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JACOB DUDANDO – ISRAEL CREYENDO

(SERMÓN #72 SOBRE EL LIBRO DE GÉNESIS)

Un sermón escrito por Dr. R. L. Hymers, Jr., Pastor Emerito
y dado por Jack Ngann, Pastor
en el Tabernáculo Bautista de los Ángeles
La Tarde del Día del Señor, 9 de Julio, 2023


El patriarca Jacob tenía doce hijos. José era el hijo de Raquel, y él “amaba…a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez…Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían” (Génesis 37:3-4). Ellos envidiaban a José tanto que “conspiraron contra él para matarle” (Génesis 37:18).

Un día salió José al desierto a ver a sus hermanos que apacentaban las ovejas y los cabros. Ellos agarraron la tunica de José y lo echaron en un hoyo. Estaba a punto de matarlo cuando Judá les sugirió venderlo como esclavo, lo cual hicieron y lo vendieron a un grupo de mercaderes que viajaba. Luego ellos tomaron su tunica y la tiñeron de la sangre de un cabrito. Cuando le llevaron la tunica a su padre, Jacob, él dijo: “La túnica de mi hijo es; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado” (Génesis 37:33).

Mientras tanto José fue llevado a Egipto y fue vendido a Potifar, un oficial de faraón. Potifar vio que José era un hombre capaz, y lo hizo “mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía” (Génesis 39:4).

Pero la esposa de Potifar intentó hacer que José tuviera sexo con ella mientras estaban solos en la casa. José huyó de ella, pero ella le mintió a su esposo, Potifar, y dijo que José había tratado de forzarla. Potifar se llenó de ira y echó a José en la cárcel.

Pero el Señor estaba con José. Por una serie de eventos él fue puesto en cargo de la cárcel. Después, Faraón le sacó de la cárcel y lo hizo primer ministro de todo Egipto.

Al pasar del tiempo hubo gran hambre en la tierra de Canaán y Jacob envió a sus hijos a comprar maíz. Cuando ellos llegaron donde José, no lo reconocieron porque había rasurado su barba y su cabeza, y usaba ropa Egipcia. Sus hermanos compraron de él maíz y lo llevaron a Jacob en Canaán.

Después de un tiempo les faltó la comida otra vez, y Jacob los envió de regreso a Egipto a comprar más. José se reveló a ellos, les dio más comida, y los envió de regreso a su padre, Jacobs. Y eso nos lleva a nuestro texto esta mañana. Por favor voltea en tu Biblia a Génesis 45:25 a 46:1.

“Y subieron de Egipto, y llegaron a la tierra de Canaán a Jacob su padre. Y le dieron las nuevas, diciendo: José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía. Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió. Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera. Salió Israel...” (Génesis 45:25-46:1; p. 60 Scofield).

El patriarca Jacob en su reacción aquí, si no es un tipo, es sin duda una ilustración. Él es un ejemplo de una persona que oye el Evangelio, pero es demasiado cobarde para venir a Cristo.

Como vimos la el Domingo pasado (“José – Un Tipo de Cristo”) José es definitivamente un tipo de Jesús. Oímos que el Dr. I. M. Haldeman dio 101 paralelas entre José y el Salvador. Eso puede ser un poco exagerado, pero José es sin duda un tipo de Jesús. Siendo eso verdad, Jacob, en nuestro texto, es un ejemplo de alguien que oye el Evangelio, pero no quiere venir a Cristo. Ahora eso es muy importante porque cada predicador, que realmente escucha a la gente después de hacer una profesión, descubrirá que siempre hay algunos que se detienen, y son demasiado cobardes para venir a Cristo.

Esa era la clase de hombre que era Jacob. Él era un hombre que a menudo veía el lado negativo de las cosas. Siempre estaba dispuesto a creer las malas noticias. Ahora, entonces, mira al viejo Jacob en tres versos de nuestro texto.

I. Primero, Jacob no creyó el testimonio de sus hijos.

Ellos le dijeron: “José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía” (Génesis 45:26). La evidencia que Jacob oyó fue un testimonio personal. Ellos habían estado en Egipto. Habían visto a José. Y ellos le dijeron esto a su padre, Jacob. Ha habido muchos testigos que han declarado que Jesús está vivo.

Muchos testigos fiables testifican el hecho de que Jesús resucitó de los muertos.

“Y que apareció a Cefas, y después a los doce…Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez…Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos…me apareció a mí…” dijo el Apóstol Pablo
     (I Corintios 15:5-8; p. 1183).

Los Discípulos dieron testimonio de la resurrección corporal de Cristo a lo largo de sus vidas. Estaban tan seguros de que Él había resucitado que sufrieron torturas y muertes dolorosas como mártires antes que negarlo. Todos ellos excepto Juan murieron así por confesar que habían sido testigos oculares de la resurrección de Cristo. Dijeron que habían comido con Él, y algunos de ellos dijeron que lo habían tocado. Uno de ellos que dudaba al principio metió los dedos en los agujeros de los clavos en Sus manos.

Más que eso, el Espíritu Santo dio testimonio de la resurrección de Cristo. Después de que Cristo ascendió de nuevo al Cielo, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, y los envió por todo el mundo a predicar las buenas nuevas del Evangelio. Y el Espíritu Santo les dio poder de hacer milagros, como un testimonio del hecho de que Jesús aún vivía. Para mí, eso debería ser suficiente evidencia para cualquier persona – el testimonio de hombres fieles, y el testimonio del Espíritu Santo.

Además de todo esto, habemos muchos de nosotros aquí esta tarde que hemos sido perdonados por el Cristo vivo. También hemos pasado de la muerte a la vida, ¡y nuestros corazones y vidas dan testimonio del hecho de que hemos encontrado al Cristo vivo! Cristo nos ha dado una nueva naturaleza, y una nueva vida. Somos testigos vivos del hecho de que Jesús es un Salvador vivo ahora mismo, ¡esta tarde! Si no crees a todos estos testigos, “tampoco [te persuadirás] aunque alguno se levantare de los muertos” ¡para dar testimonio de que Cristo está vivo! (Lucas 16:31). Ellos le dijeron: “José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía” (Génesis 45:26).

Matthew Henry dijo: “Jacob había creído fácilmente antes a sus hijos cuando le dijeron: ‘José está muerto’, ahora apenas puede creerles cuando le dicen: ‘José está vivo’. Los espíritus débiles y sensibles son más influenciados por el temor que por la esperanza, y son más propensos a recibir las impresiones que desalientan que las que alientan” (traducción de Matthew Henry’s commentary sobre Génesis 45:26).

No estoy diciendo que Jacob era un hombre perdido. Jacob fue convertido en Peniel años antes, cuando él luchó con el Cristo pre-encarnado toda la noche y dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Génesis 32:30). Cuando él fue convertido esa noche, su nombre fue cambiado de Jacob (el suplantador engañoso) a Israel (príncipe de Dios). Pero aquí, unos 32 años más tarde, el Espíritu de Dios lo llama “Jacob” de nuevo. “Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía” (Génesis 45:26). Él se reincidió de ser Israel, de regreso a la vieja incredulidad de Jacob. Él ahora estaba reincidido, y como el Dr. Leupold dijo, “La vieja energía comenzó a imponerse”, con su “acostumbrado pesimismo” (traducción de H. C. Leupold, D.D., Exposition of Genesis, volumen II, Baker Book House, edición de 1985, pág. 1101).

En este estado reincidido se le llama una vez más “Jacob”. Ahora se niega a creer, y al hacerlo, una vez más ilustra a un incrédulo. ¿Eso te describe a ti esta tarde? Haz escuchado de muchas fuentes creíbles que Cristo, nuestro José, está vivo. Sin embargo, dudas. Te niegas a creer la buenas nuevas. Y te rehúsas a venir a Jesús. “Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía” (Génesis 45:26).

II. Segundo el espíritu de Jacob revivió cuando escuchó las palabras de José, y vio los carros que José enviaba para llevarlo.

“Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió” (Génesis 45:27; p. 60).

Jacob había escuchado “las palabras de José, que él les había hablado” (Génesis 45:27). Cuando le dijeron que José estaba vivo su “corazón…se afligió, porque no los creía”. Incredulidad siempre trae debilidad de espíritu. Pero tan pronto como escuchó “las palabras de José” su corazón comenzó a revivir. La incredulidad nos hace tristes y sombríos. Algunos de ustedes han aprendido a vivir de esa manera – en un estado triste y sin esperanza. Mientras que no creas, siempre seguirás siendo de corazón débil. Pero ¿por qué seguir viviendo así? “Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado”. Oro que escuches las palabras de nuestro José, que es Jesús, quien dijo:

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28; p. 971).

¡Escucha las palabras de Jesús, nuestro José! Jesús dijo:

“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24; p. 1077).

Cuando Jacob escuchó “las palabras de José, que él les había hablado...su espíritu revivió” (Génesis 45:27). Escucha las palabras de Jesús. Créelas, ¡y tendrás vida!

Entonces, también, Jacob “[vio] los carros que José enviaba para llevarlo”. Puede que no haya sido suficiente oír las palabras de José, pero cuando vio los carros, su espíritu revivió y dijo: “Basta…iré, y le veré” (Génesis 45:28). Creo que esos carros son como los sermones que oyes. Los carros eran un medio de gracia para llevar a Jacob a José. Los sermones evangelísticos que tú escuchas son un medio de gracia para llevarte a Jesús. Por eso necesitamos sermones evangelísticos, y muchos de ellos, no solamente estudios Bíblicos. Los estudios Bíblicos no convierten a la gente. Los sermones evangelísticos son como carros para llevarte a Cristo, quien es nuestro José.

No estoy predicando un sermón de Spurgeon sobre este pasaje, pero voy a sacar uno de sus puntos aquí. Spurgeon dijo:

¿De qué sirve que yo hable, y hable y hable, a menos que haya un Cristo vivo y a menos que ese Cristo vivo sea capaz de salvar? Él te ha enviado a un ministro que, con todos sus defectos, ama tu alma, y que haría cualquier cosa [razonable] para traerte a Cristo si tan solo supiera cómo hacerlo. Cierto es que, Dios no nos envió a hablarte en su nombre, y nos ha movido a una agonía por tu alma, si él no quisiera bendecirte. Así que, el mismo ministro Cristiano es un “carro” en el cual se trae hombres a Cristo…¡no juegues con tu alma, ni con Dios, ni con el cielo y el infierno! Si te he mentido sobre estos asuntos, condéname, porque lo merezco; pero si te he hablado la verdad, óyeme, o si no me oyes a mí, oye la pequeña voz suave de tu propia conciencia, o en vez, oye la voz de Dios que te ha estado hablando a través de mí. Cree en Jesús ahora que estas bajo la influencia de [el sermón] que puede ser para ti lo que los viejos carros de José fueron para Jacob (traducción de C. H. Spurgeon, The Metropolitan Tabernacle Pulpit, tomo XLII, Pilgrim Publications, reimpresión de 1976, p. 294).

¿Por qué está la Biblia tan llena de invitaciones si Dios no quiere que sean “carros” para traerte a tu José, hasta Jesús? Cuando ves a Dios haciendo tanto para ayudarte a hallar la salvación, seguramente debes decir: “Basta; Jesús vive todavía. Él puede salvarme, y Él me salvará”.

III. Tercero, Jacob, ahora llamado Israel, dijo: “Basta; José mi hijo vive todavía; iré y le veré antes que yo muera”.

¡Amén!

“Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera” (Génesis 45:28; p. 60).

A menudo me sorprendía hallar que la gente decía: “Sí, yo creo que Cristo está vivo”, pero no son salvos. Algunos de ustedes han cantado muchas veces:

Hay un precioso manantial,
     De sangre de Emanuel;
Al sumergirse el pecador,
     Sus manchas pierde él.
(Traducción libre de “There Is a Fountain” por William Cowper, 1731-1800).

Tú has cantado esas palabras. ¿Las crees? ¿Crees tú esas palabras? Entonces ¿por qué no has perdido tus manchas de culpa? Jesús dijo: “El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47). ¿Crees lo que Jesús dijo? Alguien dice: “Sí, yo creo lo que Él dijo”. Entonces escucha Sus palabras otra vez: “El que cree en mí, tiene vida eterna”. Tú dices que crees ese versículo, ¡pero no has creído en Jesús! Yo puedo comprender a alguien que rechaza la Biblia. Pero no puedo comprender a una persona que cree la Biblia pero rehúsa creer en Jesús. Si el Evangelio es verdad, ¿por qué no crees en Jesús? Tú dices que todo lo que una persona necesita hacer es creer en Jesús – ¡pero tú no quieres creer en Él! Eso para mí no hace ningún sentido. Es como si Jacob hubiera dicho: “José mi hijo vive todavía, pero no iré a verlo”. ¡Oh, no! Jacob no habla así. Él dice: “José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera”. Y de prisa el pobre anciano se encaminó a Egipto, porque el siguiente versículo dice: “Salió Israel” (Génesis 46:1).

Una razón por la que Jacob se apresuró hacia Egipto fue porque él en verdad quería ver a su hijo.

Cara a cara le veré a Él,
     Más allá del cielo azul;
Cara a cara en Su gloria,
     ¡En corto tiempo le veré!
(Traducción libre de “Face to Face” por Carrie E. Breck, 1855-1934).

Tú estuviste de acuerdo con ese coro. Tú dijiste en tu corazón: “Sí, me encantaría ver a Jesús cara a cara para siempre”. Pero Jacob no dijo eso. Él no dijo: “Algún día le veré, le veré en breve”. ¡No! Jacob dijo: “iré, y le veré antes que yo muera”. No esperes hasta que ya estés muerto. Si lo haces, lo verás, pero será demasiado tarde, ¡porque le verás a Él justo antes de que seas enviado al Lago de Fuego, en el Juicio Final! Cómo oro que digas: “Basta, mi Salvador vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera”.

Yo recuerdo pensar: “Me encantaría ir a Inglaterra, al lugar donde nació mi abuelo”. Y luego fui a verlo, dos veces. Recuerdo pensar: “Me encantaría ver Egipto, y las gran pirámide de la que me contaba mi madre tan a menudo”. Y sí fui a verla, ¡y hasta subí en la pirámide por un túnel! Recuerdo pensar: “Me encantaría ver el Mar de Galilea, y la casa de Pedro, donde posaba Jesús”. Y sí fui y los vi. Me encantaría ir a ver la Gran Muralla China, y quizá algún día iré a verla. Quizá haya muchas cosas en este mundo que te gustaría ver. Pero aun si no alcanzas a ver todas las cosas que al hombre en este mundo le gustaría ver, te digo – no te pierdas ver a Jesús con el ojo de la fe. No hay vida en ver nada aparte de Jesús, quien dijo: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra” (Isaías 45:22). Yo oro que esta tarde tú digas con el anciano Jacob: “Basta, mi Jesús Salvador vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera, ¡iré y creeré en Él esta tarde! ¡Ya he esperado demasiado!”.