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LA OBRA SECANTE DEL ESPÍRITU

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La mañana del Día del Señor, 14 de Marzo de 2010

“Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo. Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:6-8).


“Voz que decía: Da voces”. ¿Qué voz era la que le hablaba al profeta? Se trataba de “la boca del Señor”, de la que se habla en el versículo cinco. La voz de Dios le habló a Isaías, y dijo: “Da voces”. El Dr. Gill comentó que, “Es la voz del Señor al profeta, o más bien a todo y cada ministro del Evangelio, dándoles una orden de profetizar y predicar” (traducción de John Gill, D.D., An Exposition of the Old Testament in Six Volumes, The Baptist Standard Bearer, reimpreso en 1989, tomo 5, p. 222).

Entonces Isaías dijo: “¿De qué he de dar voces?” Esa es la pregunta que surge ante la mente de un predicador cuando prepara los sermones que debe dar cada Domingo – “¿De qué he de dar voces?” La palabra Hebrea para “Da voces” es qârâ. Lleva la idea de“gritar”, “de importunar [confrontar] a la persona hallada” (traducción de Strong #7121). Es la misma palabra Hebrea usada en Isaías 58:1,

“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado” (Isaías 58:1).

A todo predicador del Evangelio se le manda utilizar un determinado método y estilo en su predicación. Lamentablemente, no es el método y estilo común en nuestros días. Pero era el método y el estilo de Isaías, y de todos los profetas del Antiguo Testamento. Era el método y el estilo de Juan el Bautista, el gran precursor de Cristo. Los Bautistas se refieren de nuevo a estos mismos versos en Isaías cuando dijo: “Yo soy la voz de uno que clama” (Juan 1:23). Juan fue el vocero de Dios, y fue Dios quien daba voces por medio de él, como Dios hizo por medio del profeta Isaías, a quien Juan citó:

“[Juan] dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto… como dijo el profeta Isaías” (Juan 1:23).

La palabra Griega traducida “clamar” es bǒaō en Juan 1:23. Significa “¡Ahhh!, [es decir]…gritar” (Strong, #994). Así, de la palabra Hebrea clamar, aprendemos que es “dar voces” (Isaías 58:1). Esto significa que el predicador debe hablar en voz alta como el vocero de Dios. La palabra Griega va más allá, diciendo que el predicador debe gritar como uno que clama “Ahhh”, “¡clamando y dando voces” a los pecadores perdidos en el desierto de este mundo!

Ese método de predicación fuerte fue utilizado por los profetas, que clamaban el mensaje de Dios, como Isaías y Juan Bautista lo hicieron, “dando voces” a ellos, “importunando [confrontando]” a los oyentes con la Palabra que Dios le había revelado a en sus corazones. Pero, como he dicho, no es el estilo popular de predicación en nuestros días. Ahora hay una desobediencia fundamental a la Biblia en el modo y el estilo de predicar, porque se nos dice proféticamente:

“Que prediques la palabra…Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros” (II Timoteo 4:2-3).

No puedo pensar en un verso profético en la Biblia que describa mejor la mayoría de los sermones modernos. Hay constante “enseñanza” en nuestros días, “enseñanza” sin urgencia y sin fuego – porque los sermones modernos no tienen como modelo a Aquel que le dijo a Isaías: “Clama a voz en cuello, no te detengas”, ni es la fuente de tales sermones modernos la voz de Dios que le habló a Isaías, “Clama” ni es como la voz de Dios hablando a través de Jesús en el séptimo capítulo de Juan, cuando el Señor “en el templo alzó la voz...” (Juan 7:28); ni es como Cristo en ese mismo capítulo, cuando Él “se puso de pié y alzó la voz” (Juan 7:37). Tampoco es el estilo de la predicación de Pedro, el día de Pentecostés, que alzó la voz e “importunó [confrontó]” a sus oyentes, gritando las palabras que Dios le había dado, como se nos dice en Hechos 2:14:

“Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló…” (Hechos 2:14).

El Dr. Gill dijo: “‘Y alzar su voz’ para que pueda ser oído por toda la multitud...así como para mostrar su celo y fervor de espíritu, y fortaleza de mente; porque siéndole otorgado del Espíritu de lo alto, él era el más valiente de los hombres” (traducción libre de John Gill, D.D., An Exposition of the New Testament, The Baptist Standard Bearer, reimpreso en 1989, tomo. II, pp. 153-154; nota sobre Hechos 2:14). Así, debo repetir, ¡hoy en día hay una desobediencia fundamental a Dios en muchos de nuestros púlpitos, una desobediencia terrible en la manera y el estilo de la predicar!

No debemos dejar de notar que estos ministros modernos (particularmente en América y Europa) han pasado por alto el hecho de que hay un sentido de “dar voces” y de “importunar [confrontando]” a los oyentes con el mensaje de “la voz” de Dios en la verdadera predicación Bíblica. “La voz dijo, “clamad”. ¡Ese es el estilo de la verdadera predicación del Evangelio! ¡Nada menos que eso puede ser usado por Dios para mover corazones muertos y mentes perezosas! ¡Nada menos podrá hacer eso! ¡Con razón hay tan pocas conversiones verdaderas en nuestro día en el mundo Occidental! Brian H. Edwards dijo: “La predicación de avivamiento tiene un poder y autoridad que lleva la Palabra de Dios como un martillo al corazón y a la conciencia. Eso es exactamente lo que falta en la mayoría de nuestra predicación hoy día. Los hombres que predican en avivamiento nunca son temerosos y tienen una urgencia” (traducción de Brian H. Edwards, Revival! A People Saturated with God, Evangelical Press, edición de 1997, p. 103).

Entonces Isaías le preguntó: “¿Qué tengo que decir a voces?” Como he dicho, es el dilema del predicador que trabaja en sus sermones Dominicales: “¿Qué diré a voces?” Un joven escuchó a un profesor del seminario decir que un plan de seis meses de sermones debe estar preparado de antemano. ¡Abomino la idea de que un hombre haga tal cosa! ¡Un hombre que hace eso no puede tener verdaderos, sermones dados por Dios! ¡No es posible! Spurgeon, el más grande de todos los predicadores Bautistas, nunca hizo eso. Esperó que el Señor le diera los mensajes cada semana. Así, el predicador debe pedir a Dios por sus sermones, ¡y esperar a que Dios se los de a él!

“¿Qué tengo que decir a voces?” El Dr. Lloyd-Jones dijo:

¿Cuál es el mensaje? Es que “lo que tengo” [Hechos 3:6], se limita a eso. Esto es lo que he recibido ... he recibido esto, se me ha dado a mí. No traigo mis propios pensamientos e ideas...Yo les doy lo que se me ha dado a mí. Se me ha dado, y lo doy a ellos. Yo soy un vehículo, yo soy un canal, yo soy un instrumento, yo soy un representante (traducción de D. Martyn Lloyd-Jones, M.D., Preaching and Preachers, Zondervan Publishing House, 1971, p. 61).

Mi pastor por mucho tiempo, maestro y mentor el Dr. Timothy Lin dijo:

Entre todas las tareas pastorales, la tarea más difícil y más importante es saber, sin duda, el mensaje que Dios quiere que él predique cada día del Señor (traducción de Timothy Lin, Ph.D., The Secret of Church Growth, FCBC, 1992, p. 23).

Eso es lo que tenemos aquí en Isaías cuarenta, versículo seis: “Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces?” Es la forma que un pastor debe recibir y dar sus sermones. El texto puede ser dividido en tres puntos principales.

I. Primero, debemos dar voces sobre la brevedad de la vida.

“Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo” (Isaías 40:6).

“Toda carne es hierba, y toda su gloria [todos la belleza y la gloria] es como la flor del campo.” ¡Esa es una cosa importante que predicar! Debemos decirte que eres como la hierba, o como las flores que crecen en un campo después de la lluvia en la primavera. Pronto la vida pasa. ¡Qué pronto sucede eso! Parece como si tu juventud duraría para siempre, pero pasa tan rápido. Vuelvo a mirar mi propia vida, un año menos de siete décadas, ¡y parece haber pasado en siete meses! Y así será contigo. El sol del verano se acerca. El césped se seca. Las flores se marchitan y mueren. La vida es transitoria, fugaz, temporal, breve, de corta duración. El Apóstol Santiago se refirió a este pasaje de Isaías para mostrar la necedad de enfocar la vida de uno solamente en el avance profesional y la acumulación de cosas materiales.

“Pero el que es rico…en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas” (Santiago 1:10-11).

Muy pocas personas tienen esta visión. Se aferran a avanzar en este mundo, sin darse cuenta de lo que parece ser un hecho evidente – ¡que terminará antes de lo que piensas! C. T. Studd (1860-1931) en su día fue uno de los pocos hombres ricos que vio eso. Él heredó una gran fortuna, pero lo regaló todo y se fue como misionero – primero a China y luego a África. Y fue C. T. Studd quien dijo:

Solo una vida,
   pronto pasará;
Solo lo que se hace por Cristo
   durará.

¡Cómo me gustaría que todos los jóvenes leyeran acerca de C. T. Studd, y trataran de emular su vida! ¿Y por qué no, ya que “toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo”? ¡Ah, si solo vieras la verdad de eso!

Solo una vida,
   pronto pasará;
Solo lo que se hace por Cristo
   durará.

Pronto pasarás de esta tierra y tu alma comparecerá ante el Juicio de Dios. No llevarás nada contigo aparte de alma. ¡Pero ni siquiera mantendrás eso si no eres convertido! En palabras más sencillas posibles, Jesús dijo:

“El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”
       (Juan 3:3).

Es absolutamente necesario que nazcas de nuevo. De lo contrario perderás tu misma alma para siempre, y por toda la eternidad. “Pero”, alguien dice, “hay muchas cosas importantes que debo hacer”. Como una chica lo puso, “La vida la llamaba”. A ti te debo citar las dos grandes preguntas de Cristo:

“Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Marcos 8:36-37).

“Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo” (Isaías 40:6).

¡Por lo tanto debemos dar voces y predicar constantemente sobre la brevedad de la vida!

II. Segundo, debemos dar voces sobre la obra secante del Espíritu de Dios.

Por favor lean el verso siete en voz alta.

“La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo” (Isaías 40:7).

El Dr. Gill dijo:

En la conversión, el Espíritu del Señor sopla una ráfaga sobre toda la piedad del hombre...que causa que se seque [de] la bondad de los hombres, el Espíritu de Dios les muestra que su santidad no es la verdadera santidad, que su justicia es sólo de apariencia...delante de los hombres; y su religión y bondad [son] solamente un parecer; y sus buenas obras [son] insuficientes para justificar y salvar, y llevarlos [a ellos] al cielo, por lo que se desvanecen y mueren en su [auto] estima, quienes [cuando son convertidos], lo estiman todo como pérdida y estiércol, (traducción de Gill, ibid., p. 223).

Esto es lo que Spurgeon llamaba “La Obra Que Seca, del Espíritu” (traducción de C. H. Spurgeon, The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, reimpresión de 1971, tomo XVII, pp. 373-384). Al igual que su predecesor el Dr. Gill, Spurgeon dijo que Isaías 40:7 habla del Espíritu Santo marchitándote, para que tu alma se seque y vea su impotencia, pecado y desesperanza, sin el Salvador.

“La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo” (Isaías 40:7).

Spurgeon dijo:

El Espíritu de Dios, como el viento, debe pasar por el campo de vuestras almas, y [causar] que vuestra belleza se vea como una flor marchita. Él debe convencer [os] de pecado...para que [vosotros] veáis que [vuestra] naturaleza caída es la corrupción misma (traducción de Spurgeon, Ibíd., p. 375).

¡Esa es la obra que seca, del Espíritu Santo! Es la obra del Espíritu de Dios, que agota tus falsas esperanzas, te muestra la horrible muerte y la corrupción de tu propia naturaleza, saca fuera toda esperanza de tu mente, y te hace ver que tu única esperanza verdadera está en Cristo, el sustituto ensangrentado.

Cuando el Espíritu Santo “seque” tu alma, verás que tu supuesta “bondad” no es más que trapos de inmundicia. Verás que todas las cosas religiosas que estás haciendo son pura hipocresía; que ninguna de las cosas “buenas” que haces puede justificarte ante los ojos de un Dios santo; que nada de lo que haz hecho hasta ahora puede hacerte aceptable ante Dios; que tu creencia no es más que un acuerdo mental con las palabras de la Biblia; de que ninguna de estas cosas puede justificarte ante los ojos de Dios; ¡que todo lo que haz hecho, y tratas de hacer, no te puede salvar del fuego del juicio en el día de la ira de Dios!

Estas cosas se aclararán cuando pases por la obra secadora, del Espíritu Santo. Una joven dijo: “Me sentí tan disgustada conmigo misma”. Poco después ella fue convertida. Otra joven dijo: “Estoy descontenta conmigo misma”. Ella no consiguió nada. El Dr. Cagan y yo le aconsejamos que ella debe sentirse más que “descontenta”. Como la joven que fue convertida, ella debe sentirse “disgustada”. Hasta que ella se sienta, en el fondo, que está completamente disgustada consigo misma, no va a experimentar la extinción y la agitación interior que es tan común entre los que son verdaderamente convertidos.

La palabra “secar” es muy importante. Debes saber lo que significa si quieres entender lo que está empezando a ocurrir a algunos de ustedes. La palabra traducida “se seca” en Isaías 40:7 proviene de una palabra Hebrea que significa “avergonzarse... secarse (como agua) o se marchitarse (como forraje)...vergüenza... confundido…extinguirse” (traducción de Strong’s Concordance #3001).

“La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo” (Isaías 40:7).

Eso debe ocurrir en tu corazón. El Espíritu de Dios debe secar tus falsas esperanzas y la confianza que tienes en ti mismo. El Espíritu de Dios debe consumir, cauterizar, secar tu confianza en ti mismo, hasta que tu corazón se marchite como una flor que muere – hasta que seas “aturdido”, perplejo, turbado, y “avergonzado” de tu propia naturaleza depravada. Como esa joven dijo justo antes de ser convertida, “me sentí tan disgustada conmigo misma”. Esa es la obra de secar del Espíritu Santo, no que estaba “descontenta” con ella misma, pero que estaba “disgustada” con ella misma. Eso es lo que sucede en el verdadero despertamiento, en una verdadera conversión.

“La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella...” (Isaías 40:7).

Iain H. Murray dijo:

Tratar con la conciencia debe ser lo primero, “que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:19). Siendo esto así, la conclusión de J. H. Thornwell tiene que seguir, ‘El método más exitoso de la predicación es el que apunta a fondo y radicalmente a convicción de pecado’ (traducción de Iain H. Murray, The Old Evangelicalism: Old Truths for a New Awakening, The Banner of Truth Trust, 2005, p. 7).

“¿Qué tengo que decir a voces?” ¿Qué voy a predicar? Voy a predicar sobre la brevedad de la vida. Voy a predicar sobre la obra secante del Espíritu de Dios. ¡Esa es la obra de evangelista! ¡Ese es el trabajo del predicador! Pero hay un punto más, que sólo puedo tocar brevemente.

III. Tercero, debemos dar a voces el Evangelio de Cristo.

Lea de pie y en voz alta el último verso del texto, Isaías 40:8.

“Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8).

Se puede sentar.

El Apóstol Pedro citó ese verso. Él dijo:

“Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada
       (I Pedro 1:25).

La eterna, Palabra de Dios, las Sagradas Escrituras divinamente inspiradas, apuntan al pecador seco, por el Evangelio – hacia nuestro Señor Jesucristo. Jesús murió para pagar la pena por tu pecado. Él resucitó de los muertos para darte vida. ¡Su Sangre puede limpiar todo tu pecado!

¡Cuando estés disgustado contigo mismo, debemos apuntarte hacia el Salvador! Entonces podrás ser convertido. Entonces podrás ser recogido en Sus brazos y ser llevado lejos de tu pecado hacia Él Mismo. Entonces Él te dirá:

“Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás” (Juan 10:28).

¡Vuélvete a Jesús! Tu serás salvado por Él por todo el tiempo y por toda la eternidad, mundo sin fin. Amén.

(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por Dr. Kreighton L. Chan Antes del Sermón: I Pedro 1:18-25.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“Come, Holy Spirit, Heavenly Dove” (por Dr. Isaac Watts, 1674-1748;
to the tune of “O Set Ye Open Unto Me”).


EL BOSQUEJO DE

LA OBRA SECANTE DEL ESPÍRITU

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo. Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:6-8).

(Isaías 40:5; 58:1; Juan 1:23; II Timoteo 4:2-3;
Juan 7:28, 37; Hechos 2:14; 3:6)

I.   Primero, debemos dar voces sobre la brevedad de la vida, Isaías 40:6;
Santiago 1:10-11; Juan 3:3; Marcos 8:36-37.

II.  Segundo, debemos dar voces sobre la obra secante del Espíritu de
Dios, Isaías 40:7; Romanos 3:19.

III. Tercero, debemos dar a voces el Evangelio de Cristo, Isaías 40:8;
I Pedro 1:25; Juan 10:28.