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MI VIDA TEMPRANA

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, 23 de Marzo de 2014

“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Salmo 27:4).


Este versículo es del salmo 27, mi salmo favorito. Expresa mi sentimiento por el amor y la paz que encontramos en Jesús y en la casa del Señor, la iglesia local. En el momento en que te de la historia de mi vida temprana verás por qué este versículo es tan importante para mí.

Batallé y oré para averiguar sobre qué quería Dios que yo hablara esta mañana. Al final, el Viernes, Dios pareció decirme que hablara sobre mi vida temprana. Algunos de ustedes ya han oído estas cosas, pero trataré de añadir mayores detalles para que valga la pena que escuches.

Yo nací ocho meses antes de que Japón atacara Pearl Harbor. Yo nací en Glendale, California, el día antes del Domingo de Resurrección, en 1941. La mañana siguiente me trajeron y mi madre me acogió en sus brazos por primera vez y al mirar por la ventana vio 500 palomas blancas sueltas al aire por el Cementerio Forest Lawn, para conmemorar la resurrección de Jesús de entre los muertos.

Mis padres no eran Cristianos practicantes. Nunca asistían a la iglesia. Ellos nunca daban las gracias por la comida. Nunca leían la Biblia. La única persona que yo conocía que tomaba la religión en serio era el esposo de la hermana de mi madre. Ellos vivían con nosotros en la misma casa. Este tío se convirtió al Catolicismo y se volvió muy celoso en la oración. Él se metía a un closet amplio y oraba alrededor de una hora todos los días. Él también era artista. Él pintó un retrato en óleo de mi padre, y muchas pinturas del Cielo y ángeles. Pese a que yo solo tenía tres años de edad, eso hizo una gran impresión en mí y lo recuerdo muy bien. Él también me enseñó las palabras del Padre Nuestro. Después de que lo memoricé él hacía que se lo dijera a las personas, que se sorprendían que alguien de tres años de edad recordara todas las palabras. Ese fue todo el entrenamiento religioso que recibí antes de ser adolescente. Pero yo dije el Padre Nuestro antes de ir a la cama por el resto de mi vida, y todavía lo hago, junto con otras oraciones.

Mi padre primero se fue y luego mis padres se divorciaron. Nunca volví a vivir con mi padre otra vez, aunque lo veía de vez en cuando. No me di cuenta hasta que era un adulto que no fue del todo la culpa de mi padre. Ellos tenían demasiados parientes viviendo en la casa cuando eran una pareja joven, y eso puso una terrible tensión en su matrimonio. Me mudé con mi madre y mi abuela a una casa en Echo Park, en la calle Fargo. Otros familiares entraban y salían de esa casa. Había mucho beber, y muchas peleas y gritos. Yo lo odiaba tanto que generalmente me iba y bajaba al sótano y miraba las pinturas del Cielo, y Jesús, y los ángeles que mi tío pintó. Otras veces, me iba al jardín de atrás y me escondía bajo las flores y oraba el Padre Nuestro para bloquear los gritos de los que estaban bebiendo en la casa. Otras veces, me bajaba por la calle Fargo y entraba a la iglesia Católica que estaba allí. En la década de 1940 estaba abierta las 24 horas al día. Yo entraba y había tanto silencio, me sentaba en una banca y pasaba tiempo mirando a la estatua de tamaño real de Jesús llevando la cruz sobre Su espalda. Era muy real, y había sangre en Su espalda y sangre corriendo sobre Su rostro de la corona de espinas en Su cabeza. Recuerdo pensar vez tras vez, “¿Por qué le hicieron eso a Él? ¿Qué hizo para que lo odiaran tanto?” Yo no sabía las respuestas a esas preguntas entonces. Solo iba allí a estar en silencio y para bloquear los gritos y peleas en la casa. Yo nunca había leído la Biblia ni asistido a la escuela Dominical. Yo fui a Misa en esa iglesia varias veces pero no pude entender nada porque todo era en Latín en aquel entonces. Así que iba allí durante la semana porque estaba tan silencioso, y yo no podía oír los gritos, y yo miraba la figura de Jesús y me preguntaba por qué lo torturaron y lo crucificaron. Yo solo fui a la escuela por unas cuantas semanas antes de cumplir los nueve años porque estaba muy enfermo, realmente enfermo, la mayoría del tiempo.

Cuando yo tenía nueve años mi Madre me llevó a Arizona. Yo había estado enfermo todo el tiempo con alergias y dolores de oído terribles. Y el doctor le dijo a ella que yo podría ser curado en Arizona. Él estaba correcto. Yo no había estado allí 24 horas antes de que oyera tronidos en mis oídos, y todas las alergias desaparecieron, ya no habían más dolores de oídos para detenerme de ir a la escuela. Fue allí donde por primera vez oí a George Beverly Shea en la radio, cantando [No es Secreto] “It Is No Secret.” Fue allí donde le rogué a mamá que me llevara a una iglesia al otro lado de la calle, y fuimos un par de veces. Era una Iglesia de Cristo. Fue allí donde canté un himno por primera vez. Pero no me sentí atraído a ir a esa iglesia porque no había gritos ni beber en nuestra casa. Yo siempre odiaba volver a Los Angeles porque todo volvía a comenzar otra vez. Yo no soportaba las peleas y los gritos.

Pero todo se derrumbó cuando yo tenía doce años. Ya no había más dinero. Perdimos la casa porque mamá no pudo pagar la hipoteca. Volvimos a Los Angeles. Mamá se volvió a casar, pero no había suficiente lugar para mí en su casa, así que tuve que vivir con otros familiares. ¡Ellos también bebían, así que los gritos comenzaron otra vez!

Pero pronto hallé un lugar a donde escapar. Los vecinos de al lado tenían un hijo que era un año menor que yo. Jugábamos juntos después de la escuela. Una noche su madre me invitó a su casa a cenar con ellos. Después nos sentamos en la sala con su padre y su hermana y miramos la tele en blanco y negro con pantalla de nueve pulgadas. Pronto yo estuve allí casi todas las noches. Yo tenía buenos modales y me iba a la hora de la cena. Pero la mitad del tiempo la Sra. McGowan me invitaba a quedarme a cenar con ellos. Luego nos sentábamos frente a la tele a ver Red Skelton, Jack Benny, Milton Berle, y películas del Gordo y el Flaco. Eran gente Bautista. El Dr. McGowan era dentista. No había beber ni gritos en su casa. ¡Se volvió mi santuario, un lugar donde escapar de mis familiares y sus gritos de borracheras!

Una tarde la Sra. McGowan me dijo: “Robert ¿te gustaría ir a la reunión de avivamiento con nosotros esta noche?” Yo dije: “Seguro”. ¡Yo no sabía que era eso, pero cuando tienes trece años, sin padres que te detengan, estás listo para casi todo! Así que fui a la iglesia Bautista esa noche con el Dr. y la Sra. McGowan y su hijo y su hija. Puedo ver adentro de la iglesia en mi mente, pero no puedo recordar una palabra del sermón. Fue la primera vez en mi vida que fui a una iglesia Bautista. Eso fue hace sesenta años, porque cumpliré setenta y tres en unas semanas.

El predicador esa noche tenía puesto un traje gris claro y una corbata verde brillante. Esto era a principios de la década de 1950. Todos los predicadores Bautistas hablaban con gran vigor entonces. Ahora la mayoría no habla más alto o mejor que un sacerdote episcopal. Pero era la primavera de 1954. Eisenhower era el Presidente. Una Coca Cola costaba diez centavos. Un bueno libro de tiras cómicas costaba diez centavos también. Costaba como cincuenta centavos ir a las películas. Los adolescentes se cortaban el cabello cada dos semanas...por solo setenta y cinco centavos ¡Había ocho barberos donde yo iba, y siempre estaban ocupados! Y todos los predicadores Bautistas hablaban como un orador en llamas. Yo no tuve dificultad en escuchar al hombre de la corbata verde esa noche – aunque no recuerdo nada de lo que dijo. Cuando acabó, se pararon y cantaron una canción. El hombre de la corbata verde dijo: “¡Vengan!” Gente fue al frente. Luego mi amigo, el hijo de los McGowan, dejó su asiento y fue al frente. Yo pensé: “Eso es lo que se debe hacer”. Así que lo seguí. Nos llevaron a otra sala y el pastor nos dijo que regresáramos en un par de días después para ser bautizados. Eso fue todo lo que dijo. Nadie nos preguntó por qué pasamos al frente. Ni siquiera nos preguntaron si queríamos ser bautizados. Solo dijeron: “Vengan el Domingo en la mañana para ser bautizados”. El hijo de los McGowan y yo regresamos. Nos pusieron unas batas blancas y fuimos bautizados junto con otros niños. Mirando atrás, creo que ninguno de nosotros era convertido. ¡Yo sé que yo no era! ¡Yo no podía haber explicado el punto más simple del Evangelio si mi vida hubiera dependido de ello! Yo no conocía a Jesús personalmente. ¡Jesús parecía como una figura trágica, que fue clavado a una cruz hace mucho tiempo, y no tenía nada que ver conmigo!

Seguí yendo a la Escuela Dominical y la iglesia con los McGowan. Pero yo no recuerdo nada de los sermones. Me acuerdo de los pastores – el Dr. Pegg, el Dr. Maples, y el Dr. Music. Pero los únicos sermones que recuerdo eran los que el Dr. Music predicó Domingos por la noche – una serie de sermones contra John F. Kennedy porque era Católico, que parecía un poco extraño, y una serie de varios sermones Domingo por la noche contra la evolución lo que realmente me enfureció – ¡porque yo creía en la evolución! Yo estaba muy enojado por esos sermones. También lo recuerdo a él predicando contra una película, “Elmer Gantry”, acerca de un predicador que pecaba, que era bastante polémico en ese entonces. Así que me metí en un teatro para verlo. Las luces estaban bajas y no podía ver al principio. Cuando mis ojos se acostumbraron miré a mi derecha, ¡y allí estaba el director de la Escuela Dominical! Ambos casi saltamos de nuestros asientos. ¡Después de la película estuvimos de acuerdo en no decirle a nadie!

Cuando tenía quince años mi abuela murió. Yo nunca antes había visto un muerto. Me sacudió hasta la médula. Después del funeral en Forest Lawn huí – hacia una colina, corriendo y corriendo y corriendo. Por último caí en el pasto, jadeando en busca de aire. Entonces, de repente, sentí que Dios bajó a mi alrededor. ¡No había duda de ello, Dios estaba allí! Me sentí como Jacob, cuando estaba solo en Betel una noche y le dijo: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Génesis 28:16). Desde ese momento me sentí muy pecaminoso y culpable. Una de mis tías me dijo muy enojada: “Tú eres la razón por la que tus padres se divorciaron, Robert. Tú lo hiciste – ¡tú! ¡Tú! ¡Tú lo hiciste! ¡Fue tu culpa, Robert Hymers!” No era cierto, por supuesto, porque yo tenía sólo dos años de edad cuando mi padre se fue. Pero yo creía que era verdad. Me quemó como un carbón caliente. ¡Fue mi culpa! Yo lo hice. ¡Arruiné sus vidas! “¡Fue tu culpa, Robert Hymers!” Empecé a tratar de deshacerme de mi pecado, haciendo el bien. ¡Yo le iba a probar a Dios que yo no era realmente un pecador!

Comencé a escuchar con mucha atención los sermones. También comencé a escuchar a Billy Graham en su programa de radio todos los Domingos en la tarde. Luego, el Domingo de Resurrección en 1958, el pastor dijo, después que él predicó: “Creo que puede haber un joven aquí que está siendo llamado por Dios para ser un ministro”. Yo pensé: “Me gustaría ser como ese hombre (el pastor). Eso es lo que haré. Voy a ser un predicador. Eso me ayudará a ser Cristiano”. Así que fui hacia el frente y estreché la mano del pastor. Entonces todo el mundo vino al frente y me dieron la mano y me felicitaron por haber decidido ser un predicador. Comencé a predicar inmediatamente, y prediqué varios sermones en diferentes lugares. Yo tenía diecisiete años. Ahora yo era un predicador. Pero todavía me sentía como un pecador. ¡La decisión de ser un predicador no me había ayudado para nada! Estaba tratando de ser Cristiano siendo bueno – ¡pero no estaba funcionando!

No mucho tiempo después de eso me pusieron en una obra sobre la Pasión en la iglesia. Me dieron el papel de Judas, el hombre que traicionó a Jesús. Cada palabra de esa obra de Pascua fue sacada de la Biblia King James. Fue allí cuando memoricé mi primer versículo de la Biblia. Eran las palabras de Judas, de Mateo 27:4,

“Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4).

Luego tiré las treinta piezas de plata que me habían pagado para traicionar a Jesús – y me fui fuera del escenario y me ahorque. Hice esa parte tres veces – diciendo esas terribles palabras:

“Yo he pecado entregando sangre inocente”

Esas palabras se grabaron en mi alma. ¡Había hecho que mis padres se divorciaran! ¡Había traicionado a Jesucristo! Me sentía como el peor pecador en el mundo entero. Noche tras noche me acostaba en la cama pensando: “¡Yo he pecado entregando sangre inocente!”

En ese tiempo leí la vida de James Hudson Taylor, el gran misionero pionero a China. Yo pensé: “Eso es lo que tengo que hacer. Tengo que ser misionero a los Chinos como Hudson Taylor. Si hago eso Dios va a perdonar mis pecados, y voy a tener paz”. Así que fui a la Primera Iglesia Bautista China de Los Ángeles un Sábado por la noche. La Sra. Lorna Lum abrió la puerta. Ella me invitó a venir a la iglesia al día siguiente. Me uní a esa iglesia China y comencé a dar clases en la Escuela Dominical. Pero eso no ayudó. Todavía me sentía como el peor pecador del mundo. Yo tenía diecinueve años.

Yo pensé: “Tengo que ir a la escuela Bíblica para convertirme en un misionero, entonces voy a ser perdonado por Dios”. Así que fui a la escuela de Biola (ahora Universidad) ese otoño. Pensé que me iba a ayudar a deshacerme de mi pecado y ser Cristiano.

Fue allí en ese otoño que escuché al Dr. Charles J. Woodbridge predicar durante una semana en la capilla. El había nacido y sido criado por padres misioneros en China. Eso me hizo escucharlo con mucha atención.

Él predicó en la capilla todos los días durante una semana sobre Segunda de Pedro, en el Nuevo Testamento. Dijo que Pedro nos dijo que el mundo se acabaría. Después llegó a II Pedro 3:13:

“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva” (II Pedro 3:13).

Él dijo: “¡Ellos, las personas perdidas en el mundo, no tienen esperanza! ¡Ellos solo están esperando morir! ¡‘Pero nosotros’ esperamos en Jesús! ¡‘Pero nosotros’ conocemos a Jesús, hemos sido salvos por Él! ¡Ellos no tienen esperanza! ‘Pero nosotros’ tenemos salvación y esperamos en Jesús”. Esas palabras entraron a mi corazón como una flecha. Toda mi bondad y religión no tenían ningún valor. Yo sabía que el mundo había terminado, y el juicio iba a venir. El Dr. Woodbridge nos dijo que nuestra única esperanza era confiar en Jesucristo, quien había muerto en la Cruz para pagar por nuestros pecados. En ese momento Jesús vino a mí, y yo confié en Él. No puedo explicarlo, pero fue tan fácil confiar en Jesús. Antes yo siempre pensé que estaba muerto. Pero ese día yo supe que estaba vivo, y yo confié en Él. Mis pecados se habían ido, lavados en Su sangre. Fui convertido. Lo supe entonces y lo sé ahora.

Desde que vi el manantial
   Que brota del Señor,
Mi tema ha sido y será
   Por siempre Su amor.
   Mi tema ha sido y será
   Por siempre Su amor.
    (Traducción libre de “There Is a Fountain”
       por William Cowper, 1731-1800).

Sé por experiencia personal lo que es venir a la iglesia sin saber nada sobre el Cristianismo. Así es como llegué a la iglesia como un niño de trece años de edad. Sé lo que se siente estar confundido, y no saber qué hacer para llegar a ser un verdadero Cristiano. Sé lo que se siente estar bajo convicción de pecado y no saber cómo salir de ella. Sé lo que se siente al confiar en Jesús y ser salvo. Y sé que fui salvo por Jesús para servirle durante toda mi vida en el compañerismo de la iglesia local.

Han pasado sesenta años desde que el Dr. McGowan y su señora me llevaron a una iglesia Bautista. Cuando miro hacia atrás a través de seis décadas estoy más seguro que nunca de que las cosas más importantes en la vida son estas – Jesucristo y Su iglesia. Sólo Jesús puede darnos libertad de la culpa y el miedo. No podemos ser lo suficientemente buenos para ganar la salvación. Solo Jesús puede salvarnos y limpiarnos del pecado por Su Sangre. Sólo Su iglesia nos puede dar estabilidad, compañerismo y fuerza y disciplina en un mundo hostil y desolado. Sólo Jesús y Su iglesia nos pueden dar sentido a una existencia inútil y sin esperanza.

Si sólo tuviera un sermón para dar te diría, sin dudarlo: asegúrate de conocer a Jesucristo, y asegúrate de vivir tu vida aquí en la iglesia. Juan Calvino dijo: “El que tiene a Dios por su Padre tiene la iglesia por su madre”. ¿Cómo puede alguien que lee la Biblia no estar de acuerdo con él en eso?

Estas son las cosas que más importarán al final de tu vida. ¡Al final estas serán las únicas cosas que importarán!

“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”
      (I Timoteo 1:15).

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”
       (Hechos 16:31).

Que Dios te dé la gracia de venir a Jesús y creer en Él. Que Dios te convierta a Jesús. ¡Al final esta será la única cosa que importará!

Oh, fluye fuente de misericordia,
   De el crucificado Salvador.
Preciosa sangre Él dio por comprarnos,
   Gracia y perdón por nuestros pecados.
(Traducción libre de “Oh, What a Fountain!”
     por John R. Rice, 1895-1980).

¡Un amigo encontré, Qué amigo!
   Él me ama y yo le conozco;
El me atrajo con amor,
   Y me unió a Él;
Y mi corazón envolvió
   Esos lazos no se pueden romper,
Porque Suyo soy, y Él mio es,
   Por siempre y para siempre.
(Traducción libre de “I’ve Found a Friend!”
     por George C. Stebbings, 1846-1945).

(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por el Sr. Abel Prudhomme Antes del Sermón: Salmo 27:1-14.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“I’ve Found a Friend” (por George C. Stebbins, 1846-1945).