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¡PREDICANDO EN UN TIEMPO DE APOSTASÍA!

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en la Tarde del Día del Señor, 23 de Septiembre de 2007
en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles

“Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde. Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos. Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar” (Ezequiel 3:9-11).


Con respecto al tercer capitulo de Ezequiel, Spurgeon dijo,

Ciertamente es un error grave de hoy que los hombres quieran que sus predicadores sean [agraciados y de habla suave]. ¿Por qué sería [eso cierto] si el objetivo es advertir al pecador para que huya de la ira venidera? Me temo que mis hermanos [en el ministerio] olvidan su tarea verdadera, y se empeñan en caerle bien a aquellos a quienes el Señor los mandó a advertir. Si un hombre duerme y lo tengo que despertar, no necesito cultivar una voz de tenor para cantarle y que salga de su sueño, tengo que hablarle con volumen suficiente y distinción hasta que se asuste (traducción literal de C. H. Spurgeon, “The Message From the Lord’s Mouth,” The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, reimpresión de 1972, tomo XXIV, p. 482).

Hoy día cuando tantas iglesias se pasan tres cuartos de los servicios en música, que oyeramos de nuevo a Spurgeon, ¡“No necesito cultivar una voz de tenor cantarle y que salga de su sueño”! Que en esta hora de “predicación de exposición” de voz baja oigamos al “Príncipe de los Predicadores” cuando dijo, “...el objetivo es advertir al pecador para que huya de la ira venidera”! Que en esta hora de “Enseñanza Bíblica” agraciada, oigamos a los predicadores Bautistas grandes de las edades decir, “Tengo que hablar con suficiente volumen y distinción hasta que [el pecador] se asuste”! ¡Amén! Que el Dios de Ezequiel y de Spurgeon envíe a hombres que asusten a la gente en las iglesias. No ministros que le quieren cantar al hombre para que despierte de su sueño, sino ministros que prediquen “con suficiente volumen y distinción hasta que se asusten.” No debe ser simplemente predicación en alto volumen. No, tiene que ser más que eso. ¡Tiene que ser predicación que “asuste” si ha de hacer algún bien! Tiene que punzar la conciencia o no ayudará a los pecadores perdidos. ¡Esa es la necesidad de esta hora apostata!

Dicen que esa es la manera “antigua” de predicar. En esta era moderna dicen que necesitamos sermones narrativos o parabola, que el modo de apelar al hombre “moderno” es insinuar, suavemente, con pequeñas “pistas” del Evangelio. Hace poco leí un libro del Dr. John A. Broadus, On the Preparation and Delivery of Sermons [La Preparación y la Entrega de Sermones – traducido del Inglés]. Uno de los capitulos se llama “Formas Contemporaneas de Entregar Sermones” [“Contemporary Approaches to Sermon Delivery”]. Me sorprendió ver que el Dr. Broadus recomendaba “los sermones de historias cortas,” “el sermón de parabolas,” “el sermón de entrevista,” “ayudas audio-visuales,” “lecciones con objetivos,” “presentaciones dramáticas,” “el drama y la predicación,” “el monologo dramático,” “la técnica del dialogo” y “el dialogo del estrado,” El Dr. John A. Broadus (1827-1895) fue llamado “el predicador modelo” de su día. Lo que me sorprendió fue la idea de que él le dijera a estudiantes del ministerio que usaran “métodos contemporáneos.” Hasta que vi las notas al pie me di cuenta de que ¡ni una sola palabra de este capitulo había sido escrito por el Dr. Broadus! Era una edición “revisada” ¡y ese capitulo había sido escrito por un nuevo-evangélico! ¡El Dr. Broadus jamás le hubiera dicho a ningún predicador que hiciera cosas así en el púlpito de una iglesia!

Ahora venimos a nuestro texto en Ezequiel capitulo tres. Grandes pasajes como éste esparcen mucha luz en cómo debemos predicar. Aquí hallamos tres marcas de la verdadera predicación.

I. Primero, el predicador no debe temerle a la gente.

Por favor lea Ezequiel 3:9 de pie y en voz alta.

“Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde” (Ezequiel 3:9).

Se pueden sentar.

Dios le dijo a Ezequiel, “yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos” (Ezequiel 3:8). ¿Contra cuál rostro fue hecho fuerte el rostro de él? Contra aquellos que “no te querrá(n) oír, porque no me quiere(n) oír a mí” (Ezequiel 3:7). La mayoría de gente no le quiso oir a Ezequiel al proclamar la Palabra de Dios. Matthew Henry postula que “Ezequiel era un hombre de naturaleza tímido y temeroso [miedoso], pero si Dios no lo hubiese hallado apropiado, por su gracia lo hizo apropiado para encarar grandes dificultades” (traducción literal de Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible, Hendrickson Publishers, 1996, tomo 4, p. 601).

El Dr. Lloyd-Jones dijo que los que han leído los jornales de George Whitefield,

Uno de los más grandes predicadores de todos los tiempos, recordará su lentitud tocante a predicar. Él estaba alarmado por ello, estaba asustado. Predicar era una cosa tremenda, y él pasó por gran agonía mental y de espíritu (traducción literal de Martyn Lloyd-Jones, M.D., Knowing the Times, The Banner of Truth Trust, 1989, pagina 262).

Este sentido de alarma en el predicador se puede ver en los jornales [Journals en Inglés] de Whitefield y en la obra de dos tomos de Luke Tyerman, The Life of the Reverend George Whitefield (Need of the Times, reimpreso en 1995). Siendo un joven de solamente veintiun años, Whitefield dijo, “Pronto me ví como oveja entre lobos vestidos de ovejas; porque imediatamente trataron de detenerme [detenerme de estar en serio]...” (tomo I, p. 33). Tyerman dijo que al principio cuando Whitefield predicó, “Nunca antes un clero joven de veinticinco años, de la Iglesia de Inglaterra, había [hecho] algo así [escribir un bosquejo biográfico de su conversión]. Los obispos y sacerdotes, diáconos y [escritores] de todas formas estuvieron sorprendidos y descontentos, muchos casi hasta indignados” (ibid., page 45).

Whitefield le escribió a un amigo suyo, “Mañana predicaré en Crypt [St. Mary de Crypt], pero creeme, a algunos no les placerá, estoy decidido a hablar contra sus asambleas. Debo decirles la verdad, o sino, no seré fiel ministro de Cristo.” Mañana llegó y Whitefield predicó su primer sermón. Whitefield dijo, “Al proceder [predicar] sentí que un fuego se había encendido, al fin, siendo tan joven y estando en medio de una multitud que me conocía desde chico, creo que fui capacitado a hablar con cierto grado de autoridad del evangelio. Unos cuantos [me] mofaron, pero la mayoría de los presentes parecían sorprendidos; y he oído que se sometió una queja al obispo de que yo volví locos a quince” (traducción literal de Tyerman, ibid., p. 50).

Así Dios empezó a hacer el rostro de Whitefield “como diamante, más fuerte que pedernal” y a decirle,

“No los temas, ni tengas miedo delante de ellos” (Ezequiel 3:9).

Tyerman dijo, “Con razón uno de sus oyentes sin estudios dijo: ‘Él predicaba como leon’” (Tyerman, ibid., p. 51 – traducido).

Mi primer sermón fue recibido de igual manera. Yo estaba bien joven. El pastor me pidió que le hablara a un grupo grande de jovenes en la iglesia. Muchos de ellos eran carnales. Yo le pedí a Dios en oración por un texto, y Él me dio Santiago 2:20,

“¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (Santiago 2:20).

Ese fue el tema de mi primer sermón. Después el director juvenil me sacó y me dijo con palabras claras que nunca predicara así otra vez. Yo sabía en mi corazón que Dios me había llamado, pero estaba tan humillado que no prediqué por varios años más. Luego, gradualmente vencí mi temor y comencé a predicar sermones evangelistas.

De algun modo siempre he sabido que los sermones evangelistas tienen que comenzar con la ley. O sea, que el sermón evangelista debe condenar el pecado y traer al hombre perdido bajo la convicción de que él en verdad es pecaminoso y sin esperanza. Whitefield es considerado el evangelista más grande de todos los tiempos. Él dijo,

¿Cómo estarán de pie [serán salvos], aquellos que jamás han sentido ser criminales condenados? ¿Qué jamás han sido cargados con un sentido no solamente de su pecado actual sino del original, especialmente el pecado condenador de la incredulidad?...porque predicando de esta manera...herirían profundamente antes de sanar...ellos se preocupan de consolar mucho a los convictos (Tyerman, ibid., p. 393).

Eso es absolutamente esencial en la verdadera predicación evangelista. El predicador debe herir la conciencia del pecador profundamente o no habrá conversión verdadera. No estoy seguro por qué, pero he sabido eso desde el momento en que fui llamado a predicar. No puedes predicar evangelisticamente sin herir a la gente y condenar su pecado y su naturaleza, o sea su corazón naturalmente depravado.

A menudo me decían que yo era un buen predicador cuando era jóven. Mi maestro de homeleticas (predicación) en el seminario Bautista me dijo que yo iría lejos, pero tenía que dejar de predicar “de ese modo” para lograrlo. Me dijeron que “molesta a la gente sin necesidad.” ¡Por supuesto yo pienso que es absolutamente necesario que sean molestados! ¡Si no se molestan no pueden ser convertidos! El punto de la predicación evangelista es molestar a la gente – antes de presentar el Evangelio. ¡Si la gente no es molestada por la predicación, no huirá a Cristo para salvación!

Oh, yo sé que muchos “alzarán la mano” al fin de un estudio Bíblico o sermón suave. Yo sé que dirán una “oración de pecador” si el predicador les pide que lo hagan. Pero yo tambien sé que casi todos los que hacen esas cosas se quedan sin ser convertidos – aun perdidos, aun yendo al Infierno. No puede haber una conversión verdadera sin estar interiormente molesto con uno mismo. Quisiera que todo predicador leyera los primeros dos capitulos del libro de Iain Murray, The Old Evangelicalism: Old Truths for a New Awakening [El Viejo Evangelicalismo: Verdades Antiguas para un Nuevo Despertamiento] (The Banner of Truth Trust, 2005). Murray saca a luz esta gran verdad con una claridad maravillosa. Yo le recomiendo de corazón este libro a los predicadores que estén interesados en la conversión verdadera.

Después de discutir ese punto muchos años con “maestros Bíblicos” suaves, estoy más convencido de que la posición de Whitefield es la correcta y que la “predicación” moderna se ha arruinado. Pero tuve que llegar a un punto donde no ya importa lo que otros predicadores piensan de mis sermones. Tuve que llegar al punto de no necesitar la aprobación de ellos – antes de poder hablar como Dios quería que yo hablara. Tuve que perder la aprobación. Tuve que perder muchos amigos, y mis esperanzas y sueños, y aquellos a quienes estaba más cercano antes de poder predicar de la manera que Dios quería que predicara. Tuve que pasar por una experiencia miserable de desaprobación y soledad una noche en San Franciso antes de que Dios me pudiera decir, “Ahora predicarás por mi. Ahora predicarás lo que yo quiero que digas, no lo que la gente quiere oir.” Fue durante ese tiempo que Dios me habló del mismo texto que estamos leyendo esta noche,

“Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos” (Ezequiel 3:9).

He predicado así desde aquella noche. Dios Mismo me estaba quitando el temor del hombre. Vez tras vez, desde aquella noche, predicadores me han dicho que no podía predicar “de esa manera.” Vez tras vez me dijeron que era buen predicador, pero era demasiado “negativo.” Pero nunca les volví a escuchar, porque yo había experimentado a Dios, quien me dijo,

“Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos” (Ezequiel 3:9).

Yo quisiera que todo joven predicador pasara una experiencia como esa – para destetarlo del aplauso humano, y hacerlo instrumento en las manos de Dios. No hay nada más poderoso que un hombre que predica como Richard Baxter, quien dijo famosamente,

“Predico como si no estuviera seguro de que volveré a predicar otra vez, y como un moribundo a otro moribundo,”

“Acaso ellos escuchen; [o] si no escucharen [ya sea que oigan o rehusen oir]” (Ezequiel 2:5; 3:11).

Así, yo creo que una experiencia similar a la de Ezequiel le debe llegar a cada joven predicador si ha de hacer algún bien como evangelista, como ganador de almas, en su predicación. Si ha de hacer algún bien duradero en este tiempo de apostasía, no debe temerle a la gente a la que le habla.

“No los temas, ni tengas miedo delante de ellos” (Ezequiel 3:9).

Esto me ha costado invitaciones a predicar. Pero, ¿quién las necesita? Es mejor perder invitaciones que tenerle miedo a los pecadores.

Veo que Dios me ha dado una maravillosa, amorosa, trabajadora y fiel esposa, Ileana, que ama a Jesús y me ayuda en cada parte de mi ministerio. Tenemos dos hijos muy finos que se han graduado de la universidad. Uno de ellos es CPC, y trabaja para una famosa firma de contabilidad. El otro estudia en un seminario Bautista. Y tenemos una iglesia fuerte que apoya completamente mi predicación. ¡Pocos predicadores timidos, miedosos puden decir eso! Pero ya he pasado mucho tiempo en ese punto, aunque es importante: ¡si un predicador desea salvar almas perdidas de las llamas del Infierno, no debe tenerle miedo a la gente a la que le habla!

II. Segundo, el predicador debe hablar lo que ha recibido de Dios.

Por favor lea el proximo verso, Ezequiel 3:10 y la mitad del verso 11 de pie y en voz alta, terminando con las palabras “Así ha dicho Jehová, el Señor.”

“Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos. Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor…” (Ezequiel 3:10-11).

Se pueden sentar.

El mismo predicador debe ser movido por la Palabra de Dios. Él debe recibir la Palabra de Dios en su propio corazón. Él debe estar “encendido” por la verdad que está predicando. ¡El Espíritu de Dios tiene que darle cada mensaje y hacerlo una llama en su corazón! El Dr. Lloyd-Jones en su libro Preaching and Preachers [Predicación y Predicadores], dijo,

Cuando digo celo, quiero decir que un predicador debe dar la impresión de que él mismo ha sido capturado por lo que está diciendo (traducción literal de Martyn Lloyd-Jones, M.D., Preaching and Preachers, Zondervan Publishing House, 1971, p. 87).

Cada semana, la más grande tarea del predicador debería ser averiguar lo que Dios quiere que diga el Domingo. El texto y el tema deben de capturar y conmover su propia alma, o si no el sermón no conmoverá a nadie más que lo oiga el Domingo.

Algunos dicen que no debes escribir tus sermones. Les parece que si los escribes no tendrán el fuego en ellos. Pero creo que están equivocados. Si el predicador ha recibido un mensaje de Dios, él se lo puede predicar a sí mismo mientras que lo escribe. Esto es lo que yo hago. Al escribir tres sermones a la semana, paso horas en mi estudio predicandome a mí mismo, recibiendo el mensaje de la Palabra de Dios, predicandolo en mi estudio, escribiendolo, orando por él, luego entregandolo el Domingo.

La espontaniedad a menudo es una excusa para la pereza. “Pecadores en las Manos de un Dios Airado” [“Sinners in the Hands of an Angry God”] de Jonathan Edwards es considerado el más grande sermón jamás predicado en los Estados Unidos. Fue escrito palabra por palabra y leído por Edwards a su congregación. El Primer Gran Despertamiento puede trazarce hasta ese sermón escrito a mano. Cuando Dios lo usó para conmover a la gente, el Primer Gran Despertamiento comenzó.

Al igual que Edwards, Ezequiel había de recibir la Palabra de Dios en su corazón y oirla con sus oídos,

“Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo”
      (Ezequiel 3:11).

Ezequiel tenía 25 años cuando los Babilonios lo llevaron cautivo. Tenía 30 años cuando Dios lo llamó a predicar. El ministerio de él duró 22 años. Él era uno de los 10,000 líderes, incluyendo el Rey Joaquín, que fueron llevados de Jerusalén a Babilonia, por el Rey Nabucodonosor. Fue a estos “a los cautivos” a quienes él debía predicar.

La obra de evangelismo debe principal en nuestra predicación. Es la obra de recuperar la gente perdida “fuera de la cautividad” hoy tal como lo fue en aquel entonces. El Apóstol Pablo dijo que el predicador debe salvar

“...del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”
      (II Timothy 2:26).

“Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban...perdón de pecados...…” (Hechos 26:18).

¡Esa es la obra de un predicador como Pablo! Y a cada predicador que se para tras un pulpito los Domingos la Palabra de Dios le manda,

“Haz obra de evangelista” (II Timoteo 4:5).

Como predicador del Evangelio, yo soy llamado por Dios. No debo tener miedo de decirte la verdad. Debo hablarte lo que Dios me ha “dado” a mi de Su Palabra. Debe hablarte a ti que ers de “los cautivos,” que estás cegado por Satanás, que no has recibido la verdad, que estás pereciendo en las garras del Diablo. Pero hay otro requisito en la predicación verdadera.

III. Tercero, el predicador no debe buscar “resultados.”

Mira el verso 11 otra vez. Leamoslo de pie y en voz alta.

“Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar” (Ezequiel 3:11).

Se pueden sentar.

Diles lo que el Señor Dios dice, “escuchen, o dejen de escuchar” – ¡ya sea que oigan o no, ya sea escuchen o fallen en escuchar!

Ezequiel predicó en una hora de gran apostasía. Hoy, nosotros predicamos como dijo el Dr. Lloyd-Jones, “en una condición de tal oscuridad como la del principio del siglo 18” [antes del Primer Gran Despertamiento] (traducción literal de Martyn Lloyd Jones, M.D., The Puritans and their Successors, The Banner of Truth Trust, reimpreso en 1976, p. 302). Es por eso que todo predicador debe leer y meditar en el segundo y el tercer capitulo de Ezequiel. Lo alzará por sobre errores que otros hombres cometen en el pulpito el día de hoy.

Uno de los grandes tropezaderos a la predicación verdadera en este tiempo de apostasía es buscar “resultados.” Ver si “¿Funciona?” Eso es “pragmatismo” en lo peor. Si “funciona” dicen que es bueno. Pero esa clase de pensamiento no debe controlar al predicador. Él no debe “doblegar” su mensaje para que se ajuste a las “técnicas de crecimiento de iglesia.” ¡Para nada! Él debe hablar si “escuchen, o dejen de escuchar”, ya sea que oigan o no.

Me escuches o no, ¡yo tengo que advertirte de la ira venidera de Dios! Me escuches o no, ¡tengo que exhortarte a escapar del Lago de Fuego! Me escuches o no, ¡tengo que decirte de la corrupción de tu propia naturaleza por razón de tu depravación total! Me escuches o no, tengo que advertirte de que el Espíritu de Dios “no contenderá con el hombre para siempre” (Genesis 6:3). Me escuches o no, debo darte a conocer el hecho de que no puedes hacerte Cristiano cuando tú quieras; y aun si dices como Felix, “cuando tenga oportunidad te llamaré,” entonces seré convertido, esa hora jamás te llegará, como jamás le llegó a Felix (Hechos 24:25). Y debo decirte en la manera más fuerte que pueda, que la salvación por medio del sacrificio de Sangre del resucitado Hijo de Dios no siempre estará dispuesto para ti si te esperas y lo postpones. Ya sea que escuches o no escuches, soy llamado de Dios para decirle a cada alma inconversa,

“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”
      (Hebreos 6:4-6).

Esa es mi advertencia para ti, y es la advertencia de Dios también, ya sea que oigas o dejes de oir. Pero yo oro que oigas el mensaje de Dios de los labios débiles del predicador, y te vuelvas y te arrojes sobre el Hijo de Dios. Esa es la manera en que el hombre es convertido. Por favor cante de pie el himno numero 7 en la hoja de canciones.

Venid, pecadores viles, que en quebranto os encontrais;
Jesús quiere ya salvaros: compasivo y fuerte es;
Jesús puede, Jesús puede; y El quiere, ¡no dudeis!
Jesús puede, Jesús puede; y El quiere, ¡no dudeis!

Dios en carne ascendido con Su Sangre ruega allá;
En Jesús solo aventura, solo en Él debes confiar;
Jesús solo, Jesús solo puede al pecador salvar.
Jesús solo, Jesús solo puede al pecador salvar.
   (traducción libre de “Come, Ye Sinners” por Joseph Hart, 1712-1768).

(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por by Dr. Kreighton L. Chan Antes del Sermón: Ezequiel 3:1-11.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“Jesus, I My Cross Have Taken” (por Henry F. Lyte, 1793-1847).


EL BOSQUEJO DE

¡PREDICANDO EN UN TIEMPO DE APOSTASÍA!

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde. Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos. Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar” (Ezequiel 3:9-11).

I.   Primero, el predicador no debe temerle a la gente, Ezequiel 3:9, 8, 7;
Santiago 2:20; Efesios 1:6; Ezequiel 2:5; 3:11.

II.  Segundo, el predicador debe hablar lo que ha recibido de God,
Ezequiel 3:10-11a; II Timoteo 2:26; Hechos 26:18; II Timoteo 4:5.

III. Tercero, el predicador no debe buscar “resultados,” Ezequiel 3:11b;
Genesis 6:3; Hechos 24:25; Hebreos 6:4-6.