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LIBERACIÓN DEL MIEDO

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Víspera del Año Nuevo, Diciembre 31, 2013

“Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores” (Salmo 34:4).


Este es un Salmo de David. La introducción del mismo es parte del texto inspirado. Dice: “Salmo de David, cuando mudó su semblante delante de Abimelec, y él lo echó, y se fue”. El Rey Saúl perseguía a David, tratando de encontrarlo y matarlo. Él estaba huyendo por su vida y se escondía en una cueva tras otra alrededor del Mar Muerto. No mucha gente podría sobrevivir en ese lugar. David pensó que iba a ser asesinado por Saúl, por lo que viajó al oeste, a la tierra de los Filisteos. El rey de los Filisteos le recibió, pero unos de los hombres del rey tenían miedo de David. David se dio cuenta de que estaba en peligro por lo que pretendió estar loco. El rey se enfadó de él y lo despidió. Así la vida de David fue librada y regresó al desierto de Israel para esconderse de Saúl. Más tarde, mientras pensaba en ese tiempo terrible, escribió este Salmo. Él dijo:

“Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores” (Salmo 34:4).

Había un niño que vivió hace mucho tiempo en Missouri. Mi abuela vivió en esa área, en las montañas Ozark, cuando era niña, casi al mismo tiempo que este niño. Me contó una historia tras otra sobre las cosas terribles que le sucedieron, cosas que ningún niño debería vivir. El niño tuvo que pasar por muchas cosas terribles. Su padre tenía un pequeño periódico. Él levantaba al muchacho antes del amanecer, y éste se arrastraba por la nieve para entregar esos periódicos. Después tenía que ir a la escuela y sentarse allí todo el día en el frío, con la ropa empapada por la nieve. Apenas se secaban, él tenía que agarrar otra carga de periódicos y arrastrarse por la nieve de nuevo para repartirlos. Exhausto y medio muerto de hambre llegaba a casa hasta mucho después de oscurecer, para comer un poco y se iba temblando a la cama – a sabiendas de que iba a pasar por lo mismo antes de que el sol saliera la mañana siguiente. Ese niño se llamaba Walt Disney.

Después él regresó a ese dolor y terror de la infancia y lo utilizaba en sus películas tremendamente exitosas. ¿Cómo olvidar el terror que sentiste cuando niño, la primera vez que viste “Pinocho”? El crítico de cine Leonard Maltin dijo que contenía “Unas de las escenas más terroríficas jamás puestas en una película [tal como] la transformación de Lampwick en un asno, [y] la persecución con la Ballena Monstro”. También estaba “Blancanieves”. La reina malvada convirtiéndose en una bruja me estremeció cuando era niño. Y los árboles en el bosque que extendían sus ramas hacia Blancanieves como las garras de demonios. “Bambi” me asustó tanto que lloré y me tuvieron que sacar del cine. A su madre le dispararon y podías oír su grito agonizante, “¡Corre Bambi! ¡Corre! Y allí quedó solo – perdido en la nieve. Estas escenas memorables describen lo que el psiquiatra pionero Carl Jung llamó “miedos arquetípicos”. Las raíces de estos temores están profundamente en nuestro subconsciente, incluso en la edad adulta. Walt Disney conjuró los miedos de su propia infancia traumatizante. Alguien dirá, esto en realidad no viene del mismo Disney. ¿Estás seguro? ¿Cómo es que nunca fueron capaces de hacerlo de nuevo después de su muerte? Oh, sí era él. Él puso su marca en todo lo que salió de ese estudio – incluyendo “Dumbo”. Todo niño sabía al instante el miedo a ser diferente de los otros niños – ¡como el pequeño elefante con las grandes, feas orejas!

Es un hecho bien conocido de que los autores de cuentos infantiles a menudo tuvieron infancias traumáticas. Uno piensa en Robert Louis Stevenson, Lewis Carroll, Rudyard Kipling y P. L. Travers, la autora de “Mary Poppins”, entre otros. ¡De hecho, Ernest Hemingway dijo que tienes que tener una mala niñez para ser un buen novelista!

Nuestro diácono el Sr. Griffith y yo estábamos conversando sobre eso la otra noche. Estábamos de pie cerca de las escaleras en el segundo piso. Miré detrás de él una foto de Churchill. Le dije Churchill tuvo una infancia problemática. Entonces miré a una foto del Presidente Reagan y le dije al señor Griffith que Reagan tuvo que arrastrar a su padre a través de la nieve, a casa, borracho noche tras noche. Entonces miré a una foto del presidente Nixon y le dije al señor Griffith cómo el padre de Nixon hizo a su familia beber la leche de una vaca envenenada con tuberculosis, y cómo eso mató al hermano mayor de Nixon. La muerte de su hermano le afectó durante toda su vida. Entonces el señor Griffith me dijo cómo su propio padre murió de repente cuando él sólo tenía 14 años, y cómo su madre tuvo que pasar por el dolor de 60 tratamientos de choque eléctrico para evitar caer en una depresión permanente. Le dije un par de historias de horror de mi propia infancia, y luego empezamos a hablar de los demás miembros de nuestra iglesia, uno tras otro. Finalmente le dije: “Sabes, Ben, me parece que todo el mundo ha tenido una infancia alarmante, ¡de una u otra manera!” Me parece que esto es parte de la maldición del pecado que viene de la caída de Adán. Creo que el Dr. Carl Jung estaría de acuerdo conmigo, aunque de una forma arquetípica, espiritualizada. ¡Ciertamente Freud habría estado de acuerdo en el tema del trauma de la infancia! Pero ninguno de esos siquiatras entendía de la caída del hombre.

Somos una raza caída, viviendo en un mundo caído – ¡y es un lugar bastante temeroso para vivir! Pero ninguna cantidad de miedo humano hará que un hombre busque a Dios. La Biblia dice:

“Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz” (Romanos 3:16-17).

La gente suele pensar que una catástrofe o enfermedad hará que los pecadores perdidos se arrepientan. Pero nunca he visto que suceda. Un ejemplo de eso se da cuando la quinta copa del juicio cae en un mundo perdido durante el período de la Tribulación. La Biblia dice:

“…y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16:10, 11).

He visto este tipo de cosas suceder muchas veces. He visto personas que mueren de cáncer blasfemar a Dios y negarse a arrepentirse. Usualmente culpan a Dios y muchas veces le maldicen por permitir que esto les suceda a ellos. Pero nunca he visto a nadie arrepentirse y volverse a Jesús como resultado del dolor y los miedos humanos. Por lo general sólo les hace amargase en contra de Dios. Toma la gracia de Dios para que un pecador perdido se arrepienta y venga a Jesús. Sir Richard Baker dijo, “Los malos pueden estar libres de problemas, ¿pero pueden estar libres del temor? No, Dios lo sabe, aunque tengan problemas como los demás hombres, sin embargo, viven con más miedo que otros hombres. Culpabilidad de la mente...jamás [permite] que estén seguros...sin embargo nunca dejan de renegar [contra Dios]” (traducción de C. H. Spurgeon, The Treasury of David, tomo II, páginas 142, 143). Pero cuando el Espíritu Santo comienza a trabajar en ti, comenzarás a tener temores piadosos. John Newton dijo:

La gracia me enseñó a temer,
Mis dudas ahuyentó…
(traducción libre de “Amazing Grace” – segunda estrofa,
por John Newton, 1725-1807).

¿Ha estado Dios enviándote temores de gracia? ¿Has tratado de ignorarlos pero siguen viniendo? Dios ha permitido que estos temores vengan a ti, para que veas la necedad de seguir rechazando a Jesús.

Has sentido, “Mientras más bendiciones tengo en mi vida, lo más triste me siento. Sé que no hay felicidad en estas bendiciones terrenales”. Si esto te describe, es la gracia de Dios que te ha dado estos pensamientos. ¿Satanás te ha hecho pensar eso? ¡Por supuesto que no! Nada agrada al Diablo más que ver a los que están satisfechos con sus vidas. Si no estás satisfecho, es Dios quien te ha hecho descontento con el mundo y sus placeres. Hace años estabas contento, pero ahora sientes que no hay nada en este mundo que puede darte paz. Fuertemente te aconsejo que confíes en Jesús y en Su Sangre preciosa. Ninguna otra cosa puede liberarte de estos sentimientos de la tristeza y pensamientos problemáticos.

O tal vez has sentido: “Yo quiero ser un Cristiano. No hay nada en este mundo que yo quiero más que ser salvo del pecado”. Me alegro que dijiste, “Salvo del pecado”. “Hay muchas personas perdidas que quieren ser salvadas del Infierno. Mientras eso es lo que quieren, nunca serán salvos. Pero el hecho de que quieres ser salvo del pecado es una buena señal de que Dios está hablando a tu corazón. Esto demuestra que Dios está comenzando a hablar contigo. ¿Por qué Él te ha dado este deseo de ser salvo del pecado? Es para hacerte anhelar a Jesús, quien es el único que te puede hacer un Cristiano, y quita tu pecado. Sé por larga experiencia que todo el que quiere profundamente ser libre de la culpa del pecado, y busca a Jesús, lo ha encontrado. Pero los que quieren continuar en el pecado, y sólo quieren ser salvos del Infierno, ¡nunca encuentran a Jesús! ¿Quieres ser libre de la culpa y del poder del pecado? Entonces estás muy cerca de encontrar a Jesús. ¡Toma sólo un paso hacia Él, y serás salvo al instante!

Una vez más, ¿temes que no vas a ser capaz de aferrarte a Jesús? ¿Temes que vas a caer, y ser un hipócrita? Ese miedo no es necesariamente malo. El hipócrita dirá confiadamente que confía en Jesús. Pero muchos grandes santos y mártires se dieron cuenta de que sólo Jesús podía mantenerlos salvos. Ven tembloroso e inseguro de ti mismo, y Jesús te salvará – ¡y Él Mismo te mantendrá salvo! ¡La salvación no depende de ti! ¡Nunca ha dependido de ti! ¡Confía en Jesús y Él te salvará ahora, y Él te mantendrá salvo!

O puedes decir: “A veces siento un poco de paz y alegría. Cuando oigo que alguien más ha sido salvo, me da algo de esperanza. A veces cuando oigo un sermón sobre el Evangelio y el amor de Jesús por los pecadores, siento alegría. Pero luego me miro a mí mismo, y mi pecaminoso corazón, y todo el gozo se va”. ¿Crees que tendrías estos pensamientos si Dios no estuviera atrayéndote a Jesús? Sólo sentiste esa esperanza y la promesa de paz cuando oíste del amor de Jesús, y viste que otros lo experimentan. Así que, si quieres permanente sentir esa esperanza y paz, ven tu mismo a Jesús.

“Pero”, dices: “¡Estoy tratando de no tener un sentimiento! ¿No me dijiste que tratara de no tener ningún sentimiento?” No, mi querido amigo, ¡nunca te dije nada de eso! ¡Yo no te dije que trataras de no tener un sentimiento! ¡No! ¡No! ¡Te dije que confiaras en Jesús! Mientras trates negativamente no tener un sentimiento, ¡te mantendrá de la acción positiva de confiar en Jesús! ¡Deja de tratar de no tener un sentimiento y cae en los tiernos, amorosos brazos del Salvador! Serás salvo por Él al instante el momento que dejes de tratar de salvarte a ti mismo mediante la resistencia a un sentimiento. En lugar de ello, descansa en Jesús. ¡Te darás cuenta que Él ha hecho toda la salvación! Entonces, y sólo entonces, ¡sentirás la paz que sobrepasa todo entendimiento!

¡No veo ninguna razón por qué tú debes ir a casa esta noche sin Jesús! Si las cosas que he dicho son verdad de ti, ¡entonces ven al Salvador y entra en el nuevo año como un Cristiano!

“Pero”, dices: “Puede que no sea uno de los elegidos”. ¡Si confías en Jesús tú eres uno de los elegidos! “Pero”, dices: “No tengo suficiente convicción”. ¡Pero, mi querido amigo, estás siendo comido por la convicción! ¡Mírate! ¡Te sientes sin esperanza y triste ahorita! ¿Qué es eso, si no convicción? Tú tienes suficiente convicción. ¿Qué crees que es la convicción? ¡Es el triste, oscuro, temeroso sentimiento que tienes ahorita! ¿Qué te tiene que hacer Dios? ¿Tiene que llevarte a la locura? ¡Por supuesto que no! Tienes más que suficiente convicción ahorita. Todo lo que tienes que hacer es venir a Jesús. ¡Cae sobre Sus amorosos brazos y te irás esta noche, salvo por la Sangre del Cordero de Dios

!

Ahora, si deseas hablar con nosotros, sal te tu asiento y ve al cuarto de consejo. Amén. Dios, oramos que alguien confíe en Su Hijo Jesús esta noche. En Su nombre, amén.

(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“Jesus, Only Jesus” (por Dr. John R. Rice, 1895-1980) .