesús. Ahora, ven y báñate en ella. El profeta dijo a Naamán el leproso, “lávate siete veces en el Jordán…y serás limpio” (cf. II Reyes 5:10, 14). Y yo te digo esta noche, “¡Lávate una vez en la Sangre de Jesús, y serás limpio para siempre!

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7).

¡Por Su Sangre Lo alabo yo,
   Salvador admirable!
¡Que mi alma a Dios reconcilió;
   Salvador admirable!
¡Salvador admirable es Jesús, mi Jesús!
   ¡Salvador admirable es Jesús, Señor!

John Sung era un joven Chino brillante que había venido a América a estudiar. Pero él se sintió ser un fracaso. El falló ser lo que su padre quería que fuera. El fracasó con una joven que el conoció en el seminario. No había hallado paz. Estaba atormentado por una conciencia culpable. Estaba en un conflicto espiritual feroz. Luego, una noche en Febrero, vio los pecados de su vida esparcidos delante de él. Al principio no parecía haber forma de deshacerse de ellos y tenía que ir al Infierno. Trató de olvidar sus pecados, pero no pudo. Ellos le cortaban el corazón. Fue a su maleta y sacó su Biblia. La abrió a la crucifixión de Jesús en Lucas, capitulo 23. La escena de Jesús muriendo en la Cruz por su pecado fue tan intensa que le parecía estar al pie de la Cruz, rogando ser lavado, limpio de su pecado por la Sangre preciosa. Él siguió llorando y orando hasta la media noche. Entonces oyó una voz en su corazón decir: “Hijo, tus pecados son perdonados”. Toda la carga de pecado pareció caer de sus hombros de una sola vez. Un sentido de alivio intenso vino sobre él y saltó en pie y gritó: “¡Aleluya!” Corrió en los pasillos del dormitorio gritando y alabando a Dios por su deliverancia (adaptado de A Biography of John Sung by Leslie T. Lyall, China Inland Mission Overseas Missionary Fellowship, reimpresión de 1965, pp. 33, 34). ¡Él se volvió el predicador evangelistico más grande que China ha conocido jamás!

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7).

Te ruego esta noche que vengas a Jesús. Deja todas tus dudas y temores. Ven al Salvador. Sé lavado por Su Sangre preciosa. Amén. Dr. Chan, por favor guíenos en oración.

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(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por el Sr. Abel Prudhomme, Antes del Sermón: Lucas 23:39-47.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith, Antes del Sermón:
“What a Wonderful Saviour!” (por Elisha A. Hoffman, 1839-1929).


EL BOSQUEJO DE

LA SANGRE QUE LIMPIA

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
(I Juan 1:7).

(Marcos 14:33, 34; Juan 19:34, 35)

I.   Primero, es la Sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios,
Hechos 20:28.

II.  Segundo, es la Sangre de Jesucristo la que nos limpia de
pecado, Juan 1:7.