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ORANDO POR LA PRESENCIA DE DIOS
EN EL GANAR DE ALMAS

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Tarde del Día del Señor, 21 de Octubre, 2012

“¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y las naciones temblasen a tu presencia!” (Isaías 64:1-2).


Esta es la oración de Isaías para que Dios se manifestara en medio de Su pueblo. Es una oración por la presencia de Dios. Mi pastor de mucho tiempo de la Iglesia Bautista China fue el Dr. Timothy Lin. El Dr. Lin dijo: “En los tiempos del Antiguo Testamento, el requisito previo para que el pueblo de Dios fuera bendecido era tener la presencia de Dios. [Este] principio está claramente demostrado a través de las vidas de varios gigantes espirituales del Antiguo Testamento” (traducción de Timothy Lin, Ph.D., The Secret of Church Growth, First Chinese Baptist Church, 1992, pág. 2).

Entonces el Dr. Lin dio el ejemplo de Isaac, Jacob, José y Josué. Isaac fue a la tierra de los Filisteos durante una época de hambre. Aun en medio de estos pueblos paganos, Isaac prosperó en gran medida debido a la presencia de Dios con él. Dios le dijo: “Yo estaré contigo, y te bendeciré" (Génesis 26:3).

“El varón se enriqueció, y fue prosperado, y se engrandeció hasta hacerse muy poderoso” (Génesis 26:13).

A pesar de la discriminación racial y la persecución, Isaac se hizo “muy poderoso” debido a la presencia de Dios con él.

Cuando Abimelec, rey de los Filisteos, vino a verlo con otros dos hombres, Isaac dijo:

“¿Por qué venís a mí, pues que me habéis aborrecido, y me echasteis de entre vosotros?” (Génesis 26:27).

Entonces estos hombres paganos le dijeron a él: “Hemos visto que Jehová está contigo” (Génesis 26:28). Ellos sabían que Isaac prosperó debido a la presencia de Dios.

Otro ejemplo es Jacob. Mientras vivía con su tío Labán en Harán fue explotado varias veces, y su salario fue cambiado diez veces. Sin embargo la presencia de Dios estaba con él. Dios le había dicho:

“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres” (Génesis 28:15).

Después Jacob le dijo a Labán,

“Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías” (Génesis 31:42).

Cuando yo era joven experimenté tres veces algo de lo que Isaac y Jacob pasaron. Puedo decir con certeza que la única razón por la que fui bendecido fue porque la presencia de Dios estaba conmigo. No había otra explicación. Dios estaba conmigo.

Lo mismo puede decirse de José. Fue vendido como esclavo y enviado a un país extranjero. Fue acusado falsamente y encarcelado injustamente. Sin embargo él se convirtió en el gobernante de toda la tierra de Egipto. La única razón para este cambio inesperado fue que la presencia de Dios estaba con él.

“Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero”
       (Génesis 39:2).

“Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel. Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel. Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba” (Génesis 39:20-23).

Josué conquistó a todos los reyes de Canaán porque la presencia de Dios estaba con él. Dios le dijo:

“Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (Josué 1:5).

Samuel recibió la bendición especial que “no dejó caer…ninguna de sus palabras” porque la presencia de Dios estaba con él:

“Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras” (I Samuel 3:19).

El Rey David se conducía prudentemente en todo debido a la presencia de Dios:

“Y David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él” (I Samuel 18:14).

¡La prosperidad de todos estos hombres espirituales fue el resultado por tener con ellos la presencia de Dios!

Isaías también sabía la importancia de la presencia de Dios. Es por eso que oramos:

“Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes” (Isaías 64:1).

Cuando el Templo fue destruido, Dios le mostró a Ezequiel que Su presencia les estaba abandonando. La nota de Scofield sobre Ezequiel 9:3 muestra cómo la presencia de Dios poco a poco se apartó de ellos. La nota de Scofield dice:

      Ezequiel, el sacerdote, le fue dado el contemplar la visión de la gloria del Señor alejándose (1) de los querubines hacia el umbral del templo (Ez. 9:3; 10:4); (2) del umbral (Ez. 10:18); (3) del templo y de la ciudad hacia el monte al este de Jerusalén (el monte de los Olivos, Ez. 11:23)...(Biblia Anotada de Scofield, nota sobre Ezequiel 9:3).

El profeta Oseas predijo la salida de la presencia del Señor. Él dijo:

“Con sus ovejas y con sus vacas andarán buscando a Jehová, y no le hallarán; se apartó de ellos” (Oseas 5:6).

Durante el período entre el cierre del Antiguo Testamento y el principio del Nuevo Testamento, muchos Judíos se entristecieron porque sintieron la ausencia de la presencia de Dios. Su dolor había sido experimentado por el Salmista, quien dijo:

“Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?” (Salmo 42:3).

Y el profeta Isaías oró esta triste oración:

“Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes” (Isaías 64:1).

Entonces, en el Día de Pentecostés, Dios de repente contestó las oraciones que ellos habían hecho por tanto tiempo,

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo…” (Hechos 2:1-4a).

Durante toda la emoción una gran multitud de gente se reunió. Pedro predicó el Evangelio bajo el poder del Espíritu Santo. Tres mil personas se convirtieron al Cristianismo ese día. Dios estaba ahora presente con ellos a través del derramamiento del Espíritu Santo. Un hombre cojo fue sanado. Pedro predicó otra vez y cinco mil hombres se convirtieron. Más milagros sucedieron, y “los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres” (Hechos 5:14). La presencia de Dios estaba con ellos continuamente. Aun cuando estos Cristianos fueron perseguidos y tuvieron que huir de Jerusalén, la presencia de Dios los seguía dondequiera que fueron:

“Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor” (Hechos 11:21).

Así nos enteramos que los esfuerzos para ganar almas de estos primeros Cristianos eran efectivos porque “la mano del Señor estaba con ellos” (Hechos 11:21). La presencia de Dios hizo posible que ellos guiaran a miles a Cristo en conversiones verdaderas.

Hablando sobre nuestro propio tiempo, el Dr. Lin dijo: “La Iglesia de los últimos días debe tener la presencia de Dios, si quiere crecer, o todos los esfuerzos serán en vano” (Lin, ibid., Pág. 6). Podemos agregar un grupo de personas perdidas a la iglesia, pero no vamos a ser capaces de añadir verdaderos conversos sin la presencia de Dios.

El Dr. Lin dio entonces seis condiciones que deben cumplirse para que tengamos la presencia de Dios entre nosotros.


1.  Primero, debemos tener cuidado de seguir la Biblia, y no nuestros propios pensamientos.

2.  Segundo, los pastores deben ser llamados y enviados por Dios.

3.  Tercero, los Cristianos deben amarse unos a otros.

4.  Cuarto, la iglesia debe ser santa.

5.  Quinto, la iglesia debe ser un centro de entrenamiento.

6.  Sexto, la iglesia debe orar en común acuerdo (Lin, ibid., pág vii).


El último punto es el que estamos enfatizando en este momento. No puedo entrar en detalle en esto esta noche. Pero voy a volver a ello de nuevo. No podemos añadir verdaderos conversos a nuestra iglesia sin la presencia de Dios. Y no podemos tener la presencia de Dios con nosotros sin la oración. Cada detalle de nuestra evangelización debe ser presentado ante Dios en oración. Nuestro texto dice:

“Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes” (Isaías 64:1).

El final de esta oración muestra por qué necesitamos la presencia de Dios. “Y a tu presencia se escurriesen los montes”. El texto en el Hebreo original muestra que Isaías estaba orando por un terremoto que sacudiera los montes. Hay muchos montes que se interponen en el camino, manteniendo a los perdidos de ser convertidos. Estos “montes” sólo se puede hacer que “se escurran” en la presencia de Dios. “Y a tu presencia se escurriesen los montes”. Los incrédulos sólo pueden ser convertidos si estos montes se escurren a la presencia de Dios.

Hay un monte de incredulidad. Sólo la presencia de Dios puede hacer que se escurra.

Hay un monte de orgullo. Sólo la presencia de Dios puede hacer que se escurra.

Hay un monte de mundanería. Sólo la presencia de Dios puede hacer que se escurra.

Hay un monte de materialismo. Sólo la presencia de Dios puede hacer que se escurra.

Estos son sólo algunos de los “montes” que se interponen en el camino, manteniendo los incrédulos de venir a la iglesia y ser convertidos. No tenemos absolutamente ningún poder en nosotros mismos para hacer que estos montes se escurran. ¡Sólo la presencia del Espíritu de Dios puede hacer eso! Por lo tanto, yo les pido que oren constantemente, y en detalle, por la presencia de Dios en nuestros esfuerzos evangelísticos.

Esta oración de Isaías es una oración para que Dios baje y elimine todos estos obstáculos o montes. ¿Por qué el profeta le pide a Dios que haga esto? El siguiente versículo, en Isaías 64:2, nos da la respuesta: “para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos”. Los montes tienen que ser escurridos o los pecadores perdidos nunca vendrán a Cristo en una conversión verdadera. Y por eso, debemos orar para que Dios descienda, y haga lo que nosotros mismos no podemos hacer, al estar presente con nosotros para convertir a los pecadores perdidos.

“¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes, como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y las naciones temblasen a tu presencia!” (Isaías 64:1-2).

El Señor Jesucristo nos dijo que oráramos una oración similar en Lucas 11:13. Por favor volteen allí en la página 1048 de la Biblia Anotada de Scofield. Por favor pónganse de pie y lean en voz alta.

“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).

Pueden sentarse.

Este verso está al final de la parábola del Amigo Inoportuno. Dijo que un amigo vino a él y no tenía nada que ponerle delante. Entonces él pidió tres panes, que simbolizan el Espíritu Santo. Entonces Jesús nos dijo por qué dio la parábola, para mostrarnos que debemos pedir por el Espíritu Santo, o no tendremos nada que poner delante para nuestros amigos perdidos. Jesús dijo:

“¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).

Así que esta es una oración para que el Espíritu Santo venga a ministrar a nuestros amigos perdidos. Y es realmente muy similar a la oración de Isaías por la presencia de Dios, “para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos”. Debemos orar constantemente por la presencia del Espíritu de Dios entre las personas perdidas que traemos a la iglesia:


1.  Para quitar su incredulidad.

2.  Para vencer su orgullo.

3.  Para que vean la vanidad de vivir solo por cosas materiales.

4.  Para mostrarles que este mundo no tiene nada que ofrecerles.

5.  “Para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos”.


¡Nunca confiaran en Cristo a menos que ellos sientan la presencia de Dios entre nosotros!

Querido amigo perdido, ¿tienes incredulidad en Jesús? ¿Eres demasiado orgulloso para confiar en Jesús? ¿Sigues pensando que las cosas materiales de este mundo pueden satisfacerte? ¿Sigues rechazando a Jesús, cuyo nombre significa “salvación” para los pecadores? Él murió en la Cruz en tu lugar, para salvarte del castigo eterno. Él se levantó de entre los muertos para darte vida eterna. ¿Vendrás a Jesús y serás salvo? ¡Oramos porque la presencia de Dios se manifieste a ti, para romper tu incredulidad y te traiga a Jesús para la limpieza de tu pecado por Su Sangre preciosa! Amén.

Sr. Lee, por favor venga y ore por la presencia de Dios, por Su Espíritu Santo, en nuestra evangelismo (oración).

(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída Antes del Sermón por el Dr. Kreighton L. Chan: Isaías 64:1-7.
El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“Come, Holy Spirit, Heavenly Dove” (por Dr. Isaac Watts, 1674-1748).